lunes, julio 20, 2009

LUNES EN LA LUNA

Seamos sinceros. ¿Sirvió para algo que hace 40 años se pisoteara por primera vez a la musa de todos los poetas?

domingo, julio 19, 2009

NUNSPLOITATION II: SATÁNICO PANDEMONIUM

Estrenada en 1973, según algunos (Perla Ciuk, Diccionario de directores del cine mexicano) y según otros en 1975 (IMDB), también esta película mexicana de Gilberto Martínez Solares comparte doble título, pues tan conocida es como Satánico pandemónium como por el de La sexorcista, subtítulo a todas luces oportunista concebido para aprovechar el tirón que la película El exorcista (William Friedkin, 1973) tuvo en todo el mundo. Y es que en esta película mexicana de monjas libidinosas tenemos un satánico pandemónium, pero no una sexorcista. Pandemonium quiere decir, según el DRAE, capital imaginaria del reino infernal, y también, en sentido coloquial, lugar en que hay mucho ruido y confusión. Ambas acepciones cuadran en un momento u otro con el argumento del film.

Sor María es una monja, interpretada por Cecilia Pezet, que un día es tentada por el demonio (Enrique Rocha, hoy famoso actor de telenovelas), quien se le aparece desnudo para empezar a poner a prueba su castidad. Obsesionado por la belleza de Sor María (o simplemente, jugando con los inocentes mortales como habitualmente suele), Satanás no va a cejar en su empeño hasta conseguir que Sor María enloquezca literalmente de lujuria, convirtiendo su deseo reprimido en fuego que devora cuanto toca (sobre todo cuando se cuela en la cama de un pastorcillo, y al no permitir éste dejarse manosear y poseer por la monja, ella le acuchilla y luego incendia su cabaña). Violada por Satanás, la lujuria de Sor María la volverá tan libidinosa y retorcida como criminal.

En su obsesión por poseer carnalmente a algunas de sus compañeras, no dudará en asesinar, incluso, a la madre superiora del convento. En definitiva, tenemos una película de nunsploitation, una cinta blandiporno donde lo que cuenta es lucir los atractivos sexuales de la atractiva Cecilia Pezet y, como no podía ser menos en toda nunsploitation que se precie, azuzar nuestros sentimientos más morbosos por medio de escenas de índole sexual envueltas entre toda clase de iconos cristianos en el interior de un convento. Desde su estreno hasta la fecha, la película se ha convertido en un clásico del cine de terror erótico de los años 70 dentro de la subcategoría de películas de culto, es decir: filmes de derribo reivindicados por apasionados de un género que no buscan, precisamente, la calidad exquisita ni el rigor de la filmación académica, sino más bien los estímulos que proceden de un cine más encaminado a provocar un inocente morboseo que a complacer a un espectador de gustos más ortodoxos o cultivados.

En Satánico pandemónium, la búsqueda del estímulo primitivo (excitación u horror ante el sexo o la sangre) están por encima de otros valores de los que el film carece de no ser por su encanto camp, por sus colores chillones y sus decorados no pocas veces de cuento infantil, donde escenografía y exteriores enfatizan más de la cuenta el mensaje muy obvio de la historia. Ambientada en algún momento durante los siglos en que en España operaba la Santa Inquisición, nada en la película remite realmente a ningún periodo más allá de los años 70 (la madre superiora luce unas gafas muy contemporáneas, para mi gusto, y en algunas panorámicas he creído advertir algunos caseríos muy del siglo XX). Se trata de una película “de culto”, como ya he dicho, concepto inventado no para referirse a verdaderas piezas de culto como La noche del cazador o La sal de la tierra, sino para vender productos no sólo antiguos, sino completamente obsoletos, que de otra manera no tendrían circulación en las grandes superficies virtuales como Amazon o La Mula de Alejadría.

Sin embargo, a pesar de este balance especialmente negativo, La sexorcista tiene el encanto de ese cine de terror mezclado con elementos eróticos que hizo furor en los cines de barrio durante los años 70 hasta que el concepto se gastó de tanto ser manipulado en multitud de filmes de bajo presupuesto. Además, en esta ocasión contribuye la belleza de Cecilia Pezet, muy delgada quizá para los cánones de la época (que tiraban más bien hacia la hembra jamona), pero muy sexy en términos generales. Es además una actriz discreta, no muy entusiasmada con el producto al que contribuye, y que se retiró pronto del panorama cinematográfico mexicano, pues La sexorcista es su penúltima película de una corta serie de filmes rodados entre 1971 y 1975. Hoy día, y desde 1987, es la presidenta del Ministerio del Amor, e incluso ha pasado una noche en una alcantarilla.

