viernes, abril 28, 2006

BRADBURY

Tantos años oyendo hablar del maestro y tan tarde bienvenido. Hace unos años, la lectura de su novela Farenheit 451 me conmovió tanto que me impulsó a convertirme en hombre-libro y memoricé el Polifemo de Góngora, obra que suelo repasar de memoria casi todas las mañanas mientras me ducho. A pesar de esta inicial emoción, ha sido la lectura de dos volúmenes de cuentos la que me ha sacudido a veces hasta los cimientos. Digo a veces, y es normal, ya que no todo el material contenido en Cuentos espaciales y Cuentos del futuro (Editorial Lumen, 1975 y 1976) brilla a la misma altura de los soñadores y alegóricos cohetes lanzados al universo por Ray Bradbury (1920), de quien puedes encontrar una pequeña biografía aquí.

Dicen los que saben que la literatura de ciencia-ficción es el patito feo de la literatura de género. Que no se lleva tanto como la novela negra, por ejemplo. Los autores de ciencia ficción españoles no son tan conocidos como sus colegas de novela negra, y la verdad, la ciencia-ficción está generalmente desterrada de las escuelas. Los autores del género se quejan de que no está bien vista. Resulta chocante este prejuicio, ya que la mejor literatura es aquella que nos permite soñar y nos obliga a reflexionar. A este respecto, Bradbury nos seduce por su capacidad para crear fábulas morales y trasplantar a remotos paisajes del otros planetas del universo sentimientos eternos del ser humano. Por ejemplo, en el cuento C de Cohete (Cuentos del futuro, pp. 7-28). Se nos relata la historia de un niño que sueña todo el tiempo con ser elegido para convertirse en piloto de cohetes espaciales, un oficio al que no se puede acceder por propia voluntad, sino que uno debe ser elegido para tal desempeño. Claramente es una trasposición de los sueños infantiles de cada quien: ser estrella de Hollywood, cantante famoso, escritor de renombre, que te seleccionen para Operación Triunfo, formar parte del reducido círculo de los elegidos… En otra historia, El hombre del espacio (ibid., pp. 55-70), también otro niño acusa la separación de un padre maravilloso, tan maravilloso que siempre se encuentra en el espacio, tripulando su nave y surcando los cielos de planetas remotos… A veces regresa a pasar unos días, y todos son felices, pero pronto tiene que volver a marcharse al espacio… De nuevo la fábula moral disfrazada de cohetes, de galaxias hinchadas de estrellas centelleantes… Podría ser la historia de un niño mexicano que sólo ve a su padre una vez al año, uno de esos padres que viven de mojados en Estados Unidos y vuelven a casa muy de vez en cuando (mientras vuelven) hasta que un día no regresan. Me quedo con el Bradbury de la fábula moral, con su mensaje sencillo y universal, con su recreación de una situación cotidiana extrapolada a un mundo futuro lleno de viajes intergalácticos donde nada se explica.

Porque además, el gran mérito de Bradbury es que no te explica por qué no se derrite el cohete que se aproxima al sol en Las doradas manzanas del sol (ibid., pp. 71-80), ni le interesa proporcionar una explicación sobre cómo funciona una cama que arrulla al durmiente. Tampoco aporta inforamción sobre cómo un chino del año 400 de nuestra era pudo construir el ancestro de un avión en La máquina voladora (Cuentos espaciales, pp. 223-229), ni tampoco plantea la lógica (por otro lado, aplastante desde el punto de vista de quienes son creyentes) de que unos astronautas lleguen a un planeta perdido minutos después de que Jesucristo acaba de marcharse de él, como en El hombre (ibid., pp. 111-128). Desde este punto de vista, Bradbury es más ficción que ciencia, una ficción colorista con inmensa capacidad de evocación, y en sus mejores momentos, con el suficiente poder de persuasión como para que todo lo que nos cuenta sea absurdo e imposible, y que nos dé igual. Bueno, no sólo que nos dé igual, sino que nos arrebate con su colorida imaginación y su delicada poesía cósmica. Si de verdad les gusta la buena literatua, háganse un favor y léanse clicando sobre el título un gran relato: El ruido de un trueno

Ray Bradbury, Cuentos espaciales y Cuentos del futuro. Editorial Lumen. Barcelona, 1987 (3ª edición) y 1984 (3ª edición).

martes, abril 25, 2006

LOS AVIONES HUNDIDOS DEL REY MIGAS

Me gustaría iniciar hoy una costumbre: la de comentar otras páginas o bitácoras de internet que a mí me gustan. Comienzo por un proyecto muy interesante que avanza lentamente, como suele ser la maduración de las obras conceptualmente elaboradas. Se trata de las historietas sobre películas que nunca se rodaron que escribe y dibuja el colombiano Mario Andrés bajo el seudónimo de Rey Migas dentro de la revista en la red dedicada al cine Defilm.

Recuerdo ahora un bellísimo tebeo que escribió Federico Fellini y que dibujó Milo Manara titulado Viaje a Tulum, donde el propio Fellini y su alter ego Marcello Mastroianni viajaban por las ruinas mayas del Golfo de México para conseguir que un avión suemergido en el estanque de los estudios Cinecittá pudiese abandonar las aguas y volar para siempre en la memoria de los espectadores. Un avión llamado Viaje a Tulum. Y es que, fabulaba Fellini y dibujó con un preciosismo hipnotizador Manara, los aviones hundidos que yacen en el estanque de Cinecittá son las películas que nunca se rodaron, aquellos sueños inmateriales que no llegaron siquiera a ser sueños de luz sobre la pantalla de plata donde se materializan los imágenes y voces de aquellas gentes que muchas veces ya murieron.

