domingo, diciembre 12, 2004

LOS PROFESIONALES IV

Acaba de publicarse Los profesionales V, de Carlos Giménez. Daría gusto recuperar para el tebeo ibérico, y desde Iberia para el mundo, a todos aquellos grandiosos profesionales (valga la redundancia) que explotaron su mejor arte gráfico en los años 80. Carlos Giménez fue el más grande, y hoy no hay dudas al respecto. Es más, hay quien dice que Giménez es el más grande autor del medio en toda la historia del tebeo español. Hay requetemás: hay quien dice que Giménez es el más grande autor de cómics de todos los tiempos, en todos los países de este planeta. Habrá quien diga, harto de porros, que los cómics de Giménez superan también los de los arcángeles moneros, pero yo siempre he sido hombre de poca fe. Temeroso como soy de las categorizaciones absolutas, sólo diré lo que cualquier individuo medianamente sensible que no sea un lerdo tarado podría decir: Carlos Giménez es uno de los grandes autores mundiales de cómic de todos los tiempos.

Mientras me preparo para mi peregrinaje ibérico semestral, donde tendré ocasión de adquirir el tomo V de esta magna serie, he leído el volumen IV. Los tres primeros fueron recopilados en un tomo de lujo que desapareció pronto del mercado, y quien desee hacerse con la serie completa tendrá que adquirir los álbumes reeditados de manera independiente, también por Glénat.

Sólo un reproche puede hacérsele a Giménez y a este cuarto volumen de Los profesionales: ¡¡¿Dónde está Filstrup?!! Como es sabido, en este magno Filstrup, amo y señor de la agencia Creaciones Ilustradas para la que dibujan nuestros entrañables creadores de Los profesionales, es retratada una leyenda del tebeo español: Josep Toutain, el Sheriff de los Cómics que durante los años 70 colocó en Estados Unidos a toda una camada de artistas españoles que dinamitaron el panorama del cómic adulto en ese país. Durante los 80, con sus revistas Creepy, 1984 y sobre todo Comix Internacional publicó buena parte del mejor tebeo producido dentro y fuera de España. Su muerte, no cabe duda, fue una gran pérdida para la industria, y si bien hay que reconocer que su línea ya no captaba el interés mayoritario de los lectores durante sus últimos días, Toutain fue una leyenda viva cuya inteligencia y sensibilidad no sólo contribuyó a conquistar cimas importantes a muchos artistas españoles, sino que él mismo creó una gran escuela editorial de la que se beneficiaron quienes serían sus epígonos en la industria a partir de los años 80. La recreación que Giménez hace de Filstrup es enormemente entrañable: metomentodo, autoritario, egocéntrico, procaz, con un encanto mefistofélico y un carisma arrollador, y sobre todo hombre de tebeos, mecenas emprendedor de un arte bello y singular. Así pues, ¿dónde está Filstrup? Espero que Los profesionales V nos lo haya devuelto junto al resto de estos maravillosos personajes detrás de los cuales se esconden grandes artistas como Fernando Fernández, Pepe González o José María Beá, entre otros.

La crónica sentimental de Carlos Giménez en Los profesionales es la de un tiempo extinguido y triste que sólo ahora puede ser contemplado con una nostalgia cariñosa: la de la España franquista y atrasada de los años 60 en la que un puñado de artistas geniales, comandados por ese Sargento Furia que fue Filstrup/Toutain, dibujaba centenares de páginas para el mercado editorial extranjero: tebeos del Oeste, de guerra, historietas de amor... Eran los tiempos previos al desembarco de artistas españoles en Nueva York, cuando de manera anónima estos comiqueros geniales se foguearon pegando tiros por las trincheras del tebeo desechable de toda Europa. ¿Cuánto le debe un éxito sentimental como el de la serie de televisión Cuéntame a Carlos Giménez y a su mirar hacia atrás sin ira, pero también sin mentira?

En Los profesionales IV, Giménez retoma numerosas anécdotas de aquel tiempo y las convierte en tres historias modélicas donde brilla tanto su gran talento narrativo como su trazo genial de artista del pincel y la plumilla: en La leyenda de C.I nos adentrará de forma desenfadada en las gamberradas a las que se dedicaban aquellos artistas con sus colegas de profesión, ésos que les desconocían y envidiaban con ternura trágica; en La noche de los lápices afilados, nuestros dibujantes pasarán las noches en vela dibujando hasta reventar compartiendo su amor platónico por Marilyn Monroe y también la desgraciada noticia de su muerte; en Cantando bajo el diluvio, el incombustible Peribáñez vivirá una odisea personal vagando por una Barcelona anegada por la lluvia en busca de trabajo como guionista de historietas. Esta es mi historia favorita: hay en Peribáñez una ternura trágica que parece haber sido la ternura trágica de todo un pueblo a través de un tiempo. Aquel tiempo y aquella ternura idealista y obcecada que pareció morir con ellos. Quizá haya sido lo mejor.

Leer a Carlos Giménez es imperativo en estos tiempos en que tanto se edita en España, en Estados Unidos, en Italia, en Francia y en Japón. Se trata de uno de los titanes nacidos en un tiempo de titanes irrecuperable. En Los profesionales, obra fundamental como todo Giménez para una cabal comprensión de la grandeza de un arte como el del cómic, está encerrada toda la vida, y en sus páginas toda la grandeza y la debilidad de un arte y un mundo.

Carlos Giménez, Los profesionales IV (2003). Ediciones Glénat. Barcelona, 2004. 62 pp. (****).

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