Prohibida durante mucho tiempo en México por la mojigata censura priísta, Satánico pandemónium es un film que hoy provoca cierta hilaridad involuntaria, pues está llena de disparates estructurales y de chocantes descuidos que, a pesar de que podían haber enterrado para siempre la reputación de cualquier director de cine, quedan completamente justificados por su giro final. Su director, el incombustible Gilberto Martínez Solares (su carrera cinematográfica recorre la historia del cine mexicano de 1938 a 1995 y consta de más de ciento cincuenta filmes), no tuvo por tanto mayor interés en justificar nada absolutamente dentro de esta deliciosa fantasía ideal para viejos verdes, pero tampoco quiso en ningún momento enfatizar las delirantes connotaciones de toda la trama y de la calentura de su bonita protagonista, por no enfatizar el hecho de que, literalmente, la credibilidad de su producto le importa un bledo. En este sentido, la orgía que casi cierra la película (considerada como la bacanal más ridícula de la historia del cine) carece de cualquier clase de profesionalidad y ha hecho exclamar a alguno que la película está “filmada con el culo”.

Como quiera que sea, son muchos los que han hecho constar que la película tiene un cierto encanto que se acrecienta con el tiempo. Quizá sean los desnudos, quizá la inocente ramplonería de su filmación y actuaciones, quizá lo pedestre de la dirección, quizá todo junto convierten a Satánico pandemónium en un banquete para los sentidos. Quizá, si don Gilberto Martínez Solares levantara la cabeza, diría que en realidad la película no es tan mala. Y aburrir, desde luego no provoca aburrimiento en ningún momento.Les cuelgo aquí un tubito perteneciente a la película, para que vean por dónde van los tiros.



miércoles, julio 15, 2009

NUNSPLOITATION: SCHOOL OF THE HOLY BEAST

Nunsploitation. Vaya palabrita. Una de las cosas buenas de los blogs es que uno descubre rarezas antes de que éstas se conviertan en conocimiento de todo hijo de vecino gracias a los periódicos. Una de estas curiosidades por mí descubiertas, no digo que no haya sido a destiempo, es la variante del género de acción o de terror "exploitation", que literalmente quiere decir “abuso” o “explotación”.

Un vistazo a la wikipedia arroja numerosas variantes de cine exploitation. Es más, en sentido estricto cualquier película explota algo (un actor, un género, unos efectos especiales…). El género exploitation parece encontrar su sentido cuando lo que se explota es a otra persona, de ahí la vertiente sexploitation o de abuso sexual por medio de la tortura. El género, cuyos antecedentes parecen ser tan antiguos como el cinematógrafo, afloró sobre todo en los años 60 y 70, consumado ya el declive del cine frente a la televisión, e intentando sobre todo plantear una variante más atrevida para el tradicional cine de terror. En el cine exploitation hay mucho drama, mucha violencia y mucho erotismo soft, y si a eso además le añadimos unos castillos encantados o unas vampirillas calentorras tenemos una película argumentalmente intrascendente, pero quizá muy sabrosa de ver.

Otra variante, extremadamente curiosa, es la nunsploitation: las monjas (nuns) son las protagonistas de toda clase de morboseos, humillaciones y vejaciones. Con tres grandes protagonistas por lo general: la Madre Superiora, el demonio y la Inquisición. El ambiente gótico de los conventos, además de la represión sexual en que viven estas desdichadas y el miedo a pecar convierten el género en un batiburrillo de situaciones fantásticas y/o calenturientas. Vamos a centrarnos en dos de estas curiosas películas que he visto recientemente: The School of the Holy Beast (Norifumi Suzuki, 1974) y Satánico pandemónium o La sexorcista (Gilberto Martínez Solares, 1975).

School of Holy Beast es una obra maestra menor que uno puede ver, ciertamente, sin ninguna indulgencia gracias a la poderosa belleza formal que desprende de principio a fin. No es por ello extraño que haya sido considerada hasta la fecha como la obra maestra del género nunsploitation. En realidad, el mérito de esta película consiste en que es un film japonés, y cualquiera que se haya aproximado un poco a la cultura japonesa sabe que este pueblo tiene una longeva tradición en abordar el terror en cualquiera de sus manifestaciones artísticas. Posiblemente la obra maestra del cine de fantasmas (y es difícil aseverar esto, pero es verdad) sea el poético y genial film Kaidan/El más allá (Kobayashi, 1964).

De la misma manera, no son concebibles las altas cimas estéticas de los cómics de Suehiro Maruo sin una rica tradición de ilustradores nipones que hicieron del terror y la tortura el motivo de su arte, un arte ciertamente perturbador pero conectado profundamente con los estímulos fundamentales de la sensibilidad artística. El film está dirigido por Norifumi Suzuki (1933), cineasta japonés especializado en cine de acción y violencia con altas dosis de erotismo, autor también de las celebradas Terrifying Girls School: Lynch Law Classroom y Sex and Fury (ambas de 1973). Considerado un clásico en Japón, Suzuki es un destacado representante de un fenómeno muy nipón que apenas llega a estas riberas de occidente y nos encandila, como siempre sucede, con la fuerza y singularidad de las extrañas fijaciones eróticas y obsesiones culturales del pueblo del sol naciente.

