miércoles, mayo 27, 2009

SOMEWHERE IN TIME

Explica el director Jeannot Szwarc en las características especiales que acompañan la edición en DVD de esta película que Somewhere en time no es una película para cínicos.¡Absténganse descreídos de la vida y del amor! Escrita por Richard Matheson y basada en su propia novela, esta película narra cómo Richard Collier (Christopher Reeve) viaja en el tiempo hasta el pasado para recuperar un amor perdido que aún no ha perdido. Bello film romántico sin pudor de serlo, Somewhere in Time hubiera sido una película de culto universal de haber sido rodada por William Dieterle en los años 40, pero en los años 40 esta novela no existía. Alejada tanto del expresionismo cinematográfico como del sentir de una época que era mucho más romántica que la nuestra, en Somewhere in Time brillan sobre todo la belleza deslumbrante de Jane Seymour y un tema principal compuesto por John Barry que ya es Historia de la música en el cine. Un buen film, de esos para llorar con ganas y con gusto, cuyo único defecto podría ser el de haber llegado a nostros con tantas décadas de retraso.

jueves, mayo 21, 2009

TEBEOTECA IV: LOS COMPAÑEROS DE UNIVERZOO, DE MORA Y USERO

Los compañeros de Univerzoo (Les Compagnons d´Univerzoo) fue una obra realizada entre 1974 y 1975 para la revista francesa Pif, de Ediciones Vaillant (París). Se trata de una serie de ciencia ficción, género que el escritor Víctor Mora (1931) había cultivado antes en Vendaval (con dibujos de Antonio Bernal, 1956) o Galax el Cosmonauta (con Fuentes Man y Rafa Ramos, 1968). Quizá su obra más conocida en este campo sea Dani Futuro, dibujada por Carlos Giménez entre 1969 y 1975). En esta ocasión se encargó de los dibujos el gran artista madrileño Adolfo Usero (1941), quien ha colaborado con Mora en otras ocasiones.
Trazos ágiles y ligeros para resultados barrocos
Corre el año 2210. Jo Klavius y sus amigos viven en Univerzoo, perteneciente al Consejo Científico Terráqueo. Univerzoo es una reserva natural de especies animales protegidas (como los lagartos vampiro o las tortugas dragones) de todo el universo conocido, la cual se ubica en lo que antes fue el desierto de Sahara. Destinado al Arche, nave capitaneada por el capitán Lang cuya misión consiste en estudiar las costumbres animales, la nave abandona el Sistema solar para llevar a cabo sus investigaciones.
Ecos de fantasía heroica
Univerzoo fue una serie efímera, cuyo planteamiento ha ido ganando en importancia con los años, ya que la sensibilización creciente hacia la ecología le concede hoy día una pátina de modernidad. Los guiones de Mora tienen la chispa y frescura que siempre ha caracterizado la producción adolescente de este escritor (El Capitán Trueno, El Jabato), donde Mora procuraba ejercer siempre una función didáctica independientemente de en qué época transcurriesen sus historias. Quizá en esta ocasión la palma se la lleva el excelente dibujo de Adolfo Usero, suelto y lleno de vigor y dinamismo. Los Compañeros lucharán contra traficantes de animales (como en la aventura de los gorilas enmascarados, trasunto de la época ya lejana —en la ficción, por supuesto— de la trata de seres humanos) o que buscan el cementerio de las tortugas dragón para enriquecerse con la venta ilegal de sus valiosos caparazones. Víctor Mora recicla viejas leyendas y lacras de la edad de oro de la exploración para proyectarse a un universo donde la convivencia con el entorno natural y sus criaturas se ha convertido en una necesidad social que cada día resulta más acuciante en nuestra realidad.
Vida cotidiana y humor en el espacio
Como siempre, las historias están protagonizadas por el habitual trío de las series juveniles de Mora: acompañan a Jo Klavius la simpática Gina, pecosa con cierto aire de familia con Supernova (también creación de Mora con Edmond), y el estrambótico Kissetou (en la primera historia recibe el nombre de Sepreskstout), especie de joven pedante de buen corazón que aliña los relatos con su vis cómica. En Los compañeros de Univerzoo encontramos muchos elementos de anticipación como aircars, televisión en tres dimensiones y aventuras sin fin en planetas exóticos. En España los ocho relatos de la serie fueron editados en 1982 en un solo volumen por Ediciones Amaika (Barcelona).

