Julio Pesina ha contado muchas veces cómo llegó a la literatura un poco por
casualidad, pero no es por casualidad la manera en que surgen novelas como Culpable de nada, un trabajo intimista
que nos narra unas historias de amor y desamor que, como muchas historias de amor
y desamor, acaban por fundirse en una sola historia de amor. Y entonces, con
buen pulso narrativo, su autor descorre el visillo donde advertimos la palabra
fin por medio de una invocación al mañana. Del futuro de sus personajes ya nada
más sabremos, pero como sucede en toda ficción, tenemos la intuición de que sus
vidas podrán ser breves y gloriosas.
La novela nos cuenta una historia común protagonizada por personajes
comunes, pero hay que agradecerle a Pesina que proyecte sobre ellos toda la
ternura, y la mordacidad, de la que es capaz la buena literatura. Aldo, un
joven tan obsesionado por Mozart como por el fisioculturismo, es espiado secretamente
por su vecina, Ogla, una mujer mayor que él que apenas resurge de una relación
sentimental con un compañero de trabajo recién fallecido. Para entretener su
asco y su desconsuelo de los hombres, pero también su necesidad, fantasea
construyendo la personalidad de un marido imaginario del que sólo tiene su
parte viril, representada en un dildo comprado en una tienda de artículos
eróticos. Mientras crece su fantasía y la obsesión por el joven vecino, éste se
reencuentra con una vieja compañera de escuela, una enana a quien todos llaman
Mayoya convertida ahora en una fértil y cultivada prostituta que enfrenta con
cinismo y cierta sabiduría su oficio. Los pasajes donde Mayoya da rienda suelta
a sus opiniones de la vida y su sabiduría son sencillamente fascinantes. Como
es natural, las encendidas fantasías de Ogla y la caliente relación de Aldo y
Mayoya acabarán por converger en el encuentro entre Ogla y Aldo. La consolidada
novela de Pesina evoca la idea de que aquellas personas invisibles que nos
sueñan secretamente pueden acabar por convertirse en determinantes dentro de
nuestras vidas. En la novela Culpable de
nada, los protagonistas hacen justicia al título al no ser responsables de
sus pasiones, sino simplemente instrumentos de las mismas, pero por ello mismo,
desde el amor hasta el crimen, Pesina los evoca y recrea con un cariño y humor
muy convincentes.
Aldo y Ogla son los protagonistas de esta obra llena de espejos donde
todo es dual: dos partes, capítulos casi alternativos siempre dedicados a uno u
otro personaje hasta que éstos convergen en una experiencia común. Cada una de
las partes viene introducida por unas evocaciones de la vida y muerte de
Mozart, pues el personaje del compositor genial adquiere una importante carga
simbólica dentro de la obra, hasta el punto de que será su música la que se
convierta en puente entre las dos vidas separadas por una calle. De la misma
manera, los personajes secundarios refuerzan la trágica soledad de Aldo y Ogla,
personalidades recelosas y soñadoras condenadas a sobrevivir a las experiencias
que condujeron sus vidas a la soledad. Una soledad, como se verá al final,
donde cada roto encuentra su descosido.
De todos los valores que implican Culpable
de nada con el que más me quedo es con su notable valor escritural. Pesina
no chabacanea la lengua, no la cambalachea por un naturalismo arquetípico y
ramplón. Se trata de un libro muy bien escrito, donde las frases tienen la
textura adecuada para expresar los pensamientos de su autor, pero donde tampoco
se incurre en una estereotipada concepción poética de la realidad. No me
refiero a una prosa poética almibarada o afectada, sino a una labor de
carpintería narrativa donde cada párrafo, y dentro de cada párrafo cada frase,
tienen la característica de un cepillado lingüístico innegable.
Al final de la novela, Pesina evoca con agradecimiento los muchos
préstamos que se ha visto obligado a tomar de otros autores para poner en boca
de sus personajes conocimientos que en caso contrario no tendría. Imagino que
es aquí donde Pesina, que es ante todo un lector agradecido, nos convoca al
placer de compartir con él sus lecturas. Es un recurso poco común en la novela
general, incluso en la novela histórica, la de reconocer deudas con la
tradición lectora personal, pero dice mucho de la honradez como escritor de
Julio Pesina. Esta honradez se nota fácilmente en todas sus páginas.
Culpable de nada es una obra optimista, quiero creer, pero no ingenua. Pesina sabe que
aquellos, a quienes aman los dioses, mueren jóvenes. También los amores, quizá
turbulentos y caprichosos, que los dioses aman mueren jóvenes. Como la luna
llena que cierra esta novela. Como el mismo amor de verdad, aquel Eros o Cupido
que también era dios. Por eso Teophilus, cuarto nombre de Mozart, quiere decir
Amadeus o amor a dios, como evoca Aldo casi al final del libro, porque todo
acto de creación verdadera debe ser un acto de verdadero amor. Breve, bello y
quizá perecedero.
Julio Pesina, Culpable de nada.
Conaculta. México, 2008. [Fondo Editorial Tierra Adentro, 363].