Y es que, me cuenta con lucidez este Rey Midas que nunca tendrá orejas de burro que es el Rey Migas: "A estos abortos inconclusos se los traga la historia, a pesar de que a veces dicen tanto de las obsesiones o modos de trabajar de algunos directores, como las películas que sí hicieron". El Rey Migas, tan enamorado del cine como del cómic, ha dibujado para nosotros la pequeña historia de algunas películas que nunca se rodaron, películas de gente como Orson Welles, John Cassavetes o Dario Argento. Hasta hoy ha procedido a la recuperación de 6 aviones hundidos a través de un dibujo impresionista de trazos fuertes y unos concisos pero ilustrativos guiones donde sintetiza la historia de aquella películas con notable sencillez y fortuna. Ojalá que la lista siga creciendo. Y que no decaiga. Puedes ver sus seis primeros cartones clicando aquí.

lunes, abril 24, 2006

MANHATTAN: UN ESTUDIO DE ELENA SANTOS

Hacía mucho que no colgaba un blogo en Après moi, le déluge, una bitácora comunal que me encanta porque está llena de rarezas delicadas. Alguna vez dije aquí que hay también bitácoras olorosas. El Après tiene el olor de un cofre repleto de objetos sorprendentes, el olor de los baúles antiguos de los desvanes de la infancia, ésos que se abrían con la sensación de pecado de la siesta no dormida, eludiendo la vigilancia policiaca de la abuela que nos reñía por ser curiosos y andar siempre abriendo cajones. En ellos uno podía hallar objetos dispersos y sorprendentes, siempre evocadores. El Après es la trasposición bloguera y sentimental de los antiguos baúles de de los mágicos desvanes de la infancia. No escribo más en el Après porque el tiempo apremia, y el desván propio necesita más barridas de las que uno pude darle. Pero que conste que los leo continuamente. En esta ocasión, para los interesados en la obra de Woody Allen, he colgado la breve reseña de un estudio sobre Manhattan escrito por Elena Santos.

viernes, abril 21, 2006

EN EL DÍA DEL LIBRO, REGALA TEBEOS

A través del foro Infoweblogs me llegó este bonito diseño de Josep Busquets y David Lafuente. Ya saben que el domingo 23 es el Día del Libro, y todos ustedes tendrían a bien comprarse uno, aunque no tenga dibujines, y regalar otro. Yo mismo, esta mañana, me he regalado el Retrato del artista adolescente, de Joyce, y Por amor al arte, de Andreu Martín.

A Álvaro Pons, de La cárcel de papel, se le ocurrió la siguiente propuesta: que todos aquellos que mantenemos una bitácora relacionada con los cómics (aunque sea, como es mi caso, de manera parcial) colguemos este bonito logo que intenta sacar al bello tebeo del guettho del friki para hacerle publicidad a la idea de regalar un cómic…en el día del libro. ¿Qué cómic? Bueno, aquí viene la segunda parte: cada bloguero tiene que recomendar cinco tebeos que él regalaría. He aquí mis recomendaciones, pero la lista completa está aquí.

1) Palomar, de Beto Hernández (Ediciones La Cúpula)
2) David Boring, de Daniel Clowes (Ediciones La Cúpula).
3) Adolf, de Osamu Tezuka (Editorial Planeta).
4) Príncipe Valiente, de Harold Foster (Editorial Planeta).
5) Modotti, una mujer del siglo XX, de Ángel de la Calle (Sinse Ntido).

Sólo hay cinco, pero podían haber sido más. De momento, yo este fin de semana me regalaré la lectura de La hija de Homero, de Robert Graves, algún capítulo del Ulises de Joyce, y un paquetón de tebeos Bonelli que recibí hace poco en una caja. Que ustedes lo pasen bien. Leyendo, por supuesto.

miércoles, abril 19, 2006

FICHAS TOUTAIN XVI: GUIDO CREPAX

El pasado fin de semana leí Valentina: historia de una historia, de Guido Crepax (1933-2003). Un bello tomo editado por Akal en 1991 y que constituía un nuevo capítulo de su famoso personaje, Valentina, aquella fotógrafa que con sus ansiedades y fantasías sexuales revolucionó el tebeo mundial desde la particular manera de narrar de Guido Crepax. Historia de una historia, fantasía personal acerca de la Historia del ojo de Bataille, es un álbum de 1982, muy interesante pero que no aportaba nada nuevo a la ya por aquel entonces importante producción de Crepax. Es justo considerar a Crepax uno de los grandes maestros del cómic erótico, cuya obra, hoy más que nunca, encierra una complejidad formal y conceptual con un inmenso poder de sugestión. Los tebeos de Crepax fueron muy hijos de su tiempo, que fueron los años 60, un tiempo de revoluciones estudiantiles, nouvelle vague, amor libre, catarsis por medio de la exploración sexual y de sustancias alucinógenas. Aquellos tiempos de vino y rosas acabaron en estas marismas de Gatorade y cardos borriqueros entre las que chapoteamos. También fueron tiempos del tan denostado hoy día "cine de autor", ese cine de Bergman, de Buñuel y de Resnais (entre otros) que se agiganta con el tiempo ante unos espectadores cada vez menos exigentes y menos propensos a usar su materia gris. Era cine "de pensar" donde había que escrutar el mensaje y sus significados y que hoy se asocia entre los espectadores más gandules o los más desinformados de entre los jovencitos como cine aburrido y gafapastoso.
En la misma línea marcha Guido Crepax, un autor que exploró los fantasmas de la líbido con técnicas narrativas insospechadas para el cómic de aquella época y que hoy, como es natural, son técnicas que han reciclado hasta el Hombre Araña. Sin embargo, el verdadero valor de los clásicos radica en su frescura. Son incapaces de perderla. Difícil cosa es hacerse de una voz propia, de un estilo propio. Fácil cosa es imitar lo ya hecho, remedarlo hasta desvirtuarlo. El gongorismo pudo aparentemente acabar con Góngora hasta la reivindicación de Dámaso Alonso en 1927, pero hoy día Góngora sigue más fresco que nunca. Y quien dice Góngora dice Eurípides, Orson Welles, Shakespeare, George Herriman o Will Eisner. Lo clásico no es lo mismo que lo viejo. Lo viejo puede ser contemporáneo de lo clásico, pero lo clásico permanece y lo viejo se pudre.
Desde mi más tierna infancia fue aficionado a Crepax. Después de las jamonas perturbadoras de los tebeos de la editorial El Viberia (Lucifera, Hessa, Maghella eran las reinas de mis poluciones nocturnas) me sedujeron Valentina y las mujeres de Crepax. Nunca olvidaré la primera vez que vi a Valentina en el Totem número 1, pues descubrí dónde reside la gracia perturbadora del arte. Ahora que ya no es políticamente incorrecto hablar de culos bonitos, y que tampoco es machista, porque hasta en los programas de marujas de la tarde se habla en total libertad de los bonitos culos de los hombres con buen culo, no puedo dejar de reseñar aquí que Crepax fue grandes cosas como narrador y como artista, pero para mí fue sobre todo uno de los mejores dibujantes de culos de mujer que han existido desde la caverna de Altamira hasta la caverna catódica. Los culos de Crepax eran señores culos, redondos y bien cuajados como quesos, culos que aun hoy, a pesar de que sus historias de "cómic de autor" y de cómic "de pensar" no interesen excesivamente a las masas, tienen una gran capacidad de evocación. Siempre permanecerá el tiempo infinito para redescubrir a Crepax. Mientras tanto, quienes atesoramos su obra, podemos seguir disfrutando releyendo a Crepax.