Ficha Tebeosfera
Ficha Toutain: Víctor Mora.

martes, mayo 19, 2009

ANTIPASTO



Hay cine de palomitas, y cine para vomitar las palomitas. Prefiero éste último.

Luis Buñuel acerca de la concepción de Un perro andaluz (1929): Trabajamos acogiendo las primeras imágenes que nos venían al pensamiento y en cambio rechazando sistemáticamente todo lo que viniera de la cultura o de la educación. Tenían que ser imágenes que nos sorprendieran (...). O sea, que hacíamos surgir imágenes irracionales, sin ninguna explicación. (José de la Colina, Tomás Pérez Turrent, Luis Buñuel: Prohibido asomarse al interior. México, 1986, pp. 22-3).

Lars von Trier en Cannes sobre su último film, Anticristo (2009): Es una obra en la que las secuencias se fueron añadiendo sin razón lógica, y donde las imágenes iban componiéndose fuera de toda lógica o de toda reflexión dramática, procediendo a menudo de sueños que yo tenía o había tenido en otras épocas (Citado por Borja Hermoso en El País).

Decía don Luis Buñuel que hoy ya no era posible el escándalo. Cambien el Hoy de Buñuel por nuestro Ayer, claro. Contaba don Luis sobre las reacciones que tuvo Un perro andaluz en su estreno: Se proyectó durante ocho meses. Hubo desmayos, un aborto, más de treinta denuncias en la comisaría de policía. Hoy, los tiempos han cambiado (op.cit. p. 25).

Lars von Trier acaba de demostrar en Cannes que sí es posible el escándalo, pero hay que ser para ello lo que fue don Luis en su tiempo: un vanguardista del escándalo, no un mediocre imitador de escándalos del pasado. Claro, éstos tampoco son ya aquellos felices años 70 en que ya no era posible el escándalo. Son estos tiempos sórdidos de puritanismo salvaje en nombre del Bien Común y de corrección política y/o estética: Autocensura.

Veré la película de von Trier aunque me decepcione o asquee (de algo me tiene que servir tener corazón de pollo). Porque en líneas generales me encanta von Trier. Seguro que en el fondo, Anticristo es tan inocente como el Perro andaluz de don Luis. Los que deberían estar recluidos en alguna parte no son los escasos von Trier de este mundo, sino esos críticos-caniche y peseteros de los medios de información a quienes tan pronto se les ve el culo.

Entrevista con Lars von Trier, clicando aquí.

jueves, mayo 14, 2009

CARNIVÀLE: CAUTIVOS EN BABYLON (PARTE 4 DE 4)

Toda gran obra tiene además un trasfondo que refleja su tiempo, y no creo que Carnivàle sea inocente al respecto. No existe inocencia ni casualidad cuando hablamos de obras maestras artísticas. Carnivàle fue planificada y rodada durante el bushismo. La lucha entre el bien y el mal que plantea esta obra tiene como exponente del mal absoluto, de la demonización del mismo, a un hombre de iglesia que para toda acción usa el nombre de Dios a su conveniencia.

La historia del hermano Justin es la de un hombre cercano a Dios que poco a poco va descubriendo que su naturaleza es otra muy distinta, la del ángel caído. Toda la hipocresía de la filosofía neoconservadora del bushismo es reflejada, no en la tortuosa personalidad de este personaje, sino en su faceta de hombre de Dios y de hombre público.

Los argumentos que apuntalaron la guerra contra el terror o Guantánamo se asemejan mucho a los que el hermano Justin usa en sus diatribas dirigidas a los miserables y desposeídos que durante la Gran Depresión se acercaban a Dios, sobre todo si con Dios recibían también un plato de sopa. En el otro extremo, los desposeídos que integran la estrafalaria corte de errabundos personajes del circo ambulante, inmersos sin ellos saberlos en un aura de religiosidad que les aproxima a los apóstoles y seguidores del Nazareno y a su verdadero mensaje, son la contraparte de la manipulación ideológica, política, económica y social a la que por regla general están sujetas las religiones en manos de individuos tan reprobables como el hermano Justin, George W. Bush o el mismo Papa de Roma.

