viernes, septiembre 23, 2005

DOS FILMES DE GILBERT ROLAND

Recientemente he visto dos películas con Gilbert Roland, el juarense olvidado a quien bautizaron en Juaritos como Luis Antonio Dámaso de Alonso (nada que ver con el insigne polifemólogo y miembro de la Generación del 27). La juauría política juarense antes prefiere dedicar unas callecitas a la lechuga, el jitomate y el perejil que a uno de sus hijos más notorios. Hasta hay una calle Murcia que no me la dedicaron a mí, pero ni una para Gilbert Roland. El monumento a Tin Tan es comprensible, así como una avenida para Juan Gabriel; pero si Juan Gabriel merece una avenida, Gilbert Roland, el juarense olvidado, merece por lo menos otra.

Gilbert Roland nunca fue una primera estrella como el chihuahuense Anthony Quinn (otro que merece una avenida, y no un bodrio de Sebastián), pero fue un formidable actor secundario que lució en multitud de buenas películas del Hollywood de la Edad de Oro. En el viejo Hollywood ser secundario no significaba ser actor de segunda: significaba que te especializabas en papeles de característico que algunos hacían estupendamente bien. Y trabajaban toda la vida y el público los reconocía con gusto en cada película. Como Gilbert Roland, el juarense olvidado.

Las primera de las películas vistas fue El capitán Kidd, de Rowland V. Lee (Captain Kidd, 1945), un filme de piratas de segunda fila, pero de cuando se sabían hacer estupendas películas de aventuras que te agarraban de las pelotas y no te las soltaban hasta el final. Una película de aquella década impresionante que fue la de los 40, cuando se produjeron tantas buenas películas que una ceremonia de los Oscars parecía una batalla en la llanura de Troya. Bueno, pues película de segunda fila de aquellos tiempos, o sea, estupenda. Lo mejor es la interpretación de ese monstruo llamado Charles Laughton, que era un inglés bajo, gordo y feo con una sensibilidad superdotada que le llevó a componer personajes inolvidables y dirigir una bella y terrible película que es la gran película maldita de la historia: La noche del cazador. Laughton interpreta a Kidd, uno de los piratas más sanguinarios de la historia, y lo hace con tanta flema y hasta gracia, que no puede dejar de caernos simpático. Charlier tomó mucho de aquí para su inolvidable cómic Barbarroja. Su antagonista es Adam Mercy (Randolph Scott) que pretende vengar el asesinato de su padre en manos de Kidd, que ahora se pavonea hecho un señor por los palacetes de Londres (también Víctor Mora debió de tomar algo de aquí para El Corsario de Hierro y su eterna confrontación con Lord Benburry (antes el pirata La Mano Azul). Gilbert Roland interpreta con desenvoltura a José Lorenzo, uno de los hombres de confianza de Kidd que hacia la tercera parte del film es arrojado por la borda tras un duelo con Mercy por querer violar a la chica bonita de la película: Lady Anne Dunston (Barbara Blitton). Destaca en Roland, sobre todo, su desenvoltura de bailarín ante las cámaras y su habilidad para los duelos a espada. Redondea el reparto la presencia de pájaro de John Carradine, otro formidable secundario de los de antes. Una película de piratas de buena factura con buena trama y buenos actores. Todo un divertimento en blanco y negro donde, sobre todo, brilla con intensa luz Charles Laughton.

Y la segunda de Roland fue Bandido, dirigida en 1956 por Richard Fleischer y protagonizada por Robert Mitchum. La película es una especie de Parque temático de la Revolución Mexicana, y en ella Roland interpreta al coronel Escobar, que quiere apoderarse de un cargamento de armas acerca del cual le da el soplo Wilson (Robert Mitchum). Wilson es un americano que anda haciendo trapicheos de armas en México y que se vende al mejor postor y se pasea entre los tiroteos y los cadáveres sin perder la compostura ni ensuciarse la chaqueta. En cierto modo, este aire exagerado del film es un antecedente del spaghetti western de los 60 y 70, donde la épica del western comenzó a ser maleada por cierto toque de comedia y de espectáculo circense. Buena parte de ello ya está en Bandido. La interpretación de Roland es más que efectiva, da gusto verle paseando a caballo como coronel revolucionario con su nopal en la frente, aunque se le echa en falta la agilidad felina que lucía en El Capitán Kidd. La película no es muy verosímil, pero tiene unos magníficos diálogos llenos de chispa donde destaca, sobre todo, la socarronería del personaje de Wilson, socarronería y cinismo que Robert Mitchum (protagonista de La noche del cazador, de Laughton) reflejaba a la perfección. Como dato curioso, al tratarse de una película filmada en México cuenta con algunos actores mexicanos en papeles episódicos donde destaca (pero no luce) un cura de pueblo interpretado por el gran Miguel Inclán, el inolvidable Ciego de Los olvidados y de otras películas imprescindibles de la edad de oro del cine mexicano.

El Capitán Kidd (Captain Kidd, 1945). Dirección: Rowland V. Lee. Guión de Norman Reilly Raine. Fotografía de Archie Stout. Música de Werner Janssen. Protagonistas: Charles Laughton, Randolph Scott, Barbara Britton, John Carradine, Gilbert Roland, et al. USA. (***, de 4).

Bandido (1956). Dirección: Richard Fleischer. Guión de Earl Felton. Fotografía de Ernest Laszlo. Música de Max Steiner. Montaje: Robert Golden. Protagonistas: Robert Mitchum, Ursula Thiess, Gilbert Roland, Zachary Scott, et al. USA/México. (***, de 4).

lunes, septiembre 19, 2005

PECAR Y VUELTA A PECAR

Qué gracia me hace la colección La novela pasional, que reedita Renacimiento en edición facsímil. Novelitas eróticas de los años veinte, ahora felizmente recuperadas. A veces tenemos la impresión de que nuestros abuelitos eran siempre puretas o siempre gazmoños con respecto al sexo, pero lo cierto es que es la novela erótica inglesa del siglo XIX o la francesa de Sade del siglo XVIII la que todavía nos perturba más. La Novela Pasional, con la inocencia de sus ilustraciones, hace creer que nos hallamos ante un producto desfasado, y no es así, ya que a veces están llenas de las más raras costumbres eróticas, como es el caso de Pecar y vuelta a pecar, donde hay una escena de sexo lésbico menstrual. Pecar y vuelta a pecar, escrita por el para mí desconocido Dario Guijarro, se trata de una disparatada historia (siempre presente el humor en esta colección) protagonizada por la lúbrica Generosa, una gitanaza resalá que entra como cocinera en una casa bien, y tras seducir a la doncella, quien es también su compañera de cuarto, decide "estrenar" al impúber señorito de doce años para darle gusto. Y es que Generosa hace honor a su nombre, como explica ella misma (p. 9) en un lenguaje chulapón y castizo tan español que, todavía hoy, es el habla popular de muchas de sus gentes y resulta reconocible en toda la telecomedia española, y en el mismísimo Pedro Almodóvar, a quien debemos agradecer que lo haya universalizado. Reflexiona Generosa en voz alta acerca de su misión en la vida:

Pues, Señor, a ver qué casa es esta. ¿Qué me deparará aquí mi suerte salvaje? ¿Cómo será la señora: joven, entrada en años? ¿Vieja? ¡Ay, qué horror! Me largo si es vieja... ¡Líbreme Dios de viejas! ¿Será... condescendiente? ¿Será... beata? Pues, ¿y el señorito? ¿Será un viejo verde? ¿Será cariñoso? ¿Será gordo? ¿Será alto? ¿Habrá hermanitas?¿Tendrá este matrimonio niñas casaderas, alguna tobillerita bien? El peque es un cromo... La doncella, preciosa... El preceptor no está mal. ¡Qué ha de estar mal! ¿Qué clase de familia será esta? Pero ¡qué más me da! Si sean como sean, al fin he de hacerme con todos y con todas... A mí, que me reciban; que luego, el darles gusto es cosa mía. A ver a qué está una: a dar gusto, que para eso se pone una a servir. Y de servir, servir para todo y que todos vayan bien servidos... ¿No he dado gusto siempre en todas las casas? Pues aquí también daré gusto; que en darlo está el secreto de que a una le den lo que necesita... Y para cuatro días que va una a vivir, vivirlos a gusto. Cuanto más a gusto, mejor. Yo no nací egoísta, y devuelvo ciento por uno. He nacido generosa, ¡qué le voy a hacer yo! ¿Que mis generosidades tienen sus quiebras y a veces concluyen con que tengo que salir por pies? Pues con la música a otra parte, y a buscar nuevos señores a quien servir... ¡Y vuelta a empezar! ¡Que me gusta dar gusto, Jesús de las Cinco llagas!