Afortunadamente para quien quiera seguir curioseando por la red, hay muchas páginas dedicadas a Crepax, bastantes más de las que yo les voy a reseñar aquí. He aquí una pequeña muestra personal de semblanzas, imágenes y artículos. La fichita Toutain de hoy la escribió Miguel Ruiz Márquez.


Clicar sobre las imágenes para ver a mayor tamaño. Estas fichas fueron publicadas en la tercera de forros de cada fascículo de la Historia de los Cómics (Toutain Editor, 1982) y no han vuelto a ser reeditadas desde entonces. El © de los textos e imágenes pertenece a sus respectivos autores. Estas fichas se publican aquí con intención exclusivamente divulgativa y educativa.

martes, abril 18, 2006

TEATRO ESPAÑOL EN UN ACTO (1940-1952)

Conducido por la búsqueda de una pequeña y deliciosa pieza de Enrique Jardiel Poncela, topé con este libro que constituye mi primera lectura de textos teatrales (en esta ocasión, breves) en un buen rato de mi vida reciente. La razón fundamental es que busco excusas para regresar a la dirección escénica, es decir, al veneno del teatro, como lo llamó Rudolf Sirera en el título de su maravillosa obra. El pequeño volumen está compuesto por las siguientes obras: El amor del gato y del perro, de Jardiel Poncela; En el otro cuarto, de Samuel Ros; Un día en la gloria, de Víctor Ruiz Iriarte; Cargamento de sueños, de Alfonso Sastre; El hermano, de Medardo Fraile; Las palabras en la arena, de Buero Vallejo; y Cuando llegue el día, de Joaquín Calvo Sotelo.

El resultado de la lectura ha sido agridulce, como por otra parte no deja de ser natural al reparar en el periodo histórico que comprende la antología de estos personajes de las tablas hispanas: fue el periodo de la posguerra más cruda, de la reconstrucción de la conciencia nacional (o construcción de la inconsciencia nacional, ¿qué prefieren?). El oscurantismo y revanchismo que tan bien reflejaron con sus fantasmas de tebeo El guerrero del antifaz estaban latentes, y la tortuosa andadura del arte no estuvo exenta de iconos del aquí no pasa nada. Resumiendo: deliciosa la lectura de Jardiel Poncela, a quien precisamente había ido a buscar. Tomo nota de que hay que releerle, hay que buscar sus obras y sus novelas, hay que ver si no estamos ante un genio minusvalorado hoy día. Y claro, lo mejor del volumen (parece hecho a propósito) lo conforman Buero Vallejo y Alfonso Sastre con sus aportaciones. En natural, porque en España el gran teatro posterior a la guerra civil lo hicieron, lo cincelaron, Buero y Sastre. La obra de Sastre, con menos sorpresas: caireles de poesía, llamaradas de vanguardia, pletórica de símbolos y ebria de signos. Contundente y bella. La obra de Buero, una magistral reivindicación de la grandeza de Jesús, el Cristo, pero perfectamente introducida en una trama de cuento policiaco que no hubiera desagradado a Agatha Christie. Portentosa. Buero fue el gigante tolerado por el sistema, y esto muchos se lo cobraron caro. Recuerdo haber escuchado en mis tiempos murciuniversitarios a un profesor llamar en clase "dinosaurio" a Buero para hacer reír a las estudiantitas chocholoco con su impune irreverencia de Mr. Krazy Kátedra.

Y en cuanto a los demás autores… Muy cálido y emotivo el texto de Medardo Fraile (antólogo del libro y con justa razón: su obra El hermano tuvo relevancia y posee un gran encanto) y de Samuel Ros, textos más que interesantes con diálogos muy bien escritos, pero las de Ruiz Iriarte y Calvo Sotelo sorprenden sobre todo por cómo ha pasado el tiempo sobre ellas y cómo hoy sólo podrían servir para, con cierta indulgencia por nuestra parte, amenizar alguna función de fin de curso en un instituto. O ni siquiera eso, porque vamos… Luego se quejarán de que la juventud no acude al teatro. Habrá que darles antes un teatro que no les espante. A pesar de todo, debo hacer una anotación final: lo peorcito de este volumen, ese estilo entre garbancero y costumbrista de algunos autores relegados hoy a la letra pequeña de los libros de texto continúa bien vivo a través, no podía ser de otra manera, de algunas seriecitas de televisión que perpetúan, con sus diálogos de mesa camilla, toda una tradición ñoña de las letras hispanas moldeada en los tiempos del tío Paco.

P.S: El cuadro Dama con sombrero, de Juan Barjola, que encabeza estas líneas es el que reproduce la portada de la edición de este libro de la editorial Cátedra.

Medardo Fraile (ed.), Teatro español en un acto (1940-1952). Cátedra. Madrid, 1994. [Letras Hispánicas, 303].

viernes, abril 14, 2006

FICHAS TOUTAIN XV: ROY CRANE

El arte de Roy Crane debería ser recuperado antes de que sea demasiado tarde. Como bien dice la fichita Toutain (escrita en este caso por Javier Coma), Crane instauró en los comics de prensa la serie de aventuras con Wash Tubbs, una saga de grafismo entre humorístico y realista ambientada en los mares del Sur con muchos ecos de Stevenson. El protagonismo, en su época más importante, corrió a cargo no sólo de Wash Tubbs, sino del cínico y duro Capitán Easy, quien, como en el caso de Thimble Theatre con Popeye, acabó por quitarle la titularidad. Pésimamente conocido en España, en los años 70 una editorial cuyo nombre no recuerdo (¿Amaika? ¿Maisal?) sacó ejemplares de su serie Buzz Sawyer, y en los 80 Toutain publicó un fragmento de Wash Tubbs entre las pp. 99-106 del tomo I de la Historia de los Cómics. Esperemos que alguna editorial usaca o canadiense lo recupere antes de que pasemos a mejor vida.
Enlaces interesantes, todos en inglés, para que vayan practicando idiomas:

A Flourish of Trumpets: Roy Crane and the Adventure Strip, por R.C. Harvey
Bio en la Wikipedia.
Sobre Wash Tubbs, en la Toonopedia
Muy buen artículo de Steve Stiles.
Homenaje a Roy Crane, por Alex Toth.

