Le tocaba por fin a Truffaut en Cinemático. Afirmaba Truffaut que para hacer buenas
películas el director necesitaba sensibilidad, intuición, buen gusto e
inteligencia… Que un poco de alguna de ellas no es suficiente, pero que mucho
de cualquiera de las mismas podría dar una obra maestra.
Los
cuatrocientos golpes, su ópera prima. La presentación de la infancia es noble
en general en Truffaut: el niño sueña y lucha por su destino, y en esa pureza
de los niños hay optimismo y esperanza. Quizá era una respuesta a la amargura
de su propia infancia, a la dureza de su lucha en la adolescencia y juventud. Es también uno de los títulos capitales de la nouvelle vague y el
descubrimiento del actor que luego sería alter ego juvenil de Truffaut en la
pantalla: Jean Pierre Leaud, con quien rodaría la agridulce serie de Antoine
Doinel.
En este segmento, cápsula informativa y comentario de Los cuatrocientos golpes.
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