Y es que ya no ha sirvientas como Generosa (si es que alguna vez las hubo). Como clamaban los señoritos del cine casposo de los años 50 y 60: "¡Jesús, cómo está el servicio!"

domingo, septiembre 18, 2005

APARECE TARTESSOS, DE PACO NÁJERA Y SANTIAGO GIRÓN

Constato con alegría que esta semana ha aparecido La ruta del estaño, primer episodio de la serie Tartessos dibujada por Paco Nájera (1959) y escrita por Santiago Girón (1963). No es la primera vez que escribo sobre esta obra. El primer álbum, editado a color y tapa dura por Editorial Almuzara comienza poco a poco a distribuirse en las librerías de toda España, aunque la primera fase de esta distribución parece que abarcará primero las librerías de "libro" antes de llegar a las especializadas en cómic. Se trataba de un proyecto largamente esperado sobre el cual muchos se habían hecho eco en algunos foros dedicados a la historieta. Tartessos es una recreación de aquella civilización ejecutada por el trazo humorístico, fuerte y redondo de Paco Nájera, bajo la batuta de unos guiones llenos de humor y repletos de múltiples guiños culturales sobre la historia antigua del Mediterráneo. Quienes hemos podido leer la historia corta que Nájera dibujó en 2002 como aperitivo editorial para su serie podemos constatar el alto nivel de calidad gráfica, meticulosa documentación histórica y grandes dosis de humor que derrochará, sin ninguna duda, este primer Tartessos. Un tebeo que conjuga historia y comedia en una línea cuyo referente más conocido sería Astérix, pero con todo el trasfondo de leyenda y pasado arqueológico relacionado con esta civilización del sur de España. Es decir: es una obra sin simplificaciones cuya abundancia de detalles no abruma, donde el ojo entrenado a pasearse por libros dedicados al arte de nuestros antepasados encontrará recreaciones enormemente gratificantes, pero ajustadas siempre al tono de aventura y comedia de altos vuelos que desde el principio se propusieron los creadores de Tartessos. Quien quiera abrir boca familiarizándose con los protagonistas de esta serie coral, puede acceder desde aquí a la página web de Tartessos. Paco Nájera se encuentra ahora mismo enfrascado en la realización del segundo álbum, cuya edición también llevará a cabo Editorial Almuzara. Argantonio ha regresado, y espero que sea para bien. Ya me explayaré más cuando tenga el primer Tartessos en mis manos. Estoy convencido de que éste será el comienzo de una larga y fructífera singladura que muchos seguiremos de cerca.

lunes, septiembre 12, 2005

SIN CITY: MI PESADILLA DIURNA

Hace poco más de dos meses sufrí las dos horas más angustiosas que recuerdo haber pasado en un cine durante toda mi vida. Desde mi lejana infancia, en que mi abuelita Juana me llevaba al cine a ver películas de terror de serie Z, no había pasado un rato tan malo. Mi abuela Juana me llevaba al cine Coy a ver películas de Paul Naschy y de Jess Frank, y yo, a pesar de que siempre me decía: "Aguanta, no sea gallina o no te querrá el Hada Rebeca", yo, que soy un cobarde por naturaleza, me desmayaba en mi butaca. Mi cariñosa abuelita me despertaba terminada la función y me compraba un tebeo de El Capitán Trueno con hermosa portada de Antonio Bernal. Era la España del tardofranquismo y del bocata de sardinas cultural.

Hace poco más de dos meses acudí a ver Sin City, de Robert Rodríguez y Frank Miller, y no me desmayé, pero estuve a punto. No me desmayé porque ya no soy chinorri, pero además hice trampas: tuve que cerrar los ojos varias veces. Sin City me resultó tan divertida como marchar cuesta abajo en una montaña rusa junto a un mara salvatrucha que está a punto de despanzurrarme la cabeza como si fuera una sandía podrida. En eso consiste la gracia de la película, precisamente: en que duela. O sea, que Sin City es casi una puritita obra maestra.
Digo "casi" porque hay cosas que no cuajan, y me refiero a la inverosimilitud de ciertos planteamientos iniciales y resoluciones finales, que en cine no acaban de convencer. Se me dirá que se trata de un tebeo filmado, pero es que yo estoy acostumbrado a la inverosimilitud natural del tebeo, pero no de ésta en el cine. Sin City es un festín de muerte: mezcla de cine negro, tebeo de superhéroes, melodrama nihilista y hasta corto de Tom y Jerry buscándose con pistolas y machetes por el Infierno.