Clicar sobre las imágenes para ver a mayor tamaño. Estas fichas fueron publicadas en la tercera de forros de cada fascículo de la Historia de los Cómics (Toutain Editor, 1982) y no han vuelto a ser reeditadas desde entonces. El © de los textos e imágenes pertenece a sus respectivos autores. Estas fichas se publican aquí con intención exclusivamente divulgativa y educativa.

jueves, abril 13, 2006

FICHAS TOUTAIN XIV: RICHARD CORBEN

En los 80 todos leíamos Corben por un tubo. ¿Había revista de Toutain que no tuviese su ración de Corben? Y la cosa venía de antes, pues ya en los viejos tiempos de las revistas Vampus y Rufus (Garbo Editorial) tuvimos conocimiento de este artista excepcional que comenzó en el underground y que desarrolló bien pronto una técnica de coloreado original y un dibujo singularísimo, por no hablar de perspectivas distorsionadas, cuerpos plásticamente deformes por una musculación que debía mucho a la tradición del cartoon y deliciosas mujeres neumáticas como la que aparece en la ilustración de arriba. Grandes éxitos como Den, Mundo Mutante o Beowulf le auparon a la categoría de grande entre los grandes. El derrumbe de Warren Publishing y de las revistas tipo Toutain eclipsaron durante algún tiempo a este maestro que nunca se fue, pero que durante un tiempo estuvo de vacaciones. Dicen que ha vuelto con los honores de maestro. Me parece bien, pues es algo que siempre fue. Abajo, foto de Corben en los años 80.
Enlaces de interés en la Webería:

Página no oficial, con muchas buenas imágenes.
Biografía actualizada en Guía del Cómic.
La más completa comicografía de Richard Corben.
Y por fin, la página oficial de Richard Corben.

Clicar sobre las imágenes para ver a mayor tamaño. Estas fichas fueron publicadas en la tercera de forros de cada fascículo de la Historia de los Cómics (Toutain Editor, 1982) y no han vuelto a ser reeditadas desde entonces. El © de los textos e imágenes pertenece a sus respectivos autores. Estas fichas se publican aquí con intención exclusivamente divulgativa y educativa.

martes, abril 11, 2006

THE MISFITS: CHRONIQUE D´UN TOURNAGE

Por fin he podido recuperar mi poco francés y encontrar, dentro de mis muchas ocupaciones de un día demasiado corto, un rincón de mi tiempo para leer en ese idioma. A tal fin, fui durante los dos últimos años comprando algunos libros y tebeos cada vez que iba a España, pero también en México Deefe. Lo primero que he leído es un libro precioso que conseguí en Madrid: The Misfits. Chronique d´un tournage par les photographes de Magnum. El libro lo firman Arthur Miller y Serge Toubiana, quien a la sazón era redactor jefe de Cahiers du Cinéma, editorial de este libro publicado en 1999 y disponible también en inglés (en español, no tengo idea).
Se trata, claro está, de un libro de fotos con bastante texto, pero esencialmente es un libro de fotos. Una de mis películas favoritas de todos los tiempos (una de mis 30 sagradas que defiendo con uñas y dientes) es The Misfits, un film crepuscular y triste que John Huston rodó en 1961 y que en España se tituló Vidas rebeldes. Es, además, una película con aureola de obra maldita, pues fue la última película que rodaron Marilyn Monroe, y Clark Gable. El libro se divide en tres partes: una conversación entre Arthur Miller y Serge Toubiana (pp. 5-46), una buena narración de Serge Toubiana sobre el azaroso rodaje de la película (pp. 49-96) y una inmensa muestra fotográfica del rodaje de la película. Este libro existe porque durante toda la filmación, tanto en estudios como en la ciudad de Reno, la casa Magnum tuvo a varios fotógrafos tomando fotos de los actores, no sólo en su labor interpretativa, sino también en sus tiempos muertos, que gracias a Marilyn podían llegar a ser muchos. Son fantásticas estas últimas imágenes, donde a veces vemos a los actores tumbados en un prado esperando a la inestable Marilyn Monroe (que siempre llegaba tarde al rodaje por las mañanas) o simplemente aburridos como ostras esperando que la diva apareciese con varias horas de retraso, como vemos aquí en esta foto, donde los rostros de Arthur Miller y John Huston aparecen contritos por la pesada espera.
The Misfits es importante por muchas razones. No sólo continúa siendo una gran película sobre los inadaptados que existen en toda sociedad (inadaptado es más correcta traducción para misfit que vida rebelde), sino que fue el único trabajo que el gran dramaturgo Arthur Miller escribió directamente para el cine, y lo pudo hacer con total libertad ni cortapisas creativas. Miller, quien en aquel tiempo estaba casado con Marilyn, escribió esta película para ella, y en su personaje todos, empezando por el propio Miller, han reconocido la personalidad de la propia Marilyn. Arthur Miller, que pasó todo el tiempo de rodaje con el equipo (esto es inhabitual en los rodajes cinematográficos), aparece en numerosas fotos de este libro soberbio. Esta presencia no consiguió resolver el distanciamiento que ya se había convertido en costumbre en el matrimonio, pues como podemos ver en muchas fotos de ambos (como esta que adjunto aquí abajo) ya no había gran comunicación entre ellos y aquel matrimonio no daba para más. Al poco tiempo se divorciaron. Atención al avechucho que vemos sentado a sus espaldas. ¡La señora Strasberg!
Tanto en la conversación con Miller como en su artículo extenso, Toubiana efectúa un buen repaso de los avatares del rodaje: los retrasos de Marilyn para llegar al set de filmación, el miedo que tenían de que Monty Clift volviera a caer en sus problemas de alcohol y drogas (al final, el comportamiento de Clift fue ejemplar), el cáncer que se estaba comiendo a Gable por dentro (quien, por otra parte, no dejó nunca de fumar como chacuaco y murió pocos días después de finalizar el rodaje), así como la molesta presencia de la esposa de Lee Strasberg, gurú del Actor´s Studio de Nueva York, que no permitía que nadie se acercara a Marilyn sin su consentimiento y que repasaba con ella todos los diálogos y la aconsejaba en las cosas de su vida cotidiana. La presencia de la Sra. Strasberg (el avechucho de la foto anterior) se convirtió en una molestia para todo el equipo, ya que incluso se permitía darle consejos a Huston sobre cómo Marilyn debía ser dirigida y cómo debía rodar las escenas que ella interpretaba. Aquí la vemos en una foto con Marilyn, ejerciendo lo que Miller considera en la conversación con Toubiana una influencia insana. Un personaje francamente repulsivo para todo el equipo de filmación, lo cual podemos percibir claramente con sólo ponerle encima a la foto estos ojitos que se ha de comer la tierra.
La película se cebaba en Marilyn como símbolo sexual de una manera que hoy nos parecería vulgar y de mal gusto. Huston no dejaba pasar la ocasión de lucir la belleza carnal de la actriz de una manera poco educada que en estos tiempos haría enfurecer a más de una feminista y/o derivados: a Marilyn se le sale una teta en una escena, en otra vemos cómo la cámara se recrea con el movimiento de sus nalgas mientras juega al jokari (una especia de raqueta de ping-pong con pelota incorporada por medio de una goma). En otra ocasión, como vemos en la foto de más abajo, nos deja embobados imaginando lo que falta por ver en todo su esplendor. Bella y gordita, lo cierto es que uno de los grandes encantos del film es la belleza delicuescente que luce a lo largo de todo su metraje, una belleza hoy oficialmente pasada de moda, pero todavía muy sugestiva para más de un millón de cristianos.
Es curioso cómo Marilyn sigue gustando hoy tanto a los hombres, y cómo es odiada por la gran mayoría de las mujeres. Recuerdo que cuando proyecté esta película en mi clase Cine y literatura II, todas las estudiantes echaron pestes de un film que no tiene nada de reprochable, salvo la belleza de una Marilyn Monroe que para muchas mujeres puede ser tan hiriente como encandiladora para un hombre, porque Marilyn encarna a la princesita cordial y carnal que todo caballero querría rescatar a mandoblazos de un ogro o un dragón. Su carnalidad y su personaje de ingenua explosiva (que tan bien explotó Wilder en Some Like it Hot y The Seven Year´s Itch) eran una obra maestra en la pantalla (dicen que Marilyn en la vida real no llamaba nada la atención), una obra maestra que se basaba en su propia personalidad, siempre sensual y desentendida de moralismos. Quizá una dulce chica fácil y sencilla, que aseguró en cierta ocasión no haberse prostituido nunca por dinero, pero sí por un plato de comida.

