La chica de la fábrica de cerillas
(1990) es una bella sonata, como fue traducida al inglés. Nos cuenta la
historia de Iris (Kati Outinen), una joven trabajadora de una fábrica de
cerillas, entrega todo su sueldo a su madre y su padrastro, con quienes habita,
y lee novelas románticas mientras
regresa a casa en autobús; tiene toda la colección de Angélica, la esclava de
la pasión, de Anne y Serge Golon, mientras fantasea con el amor de un príncipe
azul que la saque de su rutina y su miseria moral.Una noche, en una discoteca,
conoce al candidato perfecto y duerme con él. Pero este hombre de su vida no
aspira a ser más que un amante pasajero, del que ella se queda embarazada (en
la boba creencia de que así atará al hombre de sus sueños). Él le entrega un
cheque para que se realice un aborto. Una noche la recoge en casa, y los padres
lo esperan vestidos con sus mejores galas. Creen haber encontrado un hombre
para su hija, pero no es lo que él piensa, no es más que un entretenimiento
ocasional. Al fin, Iris se arma de valor, compra matarratas, envenena a su
amante y a sus padres. El final es abierto. Es un film opresivo, pero que se
sigue con gran interés, con suspense. Esacasísimos diálogos que acentúan la
sensación de aislamiento e incomunicación de los personajes. En poco más de una
hora, Kaurismaki entrega un film sorprendente por su sencillez, de una dureza
fatalista. Ya vemos en este film sus personalidades graníticas, parcos de
palabras, secos en sus ademanes, glaciales. Destaca la interpretación
protagónica de la inquietante Kati Outinen, actriz fetiche de Kaurismaki.
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