Sin City es la fiel adaptación a la pantalla grande de tres álbumes de la serie de Frank Miller del mismo título. Lamentablemente, la frankensteinzación de tres álbumes en una sola película, así como lo mucho que se notan las costuras al monstruíto, es otro de los problemas de que adolece el film, que sin esta estratagema narrativa se hubiera quedado en película de episodios (que, por cierto, las hay muy buenas). Los álbumes son, creo, Sin City, La gran matanza ( The Big Fat Kill, quizá la adaptación más floja de los tres) y That Yellow Bastard.
Lo pasé mal, muy mal, viendo la película. No porque sea una mala película, que es excelente en muchos aspectos, y estoy deseando (masoca que es uno) comprarla en deuvedé cuando salga para verla en casa como Dios manda: con cigarrillo y tequilita. Lo pasé mal porque contiene una violencia estética y hasta muy bella conducida a su máxima expresión. Es como si las puertas del infierno se hubieran abierto y las cruzases para encontrarte con los grabados de un Gustavo Doré moderno llamado Frank Miller: canibalismo, tiros y puñetazos cada dos por tres, gore desatado y hasta lírico que convierte a Harry el Sucio en cine de parvulitos, carreras espectaculares en coches conducidos por personajes enloquecidos; pero sobre todo, esa angustia sórdida y esa violencia perpetua, insistente, sin respiro, impredecible a veces y sin lógica ninguna, que parece ser la violencia de nuestra época de terrorismo internacional, safaris en estaciones de metro, violaciones y asesinatos sin un Marv que los vengue y, sobre todo, humillación constante de la dignidad humana en todas partes. Creo que Sin City es, ante todo, una película que refleja muy bien la turbiedad moral del mundo en que vivimos y la angustia nihilista de nuestra generación. Es una película que algún día podría ser referente generacional, como en otros tiempos lo fueron Lo que el viento se llevó, Rebelde sin causa o Easy Rider.

Estéticamente, la película es formidable, y a esto contribuye que ese gran autor de tebeos que es Frank Miller haya metido su cuchara hasta el punto de figurar como co-director junto a Rodríguez. Un blanco y negro delicioso adornado por efectos de color (me recuerda el vanguardismo de Europa, de Von Trier), y sobre todo, una estética de blanco y negro pintado que le debe mucho a la obra comiquera de Muñoz y Sampayo (influencia directa en Miller veinte años antes del éxito de éste último), pero también a una larga tradición de cine negro a la que el cine americano nos tiene bien acostumbrados y que aquí se amalgama con el género de terror que más me asusta. Efectivo Bruce Willis (como casi siempre), linda pero sosita Jessica Alba, estupendo Benicio del Toro y genial, absolutamente genial Mickey Rourke como Marv. Me alegra mucho que haya regresado este pirado, con tanta fuerza y tan bien arropado por un equipo artístico impecable, desde sus infiernos personales. El mejor trabajo actoral de la película.
Sin duda, Sin City es un film que yo no recomendaría abiertamente a todo el mundo, pero es una película que debe ver cualquier individuo interesado en la evolución del séptimo arte. No hay consuelo después de que se enciendan las luces al final de la proyección, y es por esto una película que dinamita la esperanza y apesadumbra el alma: no es un divertimento del que podamos despertar como de una fantasía o de un sueño, de algo que no acontece en la vida real.Desgraciadamente, Sin City es un lugar lacerantemente real donde todos los horrores están permitidos. Un lugar que podría ser tu ciudad (da gracias de que no lo sea) y donde todo, absolutamente todo, es absolutamente posible. Podría dar nombres de Sin Cities auténticas. Como digo, una película posiblemente generacional. Nadie se salva: todos estamos infectados de una forma u otra, aunque unos más que otros. En realidad, Frank Miller no inventa nada que no ocurra en la vida, de ahí el carácter de este film, que es trágico más que cómico (algunos ven la película como una especie de cirquito inverosímil, quizá para ponerse una venda en los ojos ante el horror). También desde este punto de vista habría que decir que el film Sin City es, como En las cimas de la desesperación de E.M. Cioran, un estado del alma.

jueves, septiembre 08, 2005

UN ESTUDIO SOBRE VÉRTIGO.