El libro de Miller y Toubiana es un recorrido maravilloso por una obra maestra del séptimo arte, una película con un encanto desgarrador y una perturbadora aureola de moribundez. Un hermoso canto de cisne de dos artistas del medio cinematográfico convertidos, con el paso de los años, en mitos de nuestra memoria sentimental por derecho propio, y en definitiva, en mitos de la memoria sentimental de la Humanidad.

Arthur Miller et Serge Toubiana, The Misfits. Chronique d´un tournage par les photographes de Magnum. Cahiers du Cinema. París, 1999.

lunes, abril 10, 2006

LAS PIN-UPS DE JACK COLE

El otro día, mientras buscaba enlaces sobre Jack Cole para parecer menos pirata de lo que soy al colgar sin perdón de Dios ni de nadie la fichita Toutain, les escamoteé un enlace muy importante. Tan importante que ahora lo cuelgo aquí, pues ya es tarde y no tengo tiempo de colgar el bloguito que tengo en la nevera sobre las fotografías de rodaje de la película The Misfits, el clásico de John Huston. Se trata del enlace a una página donde aparecen muchas de las pin-ups que dibujó Jack Cole, que era un hombre tan bueno para las curvas femeninas como para las distorsiones divertidas de Plastic-Man. Cliquen aquí para acceder a esta página y disfruten con el glamour de otro tiempo. Mujeres y sexo siempre han existido, pero glamour, lo que se dice glamour, parece cosa desterrada de nuestras vidas y arrinconada en la primera mitad del siglo XX, en pantallas de cine empantanadas de humo de cigarro y en sus derivados gráficos, como lo fue el arte pinupero de Jack Cole.

domingo, abril 09, 2006

APARECE TRUENO # 2

Como todo el mundo debería saber, el 14 de mayo El Capitán Trueno cumple cincuenta años de singladura. Se dice pronto cincuenta años, y es entonces cuando nos damos cuenta de que es un soplo la vida, que decía el tango. Yo, como tantos otros españoles, soy también hijo del Capitán Trueno, como ya escribí aquí y publiqué en un par de revistas. De hecho, ya llevo tres textos escritos sobre el Capi en lo que va de año, dos de ellos a punto de aparición. Se suceden los homenajes y publicaciones, e incluso el otro día, en el Congreso de los Diputados, resonó el resonante nombre del Capi a propósito de la propuesta triunfal de la creación de un Premio Nacional de Cómic, lo que ya parangona oficialmente al tebeo con las demás artes en España, sobre todo con la Poesía y el Teatro, que, como el cómic, están perpetuamente en crisis. Precisamente hoy, el novelista Javier Marías publicaba en el suplemento dominical de El País un buen artículo de opinión sobre el Capi que puedes leer clicando sobre el título: Continuará el Capitán Trueno.

