jueves, febrero 28, 2008

MIS MIEDOS, DE ENRIC SIÓ: LISITA

Cuando colgué la fichita Toutain dedicada a Enric Sió comentaba que una de sus historietas marcó mi infancia, y la marcó con verdadero terror. La historieta formaba parte de la serie “Mis miedos”, y se titulaba “Lisita”. Esta serie apareció en la revista Drácula, editada por Buru Lan a partir de 1971. Buru Lan, que a la sazón editaba en buen papel a color y tamaño grande a algunos de los clásicos americanos (Flash Gordon, The Phantom, Príncipe Valiente, Rip Kirby), quiso ir más allá al descubrir en España a los mejores autores españoles que en aquel tiempo dominaban el cómic adulto en mercados internacionales. Drácula fue la propuesta, excelente para su tiempo, de una revista autóctona con autores autóctonos: Esteban Maroto, Josep Maria Beá y Enric Sió, sobre todo. Las historias solían ser escritas por Luis Vigil y Luis Gasca. No duró mucho la valentía, quizá porque el precio, formato y color no favorecían aquella propuesta concreta. A partir de unos cuantos números, Drácula pasó a editar el 5 X Infinito de Maroto, y el Delta 99 de Víctor Mora y Carlos Giménez. De cualquier modo, los Rufus, Vampus y Vampirella, que publicaron material de los mismos en blanco y negro sobre papel barato, estaban a la vuelta de la esquina y duraron mucho tiempo. Uno de aquellos autores que triunfaba fuera de la España de dictadura muriente, fue Enric Sió.

Enric Sió
No quiero hacer historia. Lo que yo quiero es colgar aquí esta historieta de Sió que durante muchos años me pareció absolutamente espeluznante, hasta el punto de que llegué a desarrollar un verdadero pánico por las estancias elevadas (áticos, desvanes, terrazas…). Hoy, curado de mi miedo gracias (como el buhonero Nepomuceno) al mucho tequila trasegado, puedo volver a mirar esta historieta de Sió y sentirme conmovido todavía. Creo que Sió siempre fue un autor en cierto modo terrorífico. Su dibujo impresionista, ejecutado con pincel y aparentemente con trazo muy veloz, tenía cierto aire de escenario incompleto, de escenografía abandonada y corroída por el tiempo. Además, le gustaba jugar con cierto sentimiento de opresión que conseguía (como en esta historieta, Lisita) al incidir mucho en los fondos negros y en los contornos apenas desarrollados de los personajes, como si no fuesen más que siluetas vacías, cáscaras sin alma, cuando no a presentarlos como si los cuerpos fuesen el negativo de la fotografía, dando la sensación de algo confuso y fantasmal. En esta historia en concreto, unos colores ocres y la ausencia de “calle” entre viñetas redundan en la sensación de sofoco y opresión. Los mensajes ominosos comienzan desde el principio de la historieta (con la vecina chismosa que comenta: “Esta niña, siempre en el desván… Desde luego, nuestros vecinos…”) y se intensifican en la página 2 (donde todos, todos los elementos visuales y textuales predicen una tragedia: el gato negro, la navaja, la retorcida escalera, la siniestra sala de estar de los padres, la canción…). Pues todo esto junto, orientado al clímax, conduce a un relato corto excelente, que explota todas las posibilidades del cómic para crear desasosiego y angustia. Enric Sió, un maestro más celebrado de boquilla en su tiempo que comprendido verdaderamente. Sus logros están hoy incluso en los tebeos más multitudinarios. ¿Para cuándo unos integrales de Enric Sio en Glénat? Con ustedes, Lisita, la historia completa. Clicar sobre las imágenes para ver a buen tamaño.





miércoles, febrero 27, 2008

BLUTCH: BLOTCH

Blotch es uno de esos seres despreciables que, a causa de su misma imperfección, nos parecen tan regocijantes. Todos conocemos personas como Blotch: mediocres egomaníacos que creen estar por encima de la mayoría y se hallan moralmente debajo de la mayoría. Blutch, padre de Blotch, lo sabe perfectamente y exprime en su licuadora todo el jugo de una mente siniestra y antipática como es la de Blotch. Todos somos feos de una forma o de otra, y esto es lo que representa el mundo parisino y cerrado de Blotch: un mundo antiguo y bello, desaparecido y bello, lo cual es parecido a afirmar que, de alguna manera, también es feo. Blutch es un maestro del pincel y en Blotch nos presenta a un dibujante que vive en París en la época de entreguerras, época dorada cuando todavía existía el escándalo que tanto aprovechó y luego añoró Luis Buñuel.

Blotch medra sin darse cuenta de su inmenso fracaso vivencial, que no es otro que el triunfo de Blutch al representarlo. Blutch, cuyo verdadero nombre es Christian Hincker (1967), comenzó en la bande desinée a finales de los años 80, concretamente en la revista Fluide Glacial donde publicó este regocijante Blotch, recogido con posterioridad en dos álbumes que acaba de publicar en España La Cúpula en un solo volumen. Colaborador también de la editorial L´Association, en 1996 saltó a la revista À Suivre, donde creó Peplum, una obra de corte histórico basada en el Satiricón de Petronio y a la que ya tengo muchas ganas de echar el diente.

Artista inquieto y versátil, Blutch es un genio del humor cáustico que publicó en Fluide Glacial las peripecias de Blotch, un engreído dibujante de chistes de prensa a quien hay que reconocer, por supuesto, un sentido cruel y desvergonzado de contemplar la inmensa miseria del ser humano. Maravillosamente dibujado con un pincel suelto y garboso que hacen de Blutch un maestro moderno, Blotch es un sustancioso tebeo para reconciliarnos por medio de la risa con el lado más oscuro y miserable de nosotros mismos. Y es que, como Blotch, nos recortamos contra el fondo de este decorado como patos mareados y torpes, adustamente serios como un rigor mortis, y al mismo tiempo, solemnemente ridículos. Creo que las dos páginas que adjunto son una buena representación de las excelencias del pincel de Blutch y del humor sombrío, cruel y desesperado, de esa gran creación que fue Blotch.

Blutch, Blotch. Ediciones La Cúpula. Barcelona, diciembre 2007.

lunes, febrero 25, 2008

FICHAS TOUTAIN LXXXVII: CLIFF STERRETT (1883-1964)

Uno de los grandes clásicos del cómic, este extraño arte que nació con las vanguardias y cuyo clasicismo resulta más innovador que la modernidad. Extraña paradoja. De Sterrett se han publicado algunas páginas, precisamente en la Historia de los Cómics de Toutain Editor, y poco más. Digital Funnies está editando actualmente esta obra en deuvedé y CD-Rom. Las muestras que pueden verse, por ejemplo, aquí y aquí son más que estimulantes. ¿Llegará un día la edición en papel? La ficha de hoy, por Salvador Vázquez de Parga.

Clicar sobre la imagen para ver a mayor tamaño. Estas fichas fueron publicadas en la tercera de forros de cada fascículo de la Historia de los Cómics (Toutain Editor, 1982) y no han vuelto a ser reeditadas desde entonces. El © de los textos e imágenes pertenece a sus respectivos autores. Estas fichas se publican aquí con intención exclusivamente divulgativa y educativa.

domingo, febrero 24, 2008

CON USTEDES, LOU CARRIGAN

Los amigos de Bolsi & Pulp están publicando una entrevista con el maestro Lou Carrigan que éste les ha concedido ex profeso. Este autor, junto a Silver Kane, Clark Carrados y otros muchos, formó parte de una generación de escritores de una época irrepetible, la de los bolsilibros o novelas de kiosco que tuvieron su auge hacia la mitad del siglo XX y cuya estela, por medio de la reedición parcial de aquellos fondos, llega hasta hoy mismo. Lou Carrigan, seudónimo del narrador Antonio Vera, fue uno de los mejores y más prolíficos autores del medio, que cultivó por medio de la novela policiaca, del Oeste, de terror… Yo, personalmente, le debo muchas horas de juvenil placer a los bolsilibros de Carrigan, que fue, junto con Silver Kane (Francisco González Ledesma) y José Mallorquí, uno de mis grandes favoritos. Todavía hoy sigo adquiriendo todas las novelas que veo de la Selección Terror de Bruguera. No digo más, échenle un vistazo a la entrevista y pásense también por el blog de Lou Carrigan. Sus fans encontrarán en él abundante material muy digno de interés. Con ustedes, el veterano y sabio Lou Carrigan.

viernes, febrero 22, 2008

NATHAN NEVER Y MIS CUARTELES DE INVIERNO

Estoy pasando uno de esos baches en los que no tengo tiempo para dedicarme a esta bitácora. De cuarteles de invierno. Se trata de un periodo absolutamente transitorio, y paradójicamente, resulta que escribo poco porque estoy escribiendo mucho. Durará más o menos una semana, quizá menos, y la causa está en que dedico todo el tiempo libre a escribir, revisar, pulir y limpiar, limpiar y limpiar una comunicación para un congreso que comenzará dentro de diez días. Escribir, escribo muy rápido: las comunicaciones para los congresos me salen en tres o cuatro días, como mucho. El problema es que soy de los que reescriben todo varias veces (menos las entradas de este blog), y en la tarea de limpiar, limpiar, limpiar y limpiar (y buscar, contrastar fuentes, afinar detalles y menudencias mil) se me va un mes siempre para un puñado de hojas que luego habrá que reducir a cinco cuartillas para su lectura pública. Conste en acta por si alguno de mis visitantes piensa que ando de perezoso o cree que este profe tiró la toalla o colgó los tenis.

En estos días de lecturas un poco obligadas por la situación (ya queda menos) saco tiempo para limpiar mi mente con los siempre impagables fumetti de la casa Bonelli, que son los mejores tebeos populares del universo conocido y parte del que ha visitado el Enterprise (me estoy chutando la segunda temporada de Star Trek The Original Series y es un punto: ¿en qué momento del futuro volverán a ponerse de moda esas maravillosas minifaldas?).

Cuando tengo una pila de tebeos Bonelli (y esta pila ocupa ahora un estante completo en uno de mis libreros) empiezo siempre por el título que menos me gusta: Nathan Never. Sé que voy a disfrutar con el insuperable Dylan Dog, que voy a babear con las historias de civilizaciones perdidas del inconmensurable profe Martin Mystere y que voy a paladear a cociencia el encanto neogótico y expresionista de Dampyr. Pero Nathan Never es la serie que menos me gusta. Ah, pero es un fumetti Bonelli, lo que quiere decir que, aún así, es mejor que el 90% de las decenas de títulos que salen todos los meses en España. Quiere decir que, a pesar de todo, unos números mejor y otros peor, suelen estar bien escritos y más o menos bien dibujados. Que son como novelas de ciencia ficción, con mucho cyber-punk por aquí y mucha estética Blade Runner por allá, un poco horteras (me fumiga que Nathan Never sea clavadito al hortera de George Michael)), pero que puede tener números que a lo largo de sus casi 100 páginas te dan una sorpresa y dejan de ser lo más flojo de la línea Bonelli que publica Aleta para convertirse en muy solventes artefactos dramáticos. Incluso a veces, mire usted por dónde, te encuentras con un Nathan Never que hasta merece las cuatro estrellas (de cuatro) por su calidad gráfica y literaria. Como el número 10 que publicó Aleta: Universos infinitos, escrito por Michele Medda y dibujado por Roberto de Angelis. Vamos, que me gusta menos que los otros, pero me gusta.

Pues entre los nathannéveres que han caído en estos estaba una historia muy solvente que se ha desarrollado a lo largo de tres números (i.e, casi 300 páginas), en concreto entre los numeros 25-27. Y no es que se trate de una gran historia, ni muy original, pero está bien construida y desarrollada a lo largo de, como digo, casi 300 páginas. El argumento tiene un final más que previsible según las leyes del mercado: Nathan Never es acusado de varios asesinatos que él no recuerda haber cometido, su novia lo abandona y hasta es encarcelado y condenado a muerte (por cierto, en un programa de TV que emite juicios en directo y donde los jueces son aleatoriamente elegidos entre los espectadores). El descenso a los infiernos de este clon de George Michael tiene billete de vuelta asegurado, como cualquiera puede imaginar, pero como digo, se trata de un folletón bien armado y bien desarrollado punto por punto, y además, tiene esos reposados diálogos bonelli y ese ritmo conversacional y un poco retórico que todavía cautiva a quienes nos gusta leer tebeos, y no sólo mirar las bonitas viñetas de cuadernitos insignificantes con poca letra que tardan en leerse en lo que uno tarda en echar una meada.

domingo, febrero 17, 2008

FICHAS TOUTAIN LXXXVI: JIM STERANKO (1938)

Sigue siendo un placer releer los tebeos que Steranko dibujó para uno de mis personajes más queridos del universo Marvel: Nick Furia. Fue precisamente Nick Furia el que me enganchó al rollo marvelita a principios de los años 90, y de ahí pasé a los X-Men de Claremont, que hace mucho que no releo. El pop-art con que nos obsequió Steranko durante ese fértil periodo creativo tiene un encanto irrepetible, una fuerza y una sinceridad cautivadora, una poesía y una plasticidad inigualables. Se podrá imitar una y mil veces, y hasta mejorar sin duda, pero nunca podrán reproducir esa vibración de verdad, esa frescura insólita que, ayer como hoy, y quizá hoy más que ayer, sigue sorprendiendo por su pureza y su ingenuidad insuperables. La ficha de hoy viene firmada por el gran Javier Coma.

Clicar sobre la imagen para ver a mayor tamaño. Estas fichas fueron publicadas en la tercera de forros de cada fascículo de la Historia de los Cómics (Toutain Editor, 1982) y no han vuelto a ser reeditadas desde entonces. El © de los textos e imágenes pertenece a sus respectivos autores. Estas fichas se publican aquí con intención exclusivamente divulgativa y educativa.

jueves, febrero 14, 2008

FICHAS TOUTAIN LXXXV: REG SMYTHE (1917-1998)

Se publicaba mucho esta serie en España en la época en que Toutain publicaba su Historia de los Cómics. Yo, quizá por la impericia de la edad, nunca le vi demasiado chiste a los chistes de Andy Capp. Desde entonces no he vuelto a ver recopilatorios de Andy Capp, obra de Reg Smythe que deslumbró a Inglaterra y Estados Unidos con su humor de la clase baja inglesa. Lo explica mejor que yo Juan Antonio de Blas en esta Ficha Toutain. Salud.

Clicar sobre la imagen para ver a mayor tamaño. Estas fichas fueron publicadas en la tercera de forros de cada fascículo de la Historia de los Cómics (Toutain Editor, 1982) y no han vuelto a ser reeditadas desde entonces. El © de los textos e imágenes pertenece a sus respectivos autores. Estas fichas se publican aquí con intención exclusivamente divulgativa y educativa.

martes, febrero 12, 2008

LA DIOSA ARRODILLADA (1947)

Roberto Gavaldón fue uno de los más sólidos artesanos del cine mexicano clásico, y a él se deben obras emblemáticas de esa cinematografía como Macario (1959; primer film mexicano en ser nominado al Oscar a la mejor película extranjera), El gallo de oro (1964; con guión de Juan Rulfo) o La vida inútil de Pito Pérez (1969). Formado en la época dorada de los estudios de Hollywood, donde coincide con Emilio Fernández y Chano Urueta, en 1932 regresa a México y se incorpora a la industria nacional trabajando en la parte técnica de las películas. Después de colaborar como asistente de dirección en cincuenta películas (entre las que destaca ¡Viva Villa! de Jack Conway en 1934), en 1944 debuta como director en La barraca, film que se embolsa diez premios Ariel y que lo lanza al estrellato como gran figura de la dirección en México. Realizador de más de cuarenta películas, su buen oficio y pericia técnica le permiten rodar algunos films en el extranjero, como Adventures of Casanova (1947) o The Littlest Outlaw (1953).

La diosa arrodillada fue su octava película, y en ella advertimos sus méritos y carencias. Gran conocedor de la parte técnica del oficio (Gavaldón incorpora en este film con gran acierto dramático elementos como el juego con espejos o la profundidad de campo), sin embargo no debía de hallarse especialmente dotado para generar empatía con sus actores, que le conocían como El Ogro por su estricto comportamiento en los platós.

Ni María Félix ni Arturo de Córdova dan de sí todo lo que uno podría esperarse de sus personajes. La historia de un hombre de gran fortuna (Arturo de Córdova) que conoce a una mujer con quien mantiene una relación extramarital (María Félix), adquiere un giro atormentador cuando él cree haber envenenado a su esposa con la pretensión de asesinar a su amante, quien lo obsesiona hasta el punto de adquirir una escultura, llamada La diosa arrodillada, para la cual ella posó como modelo.

De Córdova abordó en varias ocasiones el papel de galán atormentado en perpetuo conflicto con el deseo, pero Gavaldón no extrae de este interesante actor los angustiosos matices y sombras de culpa que inmortalizaron a De Córdova por su interpretación en Él, a cargo de Luis Buñuel. Curiosamente, también en esta ocasión (aunque cinco años antes de la película de Buñuel) De Córdova interpreta a un insatisfecho amoroso que deambula por una gran mansión presidida por una doble escalera que se bifurca tanto como la realidad y el deseo que se alejan para no encontrarse casi nunca en su personaje.

Con semejante guión (co-escrito por el autor mexicano José Revueltas, quien colaboró en otras once ocasiones con este director), Gavaldón podría haber dirigido un notorio film noir del cine clásico mexicano, pero sus intereses fueron otros. Enamorado del melodrama, Gavaldón rehuye las atmósferas góticas o la estética expresionista del cine negro y se concentra en la peripecia sentimental de los amantes. La bella fotografía de Alex Phillips se explaya generalmente en muchas gamas de grises que inciden más en lo bello y estilizado entorno de la vida de los ricos (el gran glamour de grandes mansiones con grandes columnas de mármol) que en la pesadilla de una historia que no se quiere centrar en el deseo atormentador y en el sentido de culpa.

La excelente factura formal de la película (más bien carente de ritmo y de énfasis en los giros dramáticos) se ve reforzada por una bella partitura de Rodolfo Halffter (que a veces recuerda mucho, curiosamente, el tema de la melancolía compuesto por Bernard Herrman para Vértigo, de Alfred Hitchcock, en 1958) y la presencia, siempre grata a mi entender, de Fortunio Bonanova, aquel español de Mallorca (foto, abajo) que recaló en Hollywood y tuvo un destacado rol en Ciudadano Kane (Orson Welles, 1941). Aquí interpreta al malo de la película, pero Bonanova debió de ser un tipo tan simpático que su villano, más que villano, parece otra cosa, más bien un pragmático filósofo. Y es que en La diosa arrodillada todo recuerda a otra cosa que no es.

La diosa arrodillada (1947). Dirección: Roberto Gavaldón. (**, de 4). Más información, en IMDB.

miércoles, febrero 06, 2008

FICHAS TOUTAIN LXXXIV: ENRIC SIO (1942-1998)

Fallecido prematuramente, y olvidado hoy salvo por historiadores del tebeo en España y aficionados de cierta edad, Enric Sio fue uno de los grandes renovadores del cómic español en la década de los 70. Su militancia en los 80 contra la estética del tintinismo y otras necesarias delicias del espíritu le ganaron fama de elitista y radical. Debían de molestar mucho sus columnas en Cómics, clásicos y modernos (coleccionable dirigido por Javier Coma y publicado por entregas en El País Semanal), donde no mostraba espíritu de conciliación alguno salvo con el Cómic como Arte, un arte que era como el suyo y el de su generación, un Arte para adultos sin nostalgias ni debilidades infantiles. Los adultos, ya se sabe, se dedicaron a ver Tele 5 después del boom del tebeo adulto de los 80, y los más jóvenes, apostados en la esquina con la navaja del olvido, dieron cuenta de la memoria de Enric Sio en la historia popular de un arte de por sí desmemoriado.

Enric Sio fue un grande de su arte. Pocos historietistas como él han sabido reflejar tan bien, por medio de viñetas oscuras y trazos inquietantes y nerviosos, la angustia y el terror de forma tan efectiva. Sus viñetas tenían una tesitura prolija y desesperante, apta para reflejar el mundo de las más recónditas y cotidianas pesadillas. Nunca olvidaré mi primer Sio, que sigue siendo mi favorito: una historieta de Mis miedos que leí durante los primeros 70 y que me tuvo aterrorizado durante los años que me quedaron de infancia. Otro maestro cuya obra hay que desempolvar. La ficha de hoy, por Jordi Frontons.

Clicar sobre la imagen para ver a mayor tamaño. Estas fichas fueron publicadas en la tercera de forros de cada fascículo de la Historia de los Cómics (Toutain Editor, 1982) y no han vuelto a ser reeditadas desde entonces. El © de los textos e imágenes pertenece a sus respectivos autores. Estas fichas se publican aquí con intención exclusivamente divulgativa y educativa.

martes, febrero 05, 2008

RICHARD STARK: A QUEMARROPA

Lee Marvin inmortalizó con su rudeza ejemplar el rostro de Parker en la película A quemarropa, que en 1967 dirigió con brillantez un joven John Boorman. Parker es creación literaria de uno de los grandes autores de la novela negra americana del medio siglo: Donald E. Westlake, quien bajo el seudónimo de Richard Stark lleva publicadas desde 1959 veintitantas novelas de Parker (abandonó a este duro personaje en 1974, pero lo retomó en 1997). Westlake, con el seudónimo de Stark o no (es suficientemente famoso por su verdadero nombre) sigue produciendo activamente. Westlake es un hombre capaz de tocar varias cuerdas: guionista de cine (adaptó The Grifters, de Jim Thompson, para Stephen Frears en 1990), también tiene otra serie negra con incursiones en la comedia: The Dortmunder.

Parker es un delincuente, un asaltabancos, un tipo tan duro que cuando en su primera novela regresa a casa, su esposa se suicida. Parker la encuentra sobre la cama, le tasajea la cara para volverla irreconocible y la abandona en un parque público. Parker ha vuelto a casa para vengarse de unos cuantos traidores con quienes planeó un robo, pero éstos intentaron matarle y al final acabó con sus huesos en la trena. La primera novela de la serie, ésta de la que hablo, se tituló The Hunter, pero en España se tradujo con el título de A quemarropa, precisamente por aprovechar el tirón de la excelente película de Boorman. La leí la pasada navidad en uno de los volúmenes de la colección que yo llamo Las Sagradas Escrituras, una colección que bajo el nombre de Club del Misterio publicó Bruguera a principios de los años 80. Son 18 tomos con seis o siete novelas cada uno, y en cuanto llego a casa tomo un volumen y doy cuenta de alguno de los títulos que contiene. Las Sagradas Escrituras fue una colección excelente, una muy buena representación de lo mejor que dio el género negro y policial hasta que Bruguera comenzó a publicar esta colección intentando homenajear el irrepetible estilo de época de la Biblioteca Oro de Molino. Las excelentes portadas eran de Isidre Monés y las ilustraciones interiores de Carlos Freixas, Julio Vivas y otros.

La novela se abre con una jugosa introducción de Westlake donde explica cómo inventó a Parker y por qué: pretendía crear una tough story como las que publicaba el sello Gold Medal. Una fría mañana, muy temprano, se topó al cruzar el puente George Washington de Nueva York con un tipo alto y fornido que caminaba en dirección contraria del sentido de los autos. Vestía un abrigo que le llegaba a los pies y le recordó a Jack Palance, duro de Hollywood recordado por todos gracias a The Big Knife, de Robert Aldrich (1957). Westlake se quedó pensando en aquel extraño personaje, y fue precisamente con esta escena con la que da inicio A quemarropa: con el resentido y recio Parker cruzando el puente en su huída tras fugarse de la cárcel, camino del hogar, camino de la venganza.

A quemarropa consiste en esto y poco más: es la crónica de unas muertes anunciadas, la crónica de una venganza contada con gran agilidad por Westlake, que se beneficia sobre todo de dos grandes flash-backs que conceden a la narración las suficientes dosis de agilidad y suspense para que la lectura fluya sin impedimentos como un río sin retorno. A quemarropa está escrita en ese estilo seco y conciso de la mejor novela negra americana, está sembrada de muertes, vodka y desesperación. Uno no simpatiza con Parker tanto como lo hace con Tony Soprano, pero es que Westlake no le concede ni humor ni humanidad, sólo de vez en cuando el don del sarcasmo fútil y fatalista que tanto nos gusta en la novela negra, pero sin ese sentido retorcido y envenenado que Jim Thompson sabía darle a unos diálogos costumbristas que nos seducen porque en la psicología de los personajes nos vemos reflejados. Nos nos vemos reflejados en Parker, pero es un personaje por el que sentimos empatía y comprensión. Si yo fuera Parker hubiera hecho lo mismo. Westlake deja que Parker, con su brutal objetivo entre ceja y ceja, con su obstinado empeño en enfrentarse a la mafia, imprima el ritmo al relato escrito en tercera persona. Westlake funge como notario, y Parker finge que no se da cuenta. A quemarropa es una estupenda novela, un western urbano de venganza. Es un buen ejemplo de cómo los esquemas tradicionales del antaño popular western han sido deglutidos, asimilados y popularizados por el cine negro y la novela negra.

viernes, febrero 01, 2008

UN ADELANTO DE TARTESSOS 4

Paco Nájera, artifice de la serie de temática clásica Tartessos, ha colgado en su blog Tartessos Novedades unos adelantos del número 4 de su serie, todavía en producción: El pasado atlante. Lo ha hecho mostrando además los lápices de las páginas, lo cual es digno de encomio porque son pocos los artistas que quieren compartir con nosotros la trastienda de su arte. Para quienes tuvimos una vez el sueño de ser dibujantes de cómics, ver estas muestras de lápiz y luego de tinta es una gozada. He seleccionado esta viñeta de una de las páginas mostradas porque me ha gustado la presentación que hace Nájera de algunos de los dioses del Olimpo. La visión de estos viejos amigos del hombre, aun siguiendo el estilo humorístico que caracteriza a la obra de Nájera, no cae en la disneyficación, lo cual es algo que siempre hay que agradecer.