Desde este punto de vista, que daría para un análisis más profundo, Carnivàle no fue sólo una apuesta osada, con frecuencia irreverente, ni fue sólo una obra de una extraña y conmovedora belleza atroz, sino también, dicho de forma vulgar, una patada en los huevos de mucha gente. La audiencia posiblemente no perdonó esta visceralidad, pero el experimento que duró sólo dos temporadas nos ha legado un clásico que habrá que revisitar una y otra vez con el paso de los años. No será de extrañar que las generaciones futuras redescubran la enorme grandeza de su propuesta y la insólita interpretación que de los tiempos de Bush se hizo a principios del siglo XXI por medio de la turbiedad y belleza de esta obra maestra maldita que es Carnivále.

miércoles, mayo 13, 2009

CARNIVÀLE: CAUTIVOS EN BABYLON (PARTE 3 DE 4)

Resulta paradójico hablar de medio televisivo. Carnivàle no parece una serie de televisión, y la mejor forma de verla no es hacerlo en la pantalla del televisor. Quizá fue éste uno de los problemas de recepción que tuvo una serie adelantada a su tiempo, inusual, poética y visionaria. Carnivàle es una película que dura 24 horas, y su grandeza no encaja del todo bien en ese electrodoméstico familiar al cual rebasa y destruye: el televisor. Los polvorientos caminos del suroeste de Estados Unidos, la fantasmal presencia del mismo circo ambulante con su noria que se recorta siempre contra un cielo negro, los bucólicos paisajes de la Nueva Canaan del hermano Justin, y en definitiva, la naturaleza coral de una serie cuyos personajes se integran de forma colectiva en una paisajística que incide siempre en la herencia del planeta en disputa en esta lucha entre el bien y el mal, dificultan la percepción de Carnivàle a través de la pequeña pantalla. Es esta una serie de ejecución exquisita donde hasta el más ínfimo detalle está cargado de sentido, de verdad dramática, de una capacidad inusual para definir lo más grande partiendo de lo más ínfimo. Carnivàle es una serie que hay que contemplar, o en su grandiosidad, o en su cercanía, o en pantalla grande o en las pantallas de los modernos ordenadores que permiten un grado de complicidad mayor que el del ciudadano común con su pantalla de televisión, a menos que ésta sea de muchas pulgadas.

Daniel Knauf y su equipo se embarcaron en un proyecto audaz. Todo en Carnivàle recuerda a otra cosa, a otras historias, otros clichés, otros personajes, pero todos los elementos de los viejos guisos de la abuela se transforman en nueva cocina deconstruida para nuestro placer, para seducir o conmover nuestros sentidos. Los directores, como es natural en esta clase de producciones, fueron variando de episodio en episodio, aunque queda para la historia el nombre de Rodrigo García (hijo de don Gabriel, el de Cien años de soledad: realismo mágico de segunda generación) como el artífice de los que probablemente sean los mejores episodios de la serie, entre los que destaca “Babylon” (S1E5): quizá uno de los momentos cumbres del arte del relato televisivo de todos los tiempos: sesenta minutos de un lirismo macabro y fantasmagórico pocas veces igualado.

El exquisito cuidado de cada detalle en Carnivàle (la reconstrucción del periodo histórico es asombrosamente fiel) redondea un trabajo de interpretación coral donde destacan Ben Hawkins, el hermano Justin o el gran Samson, pero sería descortés no reconocer el formidable elenco de actores y actrices donde destacan algunas bellezas como no se veían en el cine desde los gloriosos tiempos de Federico Fellini. No puedo dejar de rendirme ante el buen hacer actoral, y la belleza hoy estéticamente incorrecta, de gordas glamourosas como Cynthia Ettinger o Debra Christofferson. En esta serie parecen animales míticos como unicornios. Quizá esta subversiva reivindicación de las venus de otro tiempo también echó para atrás a un público espectador acostumbrado a consumir muñecas de plástico con las que fantasear en sus sueños industriales.

Continuabit...

martes, mayo 12, 2009

CARNIVÀLE: CAUTIVOS EN BABYLON (PARTE 2 DE 4)

Tenemos, para empezar, una serie mística, una serie profundamente religiosa que bebe de diversas fuentes, y no sólo bíblicas: el aspecto religioso se mezcla también con la depurada herencia del mejor cine de la historia: Carnivàle bebe tanto de Freaks (Tod Browning, 1932) como de Las uvas de la ira (John Ford, 1940), pero va mucho más allá al trascender lo meramente chocante y grotesco para plantear ante nuestros ojos la representación del combate primigenio, aquel del que todo fluyó como en un río de aguas turbulentas mucho antes de que Eva diese de comer a Adán de la manzana. Carnivàle es una serie de fantasía religiosa y terror místico.

