miércoles, febrero 04, 2015

NUESTRA SEÑORA DE LA SANGRE. RESEÑA DE RICARDO LEÓN

Esta reseña apareció en el número 16 de la revista Paso del Río Grande del Norte (Invierno de 2013). Les adjunto también portada y páginas interiores con la misma reseña.

Ricardo Vigueras. Nuestra Señora de la Sangre. Instituto Chihuahuense de la Cultura, Chihuahua, 2013, isbn 978-607-7788-92-8

Ricardo León García

Como si fuese cosa de juego, se toman vidas al momento en que lo desean. Deciden qué hacer o qué no hacer con tales y cuales personas. Puntaloba es como la boca del lobo, el lugar donde, de existir el diablo, seguramente ahí habitaría, como en cualquier parte de este mundo, sólo que ésta posee un halo de encanto para las diabluras, que no puedo explicarlo del todo.
           
Sin embargo, el Estado puntalobés debe garantizar la seguridad de todos los ciudadanos de esa isla en el Golfo de México. Cualquier nación que se precie de navegar en la modernidad comparte la conciencia de la libertad, la igualdad y la fraternidad. Las instituciones existen para garantizar esos principios, pues sus misiones y visiones así lo han determinado, gracias siempre a la planeación y programación que toda democracia realiza con la finalidad de aportar todo lo mejor a fin de que la ciudadanía viva en completo estado de felicidad. La ciencia y la tecnología permanecen, siempre, al servicio y salvaguarda de las garantías sociales e individuales. Quien dude lo anterior, seguramente podrá ser un emisario del pasado o agorero del desastre, pero jamás llegará a ser funcionario de Puntaloba, mucho menos policía.
            
Ricardo nos transporta en 270 páginas a esa ínsula que para fortuna de la especie humana, existe tan solo en la imaginación pues la realidad no puede ser así como nos la pinta Vigueras. En ese recorrido, nuestro autor teje tres historias (“Todo lo marchita el tiempo poderoso”, “No hay más sueños para Sonia” y “El primer vals”), cuya trama es atravesada y conducida por una estirpe zoológica que le da unidad a esta novela policiaca de alto contenido etnográfico. Y debo aclarar que el carácter etnográfico no está dado solamente por el halago descriptivo, sino que va anudado por una ácida y sutil crítica a las formas sociales adquiridas, asumidas, practicadas y reproducidas una y otra vez por los personajes surgidos de la inventio del escritor.

            
El diablo se le ha metido a la gente de Noche de Nuestra Señora y de todo Puntaloba y, a pesar de ello, la vida sigue. La vida camina entre los muertos y los desaparecidos, entre esos hilos de corrupción y de insensatez que ahogan a esta imaginaria nación isleña.
Los personajes planteados por Vigueras en Nuestra Señora de la Sangre parecen salidos de alguna película de Juan Orol, de algún cómic autocalificado de posmoderno, de la nota roja de cualquier pasquín como los debe haber en algún lugar del planeta, del breve segmento policiaco de algún noticiero televisivo o de una oficina gubernamental de alta incidencia de atención a la ciudadanía en cualquier lugar entre Hanoi, Bombay, Mogadishu, Luanda y Zacatecoluca.

Conociendo a Ricardo Vigueras, no me sorprende la finura de la trama con la que ha tejido Nuestra Señora de la Sangre. La delicia de su lenguaje literario va con su personalidad. Pero no dejan de ser sorprendentes los desenlaces de cada una de las historias que se van anudando de la primera a la última página. Al fin y al cabo, una novela no da cuenta más que de la vida que han vivido y muerto hombres y mujeres en algún lugar del mundo. Nuestra Señora de la Sangre, una novela concebida, gestada, madurada y parida en Ciudad Juárez pronto debe convertirse en un libro leído en cualquier parte del mundo. Una de sus virtudes radica precisamente en el lenguaje universal. Cualquier lector que sepa español debe entender sin mayor dificultad lo que ahí plasma don Ricardo. Desgraciadamente, no todos los autores –no importa la lengua en la que escriben- tienen esta capacidad.
            
Y es que el lenguaje y la historia navegan por la universalidad y abre las posibilidades a nuestro autor para ser leído y aceptado en latitudes donde se comprenda la magia de las negras situaciones tratadas en Nuestra Señora de la Sangre. Lo que aquí se plasma, si bien nacido al fragor de la batalla fronteriza entre México y los Estados Unidos, tiene la virtud de poder haber sucedido en algún rincón de Puerto Príncipe, Kiev, Manila, Nápoles, Beirut, Cádiz, Cabinda, Chicago, Manchester, Johanesburgo, Sao Paolo, Bombay o Damasco. La única diferencia es que en varios de esos lugares no se habla el español con la fluidez de Vigueras, ni llegan las publicaciones de la Colección Solar.

            El Zurdo Mendieta atacó de nuevo.


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