La
Fragua de los Tiempos, domingo 23 de febrero de 2014. N° 1044
Escritores
de Ciudad Juárez.
Jesús Vargas Valdés.
Con esta “Fragua” se cumple mi
compromiso de presentar los datos generales de las cinco novelas que se publicaron
el año pasado en ciudad Juárez; pero antes de presentar los libros de Chávez y
Vigueras, considero pertinente hacer algunos comentarios, empezando con dos
preguntas que me han estado rondando:
¿Cuántos
chihuahuenses se han enterado de la existencia de estos escritores?
¿Cuántos
chihuahuenses han leído alguna de las novelas?
Puedo
aventurarme a señalar que en la ciudad de Chihuahua no llegan a diez personas
que hayan leído las cinco novelas, y lo digo porque, al azar y de manera
espontánea, he preguntado a varias personas, amigos o conocidos que son asiduos
lectores o que están estrechamente vinculados a la literatura, y casi todos me
han respondido negativamente. Algunos me han asegurado que conocen a los
autores por trabajos anteriores, pero de estas novelas casi no se sabe nada.
Me
imagino que en Ciudad Juárez es diferente, pues allá los autores son
reconocidos, tienen muchos amigos, algunos son maestros o lo han sido; pero
además tengo la información de que las cinco novelas se han presentado y comentado
formalmente. Entonces debo partir del supuesto de que allá sí se han difundido
estos libros.
¿Por
qué en Chihuahua no son reconocidos?
Lamentablemente
en la capital del estado se desconoce a casi todos los escritores locales, no
solamente a los que he mencionado. Voy a intentar una explicación: para
empezar, ninguno de los medios de difusión: ni los diarios, ni las estaciones
de radio, mucho menos la televisión, se ocupa de las actividades culturales. Ya
lo he señalado en ocasiones anteriores, para estos comerciantes de la
“información” la actividad cultural no deja dinero, solo representa pérdidas en
todos los sentidos.
Pero
no es todo, tal pareciera que los profesores de literatura en los bachilleratos
no están enterados de que hay escritores y novelas chihuahuenses. Nadie se ha
preocupado por recomendarles a ellos
que busquen y lean lo más cercano. Me
consta que a los jóvenes se les encarga como tarea la lectura de autores extranjeros como Herman Hesse, Aldous
Huxley, y autores nacionales como Carlos Fuentes o Elena Poniatowska. Ahora que
murió José Emilio Pacheco se pusieron de moda sus libros emblemáticos: El
principio del placer y Las batallas en el desierto.
En
la Facultad de Filosofía de la UACH, los profesores tampoco se interesan por
los autores locales, y es que si ellos no empiezan por conocerlos será
imposible que se los comenten y encarguen a sus alumnos.
¿Qué
decir del ICHICULT y de su Feria del Libro anual?
El
panorama es muy adverso en la literatura regional, desgraciadamente todo está
en contra y tenemos que lamentarlo, porque libros se producen muchos cada año
pero no hay manera de cosechar y aprovechar el esfuerzo de los autores.
Ahora
sí.
Nuestra Señora de la Sangre.
Por Jesús Vargas Valdés.
Tres mujeres persiguiendo su destino:
las dos primeras buscando la manera
de cerrar heridas, recorriendo el
tiempo y la vida al revés en busca de uno de los eslabones perdidos de su vida.
La tercera, evadiéndose de la realidad en el momento de hacerse mujer, porque
no le había sabido cumplir a su padre, un magnate poderoso y respetado por la
autoridad.
Uno.-
La cierva altiva, hermosa cuarentona de nombre Enriqueta Saldívar, que hace un
gran salto por encima del mar, desde Calombra, ciudad fronteriza del norte de
México, hasta una isla del Caribe, donde
le han dicho que vive su padre, al que no ha visto nunca, joven guerrillero de
nombre Abdul, quien había huido de Calombra nueve meses antes de que ella
naciera.
Dos.-
Sonia Valera, bella morena amulatada, originaria de un rancho cercano a la gran
ciudad de su destino.
Obsesionada
por la mala suerte que le había dado el “tres” en la vida, llega desde las
alturas al final del último viaje que termina en un edificio azul donde hay
tres salas, con tres sillones cada una, y en la sala número tres se mira ella
misma, envuelta en un precioso vestido de novia que no recordaba haberse
puesto. Sobre el ataúd, una solitaria corona donde se había escrito: “Por la
paz eterna de Sonia Valera”; estaba muerta.
El verdadero viaje de Sonia había
empezado muchos años atrás, cuando sólo tenía unos meses de casada y su joven
marido la había golpeado, vilipendiado y proscrito del rancho, quedándose él
con la niña y advirtiéndole que solo podría recuperarla si regresaba con mucho
dinero.
Sonia
tenía entonces menos de veinte años, y el único rumbo que se le puso enfrente
después de los golpes fue el de Puntaloba, a donde llegó en condiciones
lamentables, empezando a trabajar por la comida, hasta que una mujer “piadosa”
le abrió las puertas de un prostíbulo disfrazado, cumpliéndose así la
premonición que desde tiempos lejanos la abuela le había repetido cada vez que
le preguntaba por la ciudad: “Niña, las que se marchan a la ciudad son todas
putas.”
