Esta reseña apareció en el número 16 de la revista Paso del Río Grande del Norte (Invierno de 2013). Les adjunto también portada y páginas interiores con la misma reseña.
Ricardo Vigueras. Nuestra Señora de la Sangre. Instituto Chihuahuense de la Cultura,
Chihuahua, 2013, isbn
978-607-7788-92-8
Ricardo León García
Como si fuese cosa de juego, se toman
vidas al momento en que lo desean. Deciden qué hacer o qué no hacer con tales y
cuales personas. Puntaloba es como la boca del lobo, el lugar donde, de existir
el diablo, seguramente ahí habitaría, como en cualquier parte de este mundo,
sólo que ésta posee un halo de encanto para las diabluras, que no puedo
explicarlo del todo.
Sin
embargo, el Estado puntalobés debe garantizar la seguridad de todos los
ciudadanos de esa isla en el Golfo de México. Cualquier nación que se precie de
navegar en la modernidad comparte la conciencia de la libertad, la igualdad y
la fraternidad. Las instituciones existen para garantizar esos principios, pues
sus misiones y visiones así lo han determinado, gracias siempre a la planeación
y programación que toda democracia realiza con la finalidad de aportar todo lo
mejor a fin de que la ciudadanía viva en completo estado de felicidad. La
ciencia y la tecnología permanecen, siempre, al servicio y salvaguarda de las
garantías sociales e individuales. Quien dude lo anterior, seguramente podrá
ser un emisario del pasado o agorero del desastre, pero jamás llegará a ser
funcionario de Puntaloba, mucho menos policía.
Ricardo
nos transporta en 270 páginas a esa ínsula que para fortuna de la especie
humana, existe tan solo en la imaginación pues la realidad no puede ser así
como nos la pinta Vigueras. En ese recorrido, nuestro autor teje tres historias
(“Todo lo marchita el tiempo poderoso”, “No hay más sueños para Sonia” y “El
primer vals”), cuya trama es atravesada y conducida por una estirpe zoológica
que le da unidad a esta novela policiaca de alto contenido etnográfico. Y debo
aclarar que el carácter etnográfico no está dado solamente por el halago
descriptivo, sino que va anudado por una ácida y sutil crítica a las formas
sociales adquiridas, asumidas, practicadas y reproducidas una y otra vez por
los personajes surgidos de la inventio del escritor.
El
diablo se le ha metido a la gente de Noche de Nuestra Señora y de todo
Puntaloba y, a pesar de ello, la vida sigue. La vida camina entre los muertos y
los desaparecidos, entre esos hilos de corrupción y de insensatez que ahogan a
esta imaginaria nación isleña.
Los personajes planteados por Vigueras
en Nuestra Señora de la Sangre parecen salidos de alguna película de
Juan Orol, de algún cómic autocalificado de posmoderno, de la nota roja de
cualquier pasquín como los debe haber en algún lugar del planeta, del breve
segmento policiaco de algún noticiero televisivo o de una oficina gubernamental
de alta incidencia de atención a la ciudadanía en cualquier lugar entre Hanoi,
Bombay, Mogadishu, Luanda y Zacatecoluca.
Conociendo a Ricardo Vigueras, no me
sorprende la finura de la trama con la que ha tejido Nuestra Señora de la
Sangre. La delicia de su lenguaje literario va con su personalidad. Pero no
dejan de ser sorprendentes los desenlaces de cada una de las historias que se
van anudando de la primera a la última página. Al fin y al cabo, una novela no
da cuenta más que de la vida que han vivido y muerto hombres y mujeres en algún
lugar del mundo. Nuestra Señora de la Sangre, una novela concebida,
gestada, madurada y parida en Ciudad Juárez pronto debe convertirse en un libro
leído en cualquier parte del mundo. Una de sus virtudes radica precisamente en
el lenguaje universal. Cualquier lector que sepa español debe entender sin
mayor dificultad lo que ahí plasma don Ricardo. Desgraciadamente, no todos los
autores –no importa la lengua en la que escriben- tienen esta capacidad.
Y
es que el lenguaje y la historia navegan por la universalidad y abre las
posibilidades a nuestro autor para ser leído y aceptado en latitudes donde se
comprenda la magia de las negras situaciones tratadas en Nuestra Señora de la
Sangre. Lo que aquí se plasma, si bien nacido al fragor de la batalla
fronteriza entre México y los Estados Unidos, tiene la virtud de poder haber
sucedido en algún rincón de Puerto Príncipe, Kiev, Manila, Nápoles, Beirut,
Cádiz, Cabinda, Chicago, Manchester, Johanesburgo, Sao Paolo, Bombay o Damasco.
La única diferencia es que en varios de esos lugares no se habla el español con
la fluidez de Vigueras, ni llegan las publicaciones de la Colección Solar.
El
Zurdo Mendieta atacó de nuevo.
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