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Recientemente terminé la lectura de una de sus novelas más emblemáticas: Caterva (Siruela, 2004). Toda una experiencia, y no voy a decir que siempre grata. Como en Rayuela (donde Caterva de Filloy es mencionada a manera de homenaje), los personajes hablan y hablan sobre lo divino y lo humano sin que uno entienda a veces muy bien hacia dónde van los personajes o la obra en su conjunto. Pero no importa, porque Filloy no es un autor lineal, y en Filloy el gusto de leerle debe proceder del gusto de dejarse llevar a ciegas montado en un tren que recorre túneles oscuros, sin saber a dónde ni para qué. Como un viaje en el tren de El guardagujas, de Arreola. Los protagonistas de Caterva, una bola de mendigos que vagan por la Argentina conversando sobre filosofía, moral, ética, literatura o la vida en general, tienen muchas reminscencias de aquel divino Max Estrella de Valle-Inclán. Como en Luces de bohemia, los personajes de Caterva son unos parias que tienen la boca llena de flores y que con su bella logorrea consuman el milagro de poder caminar sobre las aguas de los lodazales de la eterna Latinoamérica jodida. No en vano Valle-Inclán fue una de las grandes influencias de Filloy, que por tanto se sube al tren de los autores mayores, de los autores que beben del asianismo barroco que quedó consumado con Góngora y que se diseminó por el mundo para escándalo de poetas lerdos y befa de lectores gandules. Y como Valle, Filloy nos transporta a un mundo propio, no más argentino que filloyano, un lugar que nace de la realidad no para convertirla en su reflejo, sino para comérsela, crisalizarla y devolverla transformada, convertida en espejo donde puedan llegar a mirarse algunas criaturas que levantan los pies del cielo y de repente se transforman en ángeles.
Dos buenos enlaces sobre Filloy: una biografía con un listado de su obra y enlaces a capítulos de la misma, y sobre todo una gozosa e imprescindible entrevista con Filloy, el hombre de tres siglos.
Dos buenos enlaces sobre Filloy: una biografía con un listado de su obra y enlaces a capítulos de la misma, y sobre todo una gozosa e imprescindible entrevista con Filloy, el hombre de tres siglos.
4 comentarios:
El epílogo es de Mempo Giardinelli, ganador del premio Rómulo Gallegos, escritor argentino con una prolongada residencia en Méjico.
Desde que leí sobre él, busqué alguna de sus obras y es un total desconocido, cómo para no creerlo...
Espero ir mi próxima vacación a Argentina tras alguna obra suya.
Hola modestamente queria ampliar sobre la descripsion de este libro.
Mas que ser un puñado de vagabundos que "hablan de " filosofia, moral, etica..etc etc.. ELLOS son esa filosofia ..esa moral..
De sus propias vivencias nacen pasajes increibles. Por supuesto que tiene mucha enseñanza y Filloy..por la profundidad de las vivencias , creo que ha inventado poco, suenan a palabras vividas y obviamente a situaciones reales con personajes que han madurado sobre esas experiencias.
Ah, es que los grandes autores hacen vívido lo vivido y no vivido. De ahí esa sensación de verdad que tiene Filloy.
Saludos
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