Concluí hace unos días la lectura de un pormenorizado análisis sobre Vértigo, la gran película de Alfred Hitchcock. Está escrito por José Luis Castro de Paz y es el número 5 de la colección Paidós Películas, una colección de referencia absoluta en español para aproximarse a un estudio crítico pormenorizado de las grandes películas de la historia del cine. Esta colección no es muy regular, por lo que parece, ya que durante los últimos seis meses no me ha parecido que la colección se haya movido mucho. Sin embargo, los responsables de la librería madrileña Ocho y Medio me dicen que la colección no ha sido cancelada, sino que estos libros muy especializados no tienen una demanda masiva, y por tanto, no salen precisamente una vez al mes, sino cuando están a punto de caramelo para la imprenta. La librería Ocho y Medio de Madrid es uno de mis descubrimientos recientes, y uno de mis antros de visita frecuente en Madrid: especializada, como su nombre indica, en libros sobre cine editados around the world, tiene un surtido fabuloso de estudios sobre películas, guiones de cine, memorias, biografias y análisis críticos de la obra de los grandes maestros y de los protagonistas de la historia del cine. Siempre que voy, algo me llevo. No podía ser de otra manera, teniendo en cuenta mi naturaleza. Otro libro sobre Vértigo en el que me hallo absorto es el ensayo que le dedicó el filósofo español Eugenio Trías y que abarca 194 páginas de su obra Vértigo y pasión (Taurus, 1997), fabuloso estudio reflexivo sobre mi película favorita de todos los tiempos: Vértigo. Muy analítico el estudio en Paidós de Vértigo (que en España tuvo el doble título De entre los muertos, hoy en desuso) realizado por Castro de Paz, capaz de arrojar mucha luz sobre una película tan luminosa, y, sin embargo, tan oscura y abismal hasta el punto de ser, posiblemente, la película que más bibliografía crítica y hermenéutica ha producido en toda la historia del cine.

martes, septiembre 06, 2005

MI VIDA PARALELA

Escribía hace poco Jody Dito en estos Comentarios que esta bitácora parece haber pillado una gripe general bloguera, ya que se actualiza poco. Tenía razón, pero la gripe es poca cosa. Si tuviese la gripe escribiría sobre la gripe. El problema es que ahora no tengo tiempo para escribir, que es lo peor que puede suceder a alguien para quien escribir es como respirar. A menos de un mes de defender mi tesis doctoral, y en la espera de que me resuelvan cuál va a ser la fecha definitiva (porque hasta el viernes 9 es un misterio) no tengo tiempo de escribir porque estoy hundido durante todas mis horas disponibles (que son pocas, porque imparto cuatro clases este semestre) en trabajar detenidamente los muchos textos de Plutarco (46-120 d.C.) que aparecen repantigados por las casi mil páginas del monstrito de tesis que traje al mundo. Los muchos textos latinos no son problema, ya que uno le debe al latín los frijoles de la olla y los tequilas para el gaznate, pero mi griego está bastante olvidado, y no desearía que durante la defensa se plantease alguna pregunta sobre un texto preciso, y quedarme in albis preguntando a mi vez: ¿Mande? O sea, que Plutarco o revienta. Plutarco fue un divulgador fantástico, y posiblemente, el último gran escritor de la literatura clásica griega. Autor de las impagables Vidas Paralelas (que no Para Lelas), también escribió un chingototal de obras, entre ellos obras de costumbres, una obra sobre las Virtudes de las Mujeres, y hasta otra de conversaciones de sobremesa. Mientras batallo con las contracciones consonánticas de los aoristos y los perfectos reduplicados que busco con los perros de Acteón por los bosques sombríos de mi cerebro, flipo en colores con su prosa precisa en griego koiné, el mismito (pero mil veces mejor, que me perdone el Espíritu Santo) que el del Nuevo Testamento en V.O. Divertido Plutarco, sí, pero se bebe la mitad de mi vida que yo antes dedicaba a otras cosas. Es mi Vida Paralela. ¡Que se acabe pronto, San Dios! San Dios dice que ya queda poco, y Plutarco parece tener el mismo dolor de cabeza que yo. Un Plutarco que me he bajado de Internet y que no sé de dónde ha salido, la verdad, pero muestra una compunción muy adecuada para estos días.

sábado, septiembre 03, 2005

TÉCNICAS DEL GUIÓN XIX (DE XIX): LA ESCENA DRAMÁTICA Y FIN DE FIESTA.