Y hablando de artículos, ya puede conseguirse a través de librerías especializadas españolas el número 2 de Trueno, la revista que edita la Asociación de Amigos del Capitán Trueno, y a la cual yo mismo pertenezco. La distribuye por todo el territorio nacional la distribuidora valenciana DDTebeos. A pesar de que no puedo nunca participar en las actividades que la Asociación organiza, sí que colaboro al menos con la revista y pago las cuotas (brrr… el Brujo Don Carlos y Moonshadow me recuerdan telepáticamente que aún no he pagado la de este año, pero ya mero, ya mero...). En este número 2 de Trueno hay varios artículos dignos de interés, entre ellos una entrevista a Julia Galán, directora de publicaciones de Bruguera durante los últimos años. Y más textos de Elías Bravo, Alberto Alvarez-Perea, Carlos Álvarez, Manuel Escudero , Luis Antonio Ródenas, Paco Nájera e Iñigo Iturzaeta, y las secciones de Datolandia, Pasatiempos y un portafolio de pin-ups con dibujos inéditos de Manuel Díaz, Venancio, José Revilla, Jesús Merino, Mel, Javier Mena y Paco Rodríguez. También aparece un extenso artículo mío (ocho páginas de la revista) sobre la recreación de elementos trágicos en un episodio de las aventuras del Capi que transcurría entre los cuadernillos 247 y 249: Trueno ciego. Un juguete paratrágico de Víctor Mora y Ángel Pardo. Aquí les dejo la introducción de mi artículo, y pronto colgaré aquí el que publiqué en el número 1 sobre el portadismo de Antonio Bernal. Vayan y compren la revista, cuya preciosa portada con un Trueno en versión cartoon, esta vez, es obra del dibujante jienense Paco Nájera. A continuación, la preciosa portada clásica de Trueno Color que el gran Antonio Bernal dedicó al episodio de Trueno ciego.
Trueno ciego: un juguete paratrágico de Víctor Mora y Ángel Pardo.

Entre las muchas aventuras que el Capitán Trueno protagonizó en el cuaderno semanal que entre 1956 y 1968 publicó Editorial Bruguera hubo una que, durante mi impresionable infancia, me llenó especialmente de desasosiego. No era una aventura que transcurriese durante la mejor época del personaje, ni en ella aparecían contrincantes memorables; no había ninguna mujer fatal que intentase llevarse al Capitán a su florido vergel, ni transcurría en ninguno de los parajes exóticos a los que tan acostumbrado nos tenía Víctor Mora; tampoco el Capitán Trueno era amenazado por tremebundas bestias surgidas de un pasado prehistórico, ni era víctima de las alucinaciones perversas de una pócima. No había nada de esto en aquella aventura, nada de nada, y es que por no haber, no había ni aventura. No había nada. En realidad, no se trataba de una aventura, sino de un pequeño episodio que transcurría durante una aventura que sería perfectamente olvidable de no ser porque, durante su transcurso, sin venir a cuento ni presentar secuelas que afectasen al curso de la saga, el Capitán Trueno se quedaba ciego.

Cuantas veces leí aquel episodio siendo niño me invadió una angustia inexplicable y un hondo e irrefrenable deseo de gritar y llorar al mismo tiempo. ¡Mi héroe se quedaba ciego y sufría! Es verdad que había sufrido mucho en anteriores ocasiones, pero esta vez su sufrimiento no era el sufrimiento de un héroe, sino el de un pobre hombre aniquilado, casi un hombre cualquiera reducido al grado de inútil, arrastrado y gimoteante. Aquel desmoronamiento del gran ídolo de mi infancia me acarreó una angustia exactamente igual a la de mis peores pesadillas infantiles, y sólo con el paso del tiempo he podido releer aquel episodio intrascendente y gratuito, introducido con calzador sin objetivo alguno, y volver a disfrutarlo sintiendo un resabio de aquella antigua opresión, pero también apreciando la perfecta construcción dramática de su planteamiento y desarrollo. Se trató de lo que he querido llamar "juguete paratrágico", un experimento de Víctor Mora donde adapta para los niños los elementos de la tragedia griega clásica para conseguir lo que me gustaría llamar "la catarsis infantil"(1) . Pero antes de empezar con la teoría, echemos un repaso a aquel episodio que constituye un singular artefacto paratrágico (2) cuya contundencia revela el hábil manipulador de tantos siglos de literatura y aventuras que era Víctor Mora en 1961.
Continúa en Trueno, 2. ¡Pídalo a su voceador!

(1) La catarsis era el objetivo emocional último de la tragedia griega. El vocablo se traduce como "purificación", ya que el espectador, al identificarse con el héroe, experimenta emocionalmente las sensaciones de terror y de compasión que sufren los personajes de ficción. Por tanto, esta purificación está asociada exclusivamente al placer estético y vinculada con el trabajo de lo imaginario. Cf. Aristóteles, Poética, 1449 b, y Patrice Pavis, s.v. Catarsis.

(2) Se entiende por paratrágico todo aquel elemento perteneciente a la tragedia griega que es recreado o parodiado en un contexto diferente. Los elementos trágicos que vamos a comentar, al hallarse dentro de un tebeo popular de naturaleza muy distinta, se convierten en paratrágicos.

sábado, abril 08, 2006

FICHAS TOUTAIN XIII: JACK COLE

El virtuoso autor del superhéroe paródico Plastic Man fue el número 13 de las fichitas Toutain. Al contrario de lo que sucede con Caniff o Capp, hay varias buenas páginas en la red dedicadas a Cole. Incluso una historieta completa de su personaje Midnight, en la que este maestro demuestra su gran hacer. Plastic Man era un superhéroe cuyo poder consistía en alargarse o comprimirse a voluntad. Antecedente jocoso del Reed Richards de los 4 Fantásticos, el gran ingenio de Cole concedió a sus historias un desparpajo y una originalidad pocas veces vistas en el tebeo de superhéroes, hasta el punto de que es de las pocas obras o etapas de la llamada Golden Age de los superhéroes que todavía puede leerse sin hacerlo con cierta indulgencia.
Algunas páginas de interés:

Wikipedia: artículos sobre Jack Cole y su héroe Plastic Man.
Un par de páginas de Plastic Man, aquí y aquí.
Plato fuerte: una historieta completa de Jack Cole: Midnight.
Artículo de Donald Swan, en inglés: A Life in Four Colors.

Clicar sobre las imágenes para ver a mayor tamaño. Estas fichas fueron publicadas en la tercera de forros de cada fascículo de la Historia de los Cómics (Toutain Editor, 1982) y no han vuelto a ser reeditadas desde entonces. El © de los textos e imágenes pertenece a sus respectivos autores. Estas fichas se publican aquí con intención exclusivamente divulgativa y educativa.

jueves, abril 06, 2006

MAUS. UNA REMEMBRANZA

Ya no estoy muy seguro, pero creo que Maus fue la primera lectura de cierta envergadura que hice directamente en inglés. La compré en 1994 durante mi primera visita a Nueva York, en una pequeña librería de Manhattan llamada, si no recuerdo mal, Jim Henson´s Universe. Era mi primera vez en Nueva York, yo tenía veintipocos años y me fui solo a buscar librerías especializadas por la Gran Manzana (habíamos llegado a la ciudad de los rascacielos para representar en el Teatro del Repertorio Español, también en Manhattan, El anzuelo de Fenisa, de Lope de Vega). Había escudriñado las páginas amarillas de la ciudad y había tomado las direcciones de algunas librerías, me desmarqué del grupo (los demás fueron todos juntos a comprar pantalones Levi´s e imitaciones de Rolex por Chinatown) y, con mucha emoción, internéme solo como un pollito calvo por la gran ciudad.