Tres.-
Nictímene se pierde el mismo día en que había iniciado su reinado de mujer
burguesa. Desde los brazos complacientes y amorosos de su padre, uno de los
hombres más ricos, se había despedido de la niñez en la fiesta de sus quince
años. Esa noche se había mostrado esplendorosamente bella ante la sociedad más
burguesa de Nuestra Señora de la Sangre, y a nadie le hubiera pasado por la
mente que horas después desaparecería sin dejar huella.
El
capitán Adán Nebreida, Caballo Ciego, responsable de la policía y amigo
personal del padre de la muchacha, ordena a todos sus hombres que salgan a
buscar cualquier pista, advirtiéndoles que no quiere respuestas sino
resultados.
Al frente de la investigación queda el
agente Lucas Bauer, el Ratón, quien busca y logra llegar al mero jefe de jefes,
el conciliador de todas las mafias; y éste, a regañadientes, lo atiende
asegurándole que no hay secuestro ni acción de parte de la gente organizada.
Antes de llegar al encuentro de Nictímene,
el autor tiene la oportunidad de desplegar su imaginación para mostrar ante el
lector la forma de actuar de la policía cuando se trata de sacar información a
base de la tortura y, por otra parte, la forma en que las mafias controlan las
actividades prohibidas desde el lado oscuro de Nuestra Señora de la Sangre.
Cuando
pareciera que ya todo ha terminado, después de quedar resuelto el acertijo de
la desaparición de Nictímene, el autor se extiende en casi veinte páginas
más, hace un sesgo y nos conduce al otro
final de la historia: al infierno interior de un policía degradado en su
humanidad: Lucas Bauer, el Ratón, que había seguido el rumbo de cada una de las
tres historias y solo al final vamos a enterarnos por qué se le había asignado
una presencia tan importante, convirtiéndose por obra del autor, en el
personaje central de su novela.
Colofón.
A
las dos de la tarde del jueves 20 de febrero, pasé la última página de Nuestra
Señora de la Sangre cerrando en ese momento el ciclo de lectura que había
iniciado cuatro semanas antes y que me había llevado por los diversos
derroteros literarios que habían marcado estos cinco escritores de ciudad
Juárez.
La
experiencia de la lectura fue placentera, pero también provocadora. Al final ha
quedado muy en alto el nombre y la calidad de estos autores. Puedo asegurar que
el tramo que le espera a cada uno es largo, obviamente no termina aquí, cada
uno de ellos tiene mucho camino por andar y mucho que dar a las letras
regionales y nacionales.
Tengo
que reconocer que esta experiencia de lectura llegó inesperadamente, sin
buscarla. Primero fue el encuentro con Alejandro Páez en la Feria del Zócalo,
el mismo día y la misma hora en que él presentaba su libro: Música para perros
y nosotros, la biografía de Nellie Campobello. Después, por medio de Gerardo,
mi hijo, recibí el libro de César casi al mismo tiempo que Willivaldo me hacía
llegar el suyo. Durante varias semanas estos tres libros se quedaron encima de
mi mesa de trabajo, hasta que un día empecé a leer Juárez whiskey, para no
parar hasta terminar los tres y conseguir los otros dos.
Una
vez más, los escritores se han adelantado a la historia, rebasando al mismo
tiempo las ambigüedades del discurso oficial. Como ya lo había mencionado
antes, en la obra de César Silva y de Alejandro Páez no está muy presente la
tragedia de la guerra, sin embargo en ambas se respira ese ambiente de
desesperanza y pesimismo que dejaron esos años de abusos e infamias.
En
las otras tres es más explícita esta presencia y sus efectos sociales. Al final queda la sensación de que algo se está
desgranando, de que no todo es impunidad y oscuridad; queda la certeza de que
es posible, a través de la literatura, desentrañar los misterios, de curar las
heridas sociales y poner a cada quien en su lugar.
La
secuela del policía Lucas Bauer, nos enseña el interior de estos personajes
turbios que hacen del horror y el terror su oficio. No está descubriéndonos el
Ratón nada de lo que no se haya hablado o escrito, pero la forma en que se
presenta conduce a pensar que es verdad. Una vez más se comprueba que donde
termina la realidad empieza la fantasía, y en este caso también es una forma de
saber.
Moncada
es el más alto en el concilio, el jefe de jefes, el conciliador. Su pasado es
terrible: el más despiadado entre los asesinos, pero cuando acude a la cita con
el Ratón, en uno de los Mc Donald´s de
El Paso, lo hace con su pequeña nietecita de la mano. Allí le explica al
policía que la muchacha no ha sido secuestrada por ninguna de las bandas que
participan en el concilio, y ahí están todos:
Cuando
algún pendejo quiere subirse al carro sin pasar por el concilio, lo
empapelamos. Los espontáneos dan mala fama, causan inquietud entre la
población. A veces surge alguna banda. Nosotros la detectamos, averiguamos
quiénes son los hijos de puta; cuando ya lo sabemos, soltamos toda la sopa al
comisionado, y el comisionado al procurador. ¿Lo capta? (...) El concilio es un
pacto social de cuya existencia sospechan muchos, pero conocen pocos (...). La
Brigada de Secuestros depende solo de la Procuraduría, y la Procuraduría es la
madre del concilio.