Con la escena dramática llegamos al fin de este serial. Les recomiendo con énfasis que compren el libro de Howard y Mobley, The Tools of Screenwriting (St. Martins Press, New York, 1995). En el extremo derecho de la foto está, claro, quién si no, el gran Charlie Chaplin, quien también se responsabilizó de los guiones de sus propias películas durante su periodo de madurez. Que ustedes lo hayan pasado bien. Fin de fiesta.

19. La escena dramática (The dramatic scene, p. 91).

Una escena es, en cierto sentido, una obra de teatro en un solo acto, pero una que enlaza con las escenas antecedentes y consecuentes hasta formar parte de un todo. Convenientemente estructurada, la escena tiene un protagonista, como también la tiene la historia completa, y las mejores escenas tienen un objetivo, obstáculos, una culminación y una resolución. El protagonista de la escena, por supuesto, no tiene por qué ser el mismo de la película. Un guionista debe plantearse antes de escribir: ¿de quién es la escena? Antes de sentarse a escribir, es conveniente pensar en esto, y hacer un repaso mental de todos los elementos estructurales ya comentados, y aplicarlos si es posible a esa única escena, y así una detrás de otra. A la hora de reescribir el trabajo ya realizado, es conveniente hacerle a la escena las siguientes preguntas:

1. ¿Está clara de quién es la escena, y qué quiere el protagonista?
2. ¿Cuál es el conflicto de la escena? ¿Se halla en la relación del protagonista con otros personajes o circunstancias, o el conflicto se encuentra dentro del personaje?
3. ¿Dónde y cuándo tiene lugar la escena? ¿Puede servir otro momento y lugar para proporcionarle más trascendencia a la escena?
4. ¿Qué personajes están presentes al comienzo? ¿Cuáles entran durante su transcurso? ¿Quién permanece al final?
5. ¿Se introduce algún personaje nuevo? Si es así, ¿proporciona la escena alguna pista acerca de la naturaleza del personaje y lo convierte en alguien fácil de recordar?
6. ¿Dónde estaban los personajes antes de la escena y a dónde irán al final?
7. ¿Se ha producido una elipsis temporal desde la última escena? Si es así, ¿está claro para el espectador que el tiempo ha pasado y cuánto tiempo ha pasado? Si existen elipsis temporales dentro de la escena, ¿resultan claras y creíbles?
8. ¿Se ha producido una transción desde la escena previa y se produce una transición hasta la escena siguiente?
9. ¿Hay una escena de Preparación y una de Consecuencia? ¿Es necesaria? No todas las escenas la exigen.
10. ¿Contrasta la escena con la escena anterior y con la escena siguiente? No es necesario que exista siempre el contraste.
11. ¿Concuerda la actitud de los personajes con quiénes son lo que quieren?
12. ¿Están claras y motivadas las acciones de los personajes? ¿Descubren al personaje y mueven la historia hacia delante?
13. ¿Se da el uso de la ironía dramática?
14. ¿Hay unidad de acción?
15. ¿Se halla la escena temáticamente relacionada con el resto de la película?
16. ¿Son los obstáculos suficientemente difíciles? ¿Son demasiado difíciles?
17. ¿Son los acontecimientos verosímiles?
18. ¿Sabe la audiencia qué marcha bien o mal en la escena? ¿Cuándo lo saben a lo largo de la escena? ¿Cuándo lo saben uno o más personajes?
19. ¿Los diálogos definen al personaje?
20. ¿Se revela la vida interior de los personajes mediante la acción, el diálogo o la reacción?
21. ¿Se usan elementos de futuro? ¿Deberían usarse? ¿La escena conduce la acción a un punto muerto, o empuja la historia hacia delante?
22. ¿Hay referencias visuales, auditivas, sugerencias y comentarios para los otros profesionales que trabajarán en el film?
23. ¿Corresponde la escena a la historia que se está contando?