sábado, mayo 26, 2012

AGUAS PANTANOSAS (JEAN RENOIR, 1941)


Un film menor de Renoir, a pesar de los pesares: buenos diálogos de Dudley Nichols, Carradine, Huston, Brennan en el mejor papel que le he visto hacer en mi vida; Anne Baxter (¡con 17 años!), Dana Andrews (en su primer protagónico)… Renoir estaba fuera de onda, y aunque los diálogos de Nichols son brillantes, la estructura del guión es claramente temblequeante… La película se ve con mucho gusto, pero deja una sensación de vacío muy grande al haber descartado el aspecto más crítico que podía haber tenido el film (sobre el peso que la norma y la costumbre pueden tener para afectar la ley) para internarse por senderos melodramáticos carentes de acidez. Excelente factura técnica. Lo mejor: Walter Brennan “con dentadura” (él diferenciaba sus filmes entre aquellos que rodó con dentadura postiza y sin ella). Brennan desarrolla un papel que demuestra el enorme nivel que tenía este actor a quien por lo general sólo identificamos como gracioso en westerns tan conocidos como Río Bravo. Aquí demuestra que se trataba de un actor colosal, con un talento y una técnica muy por encima de los personajes, muchas veces ciertamente secundarios y episódicos, de “característico”, que por lo general desarrolló a lo largo de su vida. 

miércoles, mayo 16, 2012

ESPARTACA BLAISE

Los tiempos de crisis son idóneos para que resucite el mito de Espartaco, aquel gladiador tracio que, sin comerlo ni beberlo, se convirtió en inspiración de revolucionarios de la posteridad. Quien siga la tremebunda y divertida serie de Starz TV, Spartacus, encontrará una recreación del mito y poco más del hombre real, de quien tan poco se sabe. Con ustedes la última portada de LoopyDave para la revista sueca Modesty Blaise X-9. Vía Modesty Blaise News.

martes, mayo 15, 2012

SECRET AGENT CORRIGAN DE IDW

Una sensación agridulce la de leer el primer volumen de Secret Agent Corrigan, editado por IDW. Por una parte, los majestuosos dibujos de Al Williamson son postales preciosas de la vida cotidiana en la gran urbe moderna norteamericana. Otras viñetas, en aventuras de mayor exotismo, son estampas de parajes recónditos como la selva latinoamericana o el desierto poblado de tuaregs. Es Al Williamson en su apogeo, dueño de un sentido de la composición magistral que supo, como también supo su maestro Alex Raymond a quien siempre homenajea e imita, ser genio embotellado en la tira diaria. Por otra parte, ay, los guiones de Archie Goodwin. No aquel irónico y mujeriego factótum de Nero Wolfe (creación de Rex Stout), sino aquel escritor cuyas historias leíamos de niños en Creepy y Vampirella. Son guiones sujetos a un diagrama muy evidente, llenos de previsibilidad, aturrados de tópicos. Tan rutinarios como los de los telefilmes policiacos de los 70. La edición de IDW, sin embargo, es majestuosa, y una vez que nos hemos acostumbrado (resignado, más bien) a los guiones de Goodwin, la lectura fluye bien y nos dejamos llevar por el mago Williamson. En los créditos del volumen (p. 4) se reconoce, además, la participación de Neal Adams en la tira, entre el 14 y 19 de agosto de 1967 (la cara del revisor de la viñeta 1 de la primera tira de la p. 67 es puro Adams). La última aventura de este volumen fue dibujada por Stanley Pitt (entre el 16 de junio y el 30 de agosto de 1969), un artista sin duda interesante, pero cuyo estilo es notoriamente distinto del estilo de Williamson.


LOS QUESITOS DE ROCHEFORT



En estos tiempos canallas, nada hay como refrescarse con los clásicos. ¿Qué puede aportar el cine de Jacques Demy, enfermo de sentimentalismo, a la ríspida y obscena realidad en que vivimos? Pues puede aportar el hechizo de lo que hoy es inexistente: ingenuidad no confundible con estupidez, frescura no identificable con aire acondicionado; erotismo no representable  por kilómetros de piel desnuda; amor no definible con mercantilismo de San Valentín. 

Las señoritas de Rochefort (Jacques Demy, 1967) es la celebración de una vida pretérita en que los desconocidos podían recoger a los niños en la puerta de la escuela sin temor de que los violasen en el callejón contiguo. Este film es sobre todo la belleza irrecuperable de contemplar a las hermanas Deneuve (Catherine Deneuve y Françoise Dorléac) convertirse en quesitos de Rochefort, que huelen a sobaco dulce, e invocan quietamente el advenimiento del amor como como sacerdotisas de Afrodita que atestiguan con su existencia un rito, pero no lo magnifican. 

Demy celebra en este film el amor de provincias, pues la provincia es siempre la capital del reino del amor (consúltense tantas páginas de internet consagradas a las provincias del cuerpo y del deseo). Delicioso film, con un Gene Kelly como turista de su propio arte y un Michel Piccoli correcto y gendarme de la ilusión pequeñoburguesa de la pasión. El film contiene deliciosas melodías y bailables gagás para delicia de sentimentales irredentos sin complejo de culpa. Es una película a la que habrá que recurrir de vez en cuando, para que alivie con su dulzura el negativo empeño de nuestra sabiduría sexual.