Como suele suceder con la serie B y hasta Z, Suzuki convierte un argumento de derribo en algo muchísimo más interesante, sobre todo por la elaborada belleza de las imágenes del film. La protagonista es Maya Takigawa, una jovencita liberada muy de los 70 que, para descubrir el misterio que rodea sus orígenes paternos, se introduce en el convento. Allí descubrirá que el origen de su vida fue, desde el primer momento, la consecuencia de la hipocresía y el sadismo extremos llevados a sus más radicales consecuencias. Toda la película es, ciertamente, una absurda concatenación de hechos sin demasiado sentido donde los buenos son muy buenos, y los malos, sobre todo, muy malos. Desde este punto de vista, el de la verosimilitud, la película haría aguas de no ser porque todo el film ejerce sobre nosotros una especie de embrujo visual difícilmente irresistible. Aquí, el simplismo argumental se convierte en algo definitivamente delicioso, hasta el punto de que The School of the Holy Beast es como ciertos animés donde lo más importante es la plasticidad, el ritmo y el efecto visual por encima de una historia que está más bien al servicio de complacer cierto sentido de la espiritualidad más propenso a la catarsis desnuda por cierto de la conmiseración, el terror y, como no podía ser menos, el eros.

Pero no sería justo dejar aquí la película como una intrascendente secuencia de torturas, escenas de cama y desnudos. Está también el aspecto ideológico que envuelve toda la película, está también su furiosa ideología anticatólica. Los japoneses no son católicos, sabido es de todos, por lo que en este contexto no se trata de una película que haya podido escandalizar a nadie en su país de origen. Acostumbrados a convivir en medio de muchos cultos, los católicos son para los japoneses tan curiosos como para nosotros pueda serlo un plato de sushi. Quizá más todavía. No cabe duda de que para ellos un convento de mujeres recluidas que se ven forzadas a realizar votos de castidad es caldo de cultivo para todo un cúmulo de fantasías morbosas. Pero más allá de todo esto, la película se orienta en determinado momento en una crítica de la hipocresía católica que por medio de una imposible y dolorosa sublimación sexual se convierte en todo lo contrario, poniendo sobre la mesa de manera muy explícita y a veces perturbadora las dudosas bondades de una vida de abstinencia erótica. Sólo desde este punto de vista, la película no es para católicos convencidos. Pero hay más.

Tenemos, por otra parte, la negación de Dios y el desprecio con que las sagradas insignias y formas son tratadas a lo largo del film. No entraré en detalles, pero no cabe duda de que nos hallamos ante de una de las películas más blasfemas de toda la historia del cine, y no blasfemas en el sentido inocente de un Luis Buñuel, por ejemplo, sino blasfemas y ofensivas (para quien se preste a la ofensa, claro está) desde el punto de vista en que Suzuki plantea la inexistencia de Dios ante el dolor infligido por las acciones de hombres y mujeres que se dicen representantes suyos. La bomba atómica de Nagasaki, vieja espinita que, como la de Hiroshima, los japoneses tienen todavía clavada en el corazón contra los cristianos de Occidente que se dan golpes de pecho y no follan para ganarse el cielo, aflora en un determinado momento como casus belli de incredulidad ideológica.

En definitiva, quien haya llegado hasta aquí y tenga conciencia para enfrentarse a esta bella, y en cierto modo inocente película, hará bien en descargarla de La Mula de Alejandría o comprarla en Amazon. El buen trabajo, en general, de todas las actrices encabezadas por la bonita Yumi Takigawa, y el buen ritmo que imprime Suzuki al conjunto de la historia la convierten en una obra recomendable. Para concluir, les cuelgo aquí un tubito (advierto que no es apto para todos los públicos),donde la indócil Maya es torturada nada menos que con tallos de rosa. Quien pueda conciliar de buen grado la mezcla de belleza y horror querrá ver la película completa. Va por usted, Don Melón.



viernes, julio 10, 2009

SEMANA NEGRA DE GIJÓN

Comenzó la Semana Negra de Gijón, el más grande acontecimiento literario, comiquero y gastronómico cultural del verano. Afortunados quienes estarán allí. Más información, aquí.

domingo, julio 05, 2009

PHOEBE GLOECKNER EN CIUDAD JUÁREZ

Tres bellezas: Ivonne Ramírez, Phoebe Gloeckner y Laura Ramírez
Hace dos semanas estuvo la autora de cómics norteamericana Phoebe Gloeckner en Ciudad Juárez. Gracias a las habilidades del colectivo 656, Gloeckner conversó sobre su obra Diario de una adolescente con los integrantes del taller Feminizando la historieta, que organizan 656 y el colectivo Palabras de arena. Ambos colectivos promueven el conocimiento de los cómics y la literatura entre las clases más desfavorecidas de la sociedad. Merece la pena darse una vuelta por el blog Palabras de arena para conocer puntualmente las actividades que llevan a cabo estas tres heroínas del desierto (Ivonne Ramírez, Susana Báez y Laura Ramírez), quienes, en condiciones de auténtica indigencia de medios, se suben a los autobuses para leer cuentos a los niños o asisten a los centros de educación primaria para difundir la literatura. Ivonne ha prometido publicar pronto la entrevista que hicieron a Gloeckner, la cual dibuja y escribe en la actualidad una obra sobre los feminicidios en Ciudad Juárez con una beca de la fundación Guggenheim.