Es muy fácil orientarse por Manhattan. Con un mapa en la mano y tomando la Quinta Avenida como referencia, todo es parriba, pabajo, a diestra o siniestra. Tomen nota, y ya pueden viajar a Nueva York sin mayores problemas. Yo, claro, estaba acojonado. En aquellos tiempos no había viajado solo demasiadas veces, y solito de repente por la capital del mundo tenía mucho miedo de los homeless y de los winos. Escudriñaba a todas partes y miraba a los ojos de la gente: en caso de pérdida, me consolaba pensando que si me encontraba con Woody Allen mientras volvía a casa de comprar el pan, siempre podría preguntarle si iba por buen camino. Me detuve en mi periplo en busca de Jim Henley´s Universe en algunos puntos estratégicos: compré un perrito caliente en el típico carrito callejero, y un tebeo de Daredevil en un kiosco (no podía creer que en Nueva York hubiese kioscos tan feos como los de la posguerra española). Al fin encontré la librería y me metí en ella. No era la gran cosa, la típica librería especializada como hay millones, pero en aquellos tiempos pre-Amazon donde sólo tenías el incipiente sistema de Advance Comics, pues emborrachaba la vista, el olfato y los sentidos hallarte en una librería donde comprar tebeos originales en inglés, y más teniendo en cuenta que se trataba de una librería original en el Nueva York original. Mis compras fueron un par de tomos de Love and Rockets, los diez primeros números de Eightball (en aquellos tiempos casi nadie en Europa conocía a Daniel Clowes), un tomo del Popeye de Segar, también en Fantagraphics, un volumen del Pogo de Walt Kelly, varios cómics de Crumb, algunos cómics independientes que me entraron por el ojo (Joe Matt y otras cosas que no recuerdo, entre ellas Cherry) y el tomo 1 de Maus (no había aparecido todavía el 2, o no lo vi).
Si ya estaba nervioso, todavía sucedió algo que me acobardó más. De repente uno de los dependientes se lió a hostias con un chaval que había intentado robarse unos tebeos de super héroes. Nada de detenerlo y darle un par de empujones para asustarle en plan oye tío, de qué vas, o su traducción al inglés. En plan Schwarzenneger, el tipo le propinó una tunda que lo dejó baldado, él se quedó tan a gusto y a mí me dejó turulato. Se notaba que el tío había tenido un mal día, o simplemente, llevaba tiempo deseando sonarse a alguien, porque al chaval le llovieron hostias por todas partes. Yo, que me conocía al dedillo Canción triste de Hill Street, sólo pensaba en huir, creyendo que igual asaltaban la librería sus amigos de la banda de los Diablos y se montaba un pifostio que no veas, las guerras apaches conmigo en medio de todas las gangas de Nueva Yol. Al fin, llegó la policía, esposaron al muchacho y se lo llevaron a comisaría. Como en los telefilmes. Pagué mis ciento y pico de dólares y me fui como alma que lleva el diablo. Todo esto no venía a cuento, pero en fin, me apetecía recordarlo aquí. Al volver a Murcia leí Maus por primera vez, y me sorprendió entender toda la obra con mi inglés de aquel entonces, el que medianamente había aprendido desde la EGB hasta los años universitarios.

Hace un par de semanas releí los dos tomos de Maus. Mi inglés ha mejorado mucho con los años, pero ya no me sorprendió haberlo comprendido todo una década antes: Spiegelman construyó una obra maestra escrita en un inglés sencillo que pudiese llegar fácilmente a cualquiera que supiese un poco de inglés. Me recordó, salvando muy mucho las distancias y sólo hago la comparación por ser didáctico, el griego del Nuevo Testamento y su traducción latina, la Vulgata, dos obras que cualquiera que supiese el mínimo de griego y latín pudo entender sin dificultad a lo largo de los siglos. La misión de los autores del NT fue divulgar un mensaje al mayor número de hombres posibles. Creo que Spiegelman también premeditó, en algún momento, que su obra magna debía llegar fácilmente al corazón de los lectores que pudiesen entender esa lengua franca de nuestro tiempo que es el inglés, como en otro tiempo lo el griego o el latín. Uno de los mayores logros de Maus es que tiene una vocación universalista: quiere trascender las fronteras, dar a conocer un mensaje que también es universal, el de la crueldad del ser humano y su gusto por cebarse, cada cierto tiempo, en grandes sectores de la sociedad que hasta entonces habían vivido libremente y perfectamente integrados en la sociedad: árabes, judíos, homosexuales, negros… ¿fumadores? Ese deseo de transgresión de fronteras condujo a Spiegelman a crear con Maus una apasionante amalgama de elementos diversos: humor, tragedia, historia real, colectivos convertidos en personajes animalizados… Es una historia sobre el holocausto judío, pero su gran mérito consiste en que también es una historia sobre la difícil relación de Spiegelman con su propio padre, Vladek, el superviviente de los campos de concentración, el superviviente del suicidio de su esposa cuando Spiegelman ya contaba veinte años y vivían en Estados Unidos. La tragedia de Anna, la madre de Spiegelman que sobrevivió al holocausto pero no pudo sobrevivir a los recuerdos del mismo, es la gran historia latente que para siempre quedará perdida en el tiempo, y el esfuerzo de Spiegelman por comprenderla intensifica el dolor de una suerte atroz, de una vida marcada por el horror del genocidio nazi que alcanzó a ser expresado por escrito, de puño y letra por ella misma, y que Vladek destruyó tras su muerte intentando librarse del pasado. Desde este punto de vista, también Vladek es un asesino, y así lo llama Spiegelman en la última viñeta del tomo 1, un asesino de la memoria.

