Ah, publicado en El Reto tiempo ha.
Muerte: el alto coste de la vida.
Hace algunos años, una detective del cuerpo de Policía local entró en un supermercado de Florida y prohibió al propietario la exhibición de ciertos cómics cuyas portadas le habían parecido ofensivas. Se trataba de ‘Lady Death Lingerie Special’ y el número 5 de la serie ‘Gen 13’ donde las chicas protagonistas aparecían, fíjese usted nomás, con los pezones erectos. Ya ricamente prohibiendo, la celosa detective descubrió un tomo recopilatorio titulado ‘Muerte: el alto coste de la vida’, donde se incluía una historia escrita por Neil Gaiman y dibujada por Dave McKean titulada ‘Muerte nos habla de la vida’. En esta historieta de ocho páginas en blanco y negