Pues a mí sí me gustó Emilia Pérez, el musical “brechtiano” de Jacques Audiard. Claro, yo soy de esos que también disfrutan leyendo a Charles Bowden, viendo series de frontera como The Bridge o pelis como El consejero. Me interesa muchísimo la mirada de los extranjeros sobre México, porque es en la mirada del foráneo donde contrastan más los aciertos, desatinos y peculiaridades de una cultura. La exagerada polémica sobre doña Emilia me recuerda la de Los olvidados, de Luis Buñuel (¡otro extranjero!), de quien se exigió su deportación por “haber ofendido a México” con su cinta. Hoy Los olvidados ostenta, en algunas listas, la curiosa medalla de ser la mejor película del cine mexicano de todos los tiempos, aunque la dirigiera un baturro sordo. Otra cuestión delicada es que, no sé, quizá a muchos intelectuales mexicanos no les guste que fuera de México se rueden películas sobre México, o que se escriban novelas sobre sus pesares nacionales (al pueblo, le vale queso). Al contrario de lo que ocurre en España, Francia o Italia, donde las películas sobre España, Italia o Francia tienen audiencia garantizada (aunque las dirijan extranjeros como González Iñárritu, Woody Allen o Isaki Lacuesta), en México, que yo sepa, sólo la película animada Coco (2017) fue vista con buenos ojos. Quizá una solución sería que Disney/Pixar hicieran su musical de machos, buchonas, narcos y transexuales para que la melaza nos chorree hasta el codo. Al fin y al cabo, Selena y Zoé son chicas Disney, ¿no? Dejen que los extranjeros también filmen o escriban chingaderas, ¡las chingaderas deben ser patrimonio de toda la humanidad!
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