Maus es una obra emblemática, pero no sólo es eso: es también una gran obra que merece ser leída y releída con los años. Su carácter de novela gráfica, mixta, fronteriza, procedente del underground americano y hoy instalada en el independentismo creativo radical, la hizo ganadora del premio Pulitzer de literatura en 1992. Se argumentará que fue el tema del holocausto, y no un medio como el cómic, el que ganó el prestigioso galardón, pero esa disquisición resulta bizantina a estas alturas. Ganó, ante todo, un gran artista de este hermoso medio narrativo, uno de los más grandes desde los años 70. Quizá este premio sirvió también para que los tebeos empezaran a entrar en las bibliotecas para convivir con sus hermanos mayores de toda la vida, y por el bien de todos.

miércoles, abril 05, 2006

CATERVA, DE JUAN FILLOY

Juan Filloy fue un venerable autor de las letras argentinas. Poco conocido fuera de las fronteras de este país, y considerado dentro de él un autor de culto que influyó sobre las generaciones más jóvenes (Julio Cortázar, por ejemplo), Juan Filloy no hizo mucho por darse a conocer durante los largos años que ejerció la judicatura en la ciudad de Río Cuarto, y a casi seis años de su muerte todavía no ocupa el lugar que merece en ningún Olimpo ni Parnaso. Sin embargo, Filloy escribió mucho, muchísimo, porque tuvo tiempo para hacer casi de todo, para vivir dos vidas incluso, ya que Filloy murió mientras dormía la siesta el 15 de julio de 2000, pocos días antes de cumplir, entérense, señores, 106 años. Ciento seis años que alcanzó leyendo mucho, escribiendo mucho, trabajando mucho y bebiendo media botella de vino con cada comida del día y echándose unos cuantos cigarrillos por jornada. Su longevidad también le dio el raro sobrenombre (pero más rara es la suerte de recibirlo) de "el hombre de tres siglos". Apenas ahora el nombre de Filloy comienza a trascender más allá de la hermosa Argentina y podemos empezar a leer algunas de sus obras (más de 60), que a él no le preocupó nunca publicitar: alejado de los gallineros literarios, durante casi treinta años no publicó nada, para que el espíritu provocador de su obra no interfiriera con su desempeño como honrado juez, bastión venerable de la sociedad. Muchos detalles incrementan el mito: el poderío gongorino y pulido de su prosa (se jactaba de ser el único autor que usaba todas las palabras del diccionario, y efectivamente, hay que leerle con el diccionario al lado), su pasión por los burdeles, el hecho singular de que todos los títulos de su producción (sesenta, en total) no tengan ni más ni menos que siete letras: Caterva, Op Oloop, ¡Estafen!, Finesse, Ignitus, etc. Rasgos de peculiaridad que sirven para calentar los fuegos del mito…

Recientemente terminé la lectura de una de sus novelas más emblemáticas: Caterva (Siruela, 2004). Toda una experiencia, y no voy a decir que siempre grata. Como en Rayuela (donde Caterva de Filloy es mencionada a manera de homenaje), los personajes hablan y hablan sobre lo divino y lo humano sin que uno entienda a veces muy bien hacia dónde van los personajes o la obra en su conjunto. Pero no importa, porque Filloy no es un autor lineal, y en Filloy el gusto de leerle debe proceder del gusto de dejarse llevar a ciegas montado en un tren que recorre túneles oscuros, sin saber a dónde ni para qué. Como un viaje en el tren de El guardagujas, de Arreola. Los protagonistas de Caterva, una bola de mendigos que vagan por la Argentina conversando sobre filosofía, moral, ética, literatura o la vida en general, tienen muchas reminscencias de aquel divino Max Estrella de Valle-Inclán. Como en Luces de bohemia, los personajes de Caterva son unos parias que tienen la boca llena de flores y que con su bella logorrea consuman el milagro de poder caminar sobre las aguas de los lodazales de la eterna Latinoamérica jodida. No en vano Valle-Inclán fue una de las grandes influencias de Filloy, que por tanto se sube al tren de los autores mayores, de los autores que beben del asianismo barroco que quedó consumado con Góngora y que se diseminó por el mundo para escándalo de poetas lerdos y befa de lectores gandules. Y como Valle, Filloy nos transporta a un mundo propio, no más argentino que filloyano, un lugar que nace de la realidad no para convertirla en su reflejo, sino para comérsela, crisalizarla y devolverla transformada, convertida en espejo donde puedan llegar a mirarse algunas criaturas que levantan los pies del cielo y de repente se transforman en ángeles.

Dos buenos enlaces sobre Filloy: una biografía con un listado de su obra y enlaces a capítulos de la misma, y sobre todo una gozosa e imprescindible entrevista con Filloy, el hombre de tres siglos.

martes, abril 04, 2006

FICHAS TOUTAIN XII: PIERRE CHRISTIN

Esta portada de la legendaria revista Pilote (cuna de grandes hitos de la bedé francesa) nos presenta a Pierre Christin y a Bilal con dos décadas menos. Muchos creen que los tebeos se escriben solos al capricho de un dibujante que acumula viñeta tras viñeta sin saber dónde va a acabar. Es verdad que a veces es así, pero también existe la figura del guionista, un escritor extraño que no escribe novelas ni guiones de cine (aunque a veces, también, como Christin), sino tebeos que él no dibuja, porque no es dibujante. Uno de los más grandes de Europa ha sido Pierre Christin, consagrado sobre todo por sus álbumes dibujados por Enki Bilal y por su serie futurista Valérian, que estoy ahora disfrutando enormemente en su versión original francesa y de la que ya llevo cuatro álbumes leídos. Pronto cogaré aquí algunos comentarios sobre esta serie que tanto me ha hecho y me hace disfrutar. Con ustedes, Pierre Christin, autor de más de cien libros publicados y de otros cien que duermen en un cajón. Un espíritu afable, crítico e inquieto.

Otros enlaces:

Una biografía en francés con una buena cronología de la producción de Christin.
Una buena entrevista a Christin realizada por Carlos Reyes

Clicar sobre las imágenes para ver a mayor tamaño. Estas fichas fueron publicadas en la tercera de forros de cada fascículo de la Historia de los Cómics (Toutain Editor, 1982) y no han vuelto a ser reeditadas desde entonces. El © de los textos e imágenes pertenece a sus respectivos autores. Estas fichas se publican aquí con intención exclusivamente divulgativa y educativa.