Joann Sfar es uno de los grandes maestros del tebeo francés contemporáneo, no sólo cuando escribe y dibuja sus propias obras (la serie El gato del rabino) sino cuando escribe para otros riquísimos guiones (Sócrates el semi-perro, 3 vols. con Blain, es una obra maestra de la que hablaré algún día). Su versatilidad demuestra que Sfar es un talento efervescente, fresco, con una cultura vasta y al mismo tiempo una liviana profundidad que seducen y entusiasman. Y mira por dónde que este brillante Sfar se pasó al terreno cinematográfico con Gainsburg, vida de un héroe (2010), y consigue lo que todos deseábamos: una obra maestra llena de vitalidad, de audacia y de frescura. Una de esas gloriosas películas que sólo se pueden dar en Europa y que Hollywood pudo producir en otro tiempo, pero que ahora, inmerso Estados Unidos en una furiosa corriente de puritanismo y calvinismo atroz que contagia a todo el planeta, ni siquiera es capaz de soñar.
Serge Gainsbourg fue uno de los grandes de la música popular francesa. La vida de este héroe que nos presenta Sfar es seductora por la condición libérrima del retratado. ¿Por qué nos seduce tanto este héroe o anti-héroe que nos presenta Sfar? ¿Quizá porque vivió la vida gozándola? ¿Porque vivió la vida para cantarla y cantando? ¿Porque amó titipuchal de mujeres sin cuento? ¿Porque rodó vídeos ridículos como Comic Strip, y no sólo no nos importa sino que lo adoramos? ¿Porque compuso ese monumento a la obscenidad que es Je t´aime, … Moi non plus? ¿Porque era un libertario, un anarquista, un vergaloca? No, claro que no, ya no somos chiquillos, presto emprenderemos la senda del medio siglo. En el fondo nos encanta este film porque está narrado con buen pulso por Sfar, porque cuenta con bonitos detalles de animación y porque, como hubiera querido Chejov, nos muestra los daños que causa el tabaco y que toda la juventud debería analizar seriamente. ¡Atención, pipiolos!
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