Una serie coral donde paulatinamente iremos conociendo a los pintorescos o turbulentos protagonistas del circo ambulante que viven a salto de mata de villorrio en villorrio miserable: el tullido ex jugador de base-ball llamado Jonesy (Tim DeKay); el detestable pero encantador Felix ´Stumpy´ Dreifuss (Toby Huss), quien permite la prostitución de su esposa (maravillosa Rita Sue, interpretada por Cynthia Ettinger) y de sus hijas Norma Mae (Amanda Aday) y Libby (Carla Gallo) tras la grotesca función de strip-tease con que la familia se gana la vida; la tarotista Sophie (Clea DuVall), que se comunica telepáticamente con su madre inválida (Apollonia, interpretada por Diane Salinger); Ruthie (Adrienne Barbeau), la encantadora de serpientes enamorada de Hawkins; Lila (Debra Christofferson), la mujer barbuda relacionada sentimentalmente con el Profesor Lodz (Patrick Bauchau), tipo macabro y lleno de secretos… Todos ellos personajes formidables, excelentemente interpretados por actores a la altura del reto que se les proponía. Entre todos ellos destaca, como no podía ser menos, el pequeño Samson, a quien interpreta el inolvidable enano de la habitación roja de la serie de David Lynch Twin Peaks y que demuestra ser tan bajo de estatura como grande en recursos interpretativos. Carnivàle sería una gran serie sólo por la interpretación sarcástica, sabia y conmovedora de este pequeño gigante que es Michael Anderson.

Carnivàle, serie mística y enormemente audaz, no tuvo éxito y fue cancelada al final de la segunda temporada. La razón esgrimida por HBO fue que el elevadísimo costo de producción por episodio (4 millones de dólares) no se correspondía con elevadísimos índices de audiencia. Su creador, Daniel Knauf, quien tenía en mente una historia de dimensiones épicas en seis temporadas, tuvo que comprimir como buenamente pudo durante la segunda mitad de la segunda temporada. Se nota, de repente, una precipitación en los reconocimientos y peripecias diversas que no habían sido la tónica habitual en una serie lenta, que se recreaba en los detalles y en insinuar misterios poco a poco, antes de confirmarlos o desmentirlos. Pero había que hacerlo, había que recortar para cerrar Carnivàle con cierto decoro que permitiese dejar la puerta abierta para, quién sabe, una segunda oportunidad para retomar a los personajes del circo ambulante en una temporada final, o un largometraje para los cines. Desgraciadamente, nada de eso llegó. Hoy Carnivàle se ostenta como una obra maestra incompleta, pero que ejerce un poder de fascinación pocas veces igualado en la historia del medio televisivo.

Continuabit...

lunes, mayo 11, 2009

CARNIVALE: CAUTIVOS EN BABYLON (PARTE 1 DE 4)

Los pocos afortunados que pudieron ver completa The Magnificent Ambersons (1942), la obra maestra mutilada de Orson Welles, aseguraban que esta película superaba con creces su film de referencia, el Ciudadano Kane (1941). Lo que nos queda hoy de esa hermosa película, aun con ser grandioso, no deja de ser un producto incompleto al que falta la mitad de su metraje original y que contiene un final precipitado. Digamos ahora que las dos temporadas de la serie Carnivàle (HBO, 2003-2005) son como la The Magnificent Ambersons de la televisión moderna: la obra maestra incompleta que nunca veremos concluir. LA Atlántida sumergida de la imaginación de un puñado de talentos en estado de gracia (directores, escritores, iluminadores, actores, músicos…) que se congregaron en Carnivàle para ofrecernos una de las obras maestras incontestables de la televisión mundial, y quizá la menos conocida. Como el fantasma de Dora Mae Dreifuss, los devotos de esta serie hemos quedado cautivos en Babylon para siempre.

A lo largo de su historia, la otrora llamada “caja tonta” ha ofrecido muestras de que el medio no era el fin. Las series de televisión podían ser malas, pero la culpa no la tenía el medio, cuyo largo alcance estaba por desarrollar. A pesar de todo, en cada época fue ofreciendo series que nos hicieron sospechar que no había algo intrínsecamente deleznable en el formato televisivo: Alfred Hitchcock Presents, Star Trek, Lou Grant, Hill Street Blues, Twin Peaks, Cheers y otras, sin olvidar los magistrales ejemplos novelescos ingleses (Yo, Claudio o Retorno a Brideshead suelen ser la referencia). No ha sido hasta hace unos años que la cadena HBO ha comenzado a desarrollar un producto nuevo que ha cuestionado el formato de la serie televisiva y ha revolucionado el medio: integrar la complejidad argumental de la gran novela con la calidad del mejor cine para construir grandes novelas contemporáneas cuya magnitud es sólo comparable a la de las grandes novelas del siglo XIX. Fue así como surgieron obras maestras como Los Soprano o Carnivàle.

Carnivàle, como tantas otras obras maestras, tiene un planteamiento simple y un desarrollo complejo. El planteamiento parte de la historia más vieja del mundo: la lucha entre Dios y el Demonio. El desarrollo de este combate a muerte tiene lugar en el Estados Unidos polvoriento y lleno de miseria de la Gran Depresión, entre parajes desérticos en la frontera con México. El planteamiento simple pronto se vuelve muy complejo: se nos cuentan dos historias paralelas que poco a poco van a ir encontrándose en el espacio y en el tiempo: la historia de Ben Hawkins (Nick Stahl), trasunto de Jesucristo, quien tiene el poder de sanar a los enfermos y hasta de resucitar a los muertos, y el Hermano Justin (Clancy Brown), un sacerdote, un hombre de Dios que poco a poco irá dándose cuenta de que no es sino la encarnación del Angel Caído, el mismísimo Satanás. Ben Hawkins será acogido por un circo ambulante (el Carnivàle al que alude el título de la serie), un circo muy especial dirigido por el enano Samson (Michael J. Anderson), quien recibe órdenes de un misterioso Gerente que jamás sale de su carromato y sólo se relaciona con Samson (¿un trasunto de la idea de Dios?). La llegada de Ben Hawkins, lo saben bien tanto el Gerente como Samson, no ha sido casual, sino que forma parte de un diseño divino que el circo ambulante debe encauzar por medio de una serie de escalas en remotos poblados, algunos fantasmales, hasta que Ben Hawkins asuma la milagrosa verdad de su auténtica naturaleza, acepte todos sus poderes y se enfrente al Maligno.

Continuabit...

domingo, mayo 10, 2009

CARNIVÀLE: APERTURA



A partir de mañana voy a colgar un largo blogo dividido en cuatro partes sobre Carnivale, una serie de televisión que me ha dejado absolutamente flipado. Una obra maestra de 24 horas de duración que le da sopas con onda al noventa y nueve por ciento de la ficción televisiva de la historia y al noventa y nueve punto noventa y nueve por ciento del cine que hoy por hoy se hace en Hollywood. Les cuelgo, para abrir boca, la cabecera de la serie. Prodigiosa, por supuesto, pero es que estamos hablando de una serie prodigiosa. Mañana más.

jueves, mayo 07, 2009

JOSÉ EMILIO PACHECO, ELGATO Y LA REINA SOFÍA

El poeta y novelista José Emilio Pacheco ha sido galardonado con el Premio Reina Sofía de Poesía, y esta bitácora se pone muy contenta. Por eso traemos aquí a Pacheco y a su gato, para que Pacheco nos invite a leer su obra con ese ronroneo persuasivo que a veces tienen los gatos para obligarnos a hacer sólo cuanto ellos quieren. Da gusto, también, que un gran escritor sea primera plana en otros días que no son los de su fallecimiento. Es un detalle estupendo que se tiene para con los vivos, pues no debemos olvidar, aunque a veces no nos guste reconocerlo y nos fastidie, que sin contemporáneos no habría clásicos. Y sin clásicos, la vida sería mucho más gris y mentecata. Que José Emilio (cuánto odia él los formalismos) merece el premio Reina Sofía, es cosa que está más allá de toda duda. Sólo queda una duda en el aire: ¿qué habrá hecho la Reina Doña Sofía para merecer un José Emilio Pacheco?

viernes, mayo 01, 2009

EL ARTE, LA MUERTE, LA VIDA, LA VIUDA

Una vez, en otro blog, expresé sobre este mismo tema: No existe nada peor que los herederos de un genio.

Ahora lo rubrico y remasterizo: No existe nada peor que la viuda de un genio que se casa de nuevo y asigna a su nuevo marido la tarea de administrar la herencia del genio.