jueves, enero 29, 2015

NUESTRA SEÑORA DE LA SANGRE. RESEÑA DE MARIO LUGO.


Les presento aquí una reseña de Nuestra Señora de la Sangre, en esta ocasión por el escritor chihuahuense Mario Lugo. 

Nuestra Señora de la Sangre, de Ricardo Vigueras

La estupenda novela que me ocupa está integrada por tres partes: Todo lo marchita el tiempo, constituida de siete capítulos, No hay más sueños para Sonia, subdividida en catorce capítulos y El primer vals, en siete. Ricardo Vigueras se da a la tarea de construir sobre todo una ciudad, Noche de Nuestra Señora, que forma parte de un país isleño, Puntaloba. Con trazos rápidos y precisos va dibujando la mínima geografía de una ciudad donde ocurre casualmente todo lo que ocurre en las ciudades de fines del siglo pasado y lo que va de este. Gran parte de la trama descansa sobre las acciones que toman o dejan de tomar personajes de policías que conforman toda una galería encabezada por dos de ellos, jefe y su subordinado de la Delegación Liminar de la ciudad llamada, como ya dije, Noche de Nuestra Señora. El autor llama “lupenses” a sus habitantes. Ciudad siniestra y aparentemente nada hospitalaria, aunque por el vicio y la diversión que la caracteriza da la impresión de lo contrario.

A primera vista los personajes centrales parecen ser tres mujeres, cada una vive su historia en cada capítulo. Conforme avanza la novela nos damos cuenta que, aunque indispensables, las historias de las mujeres, quizá la historia de Sonia se mantenga con más firmeza que las otras dos, son sólo el aldabón del que penden la existencia de la ciudad y sobre todo la anécdota central, la historia del policía Lucas Bauer, alias el Ratón. La novela toca el tema de la violencia contra las mujeres, la delincuencia, de refilón el uso de las drogas; pero ninguno de esos temas es el tema central. El tema central es, a mi juicio, la invención exitosa de una ciudad en sí y su transcurrir tormentoso y la vida del mencionado policía sin dejar de lado una multiplicidad de personajes que hacen posible ver con claridad a Noche de Nuestra Señora, la ciudad.

Cada una de las tres partes que integran la novela pudiera funcionar como relato aislado e independiente. Sin embargo, a los tres los unen la ciudad, los mismos personajes policiacos, en particular y con gran vigor el protagonista principal Lucas Bauer, alias el Ratón y Adán Nebreida, alias el Caballo Ciego. Salvo en No hay mas sueños para Sonia, en que el narrador omnisciente se intercala capítulo a capítulo con la narración en primera persona, la de Sonia, el narrador omnisciente nos lleva con mano firme a través de toda la novela. El narrador es uno de gran destreza que sabe crear una ciudad con todo lo que trae esto consigo que es tantas ciudades de nuestro tiempo. Llena de injusticias, corrupción, hipocresía, cinismo y falta de piedad.

El lenguaje y sus analogías son muy singulares o quizá debiera decir, originales en cuanto a que es una mezcla de diferentes giros coloquiales que muchas veces reconocemos como propios, por ejemplo: “Episodios estudiantiles fufurufos” (p. 22); “su placa mágica y machín” (p.39); “¿La engaña con otra morra?” (p.41), o “(..)con aquel pipianón” (p. 253). Otros no nos son tan familiares: “bajo el sol que se derretía como pinole caliente sobre los volúmenes de la durmiente calle” (p. 24), o bien: “letra nerviosa, adornada de ringorrangos” (p.29), “vagándula madre” (p.43), y algunos más del todo distantes: “la calderilla de la magra soldada de la quincena” (p.22)”;“Yo me hubiera cagado en su Dios”(p. 111); “Me cago en tu puta madre” (p.226), sin dejar de ser, por ello, menos creativos y plenos. Quizá haya uno o dos casos a mi juicio un tanto excesivos, por ejemplo: “El sol había declinado más allá del ablativo absoluto(…)” (p. 191). Sin embargo, ya en su conjunto todo los recursos de los cuales hace acopio el autor hacen de la lectura una experiencia intensa e interesante, placentera.

El acopio constante de metáforas y propuestas comparativas realmente exitosas que van en aumento hasta culminar en la última parte hacen que el lector busque con avidez la siguiente página y especule sobre el posible desenlace. Preocupa un poco el lenguaje un tanto impregnado de filosofía en la segunda parte cuando es expresada por Sonia, en primera persona, tan distante algunas veces de la autenticidad si comparamos la breve noticia biográfica de la protagonista, que es de extracción humilde y nada educada. Sorprende sin embargo, en las tres partes la fuerza anecdótica de las historias, su profundidad y sin duda inteligente urdimbre. Como todo un maestro de la trama mantiene atenta la atención y el suspenso en cada relato.

El autor toma los eventos del todo posibles para crear la trama y adiciona una suerte de acontecer mágico en cada uno de ellos, por ejemplo la imagen por demás plástica de las lechuzas en el bosque rodeando a la quinceañera, que hacen vivir de manera plena la fantasía propuesta.

Tanto en el desenlace sorpresa del primer relato en que todo el encanto y el amor que pudiera representar la búsqueda del padre por una hija nostálgica y ansiosa, Enriqueta Saldívar, de llenar el hueco que la mayoría de los hijos abandonados viven, como en la heroica resistencia a la muerte por parte de Sonia, prostituta por necesidad, en la segunda parte, quien se empeña en mantener los ojos abiertos a pesar de estar muerta, sus intentos por recobrar la hija perdida y su lucha por ser feliz. De particular dramatismo es la parte final donde el relieve humano del Ratón, policía corrupto, alcohólico y aparentemente inconmovible, quien después de una alcoholizada irrupción en la quinceañera de su hija, a la cual no fue invitado, se quiebra muy cerca del caos y clama por la admisión de su inocencia.

La novela es intensa, donde todo parece estar sujeto a la fatalidad (“pasó lo que tenía que pasar”) no por ello menos imprevisible para el lector, y está muy bien estructurada y llevada con firmeza por un talento literario descriptivo y creativo poco común.

Nuestra Señora de La Sangre. Ricardo Vigueras. Colección Solar. Narrativa. 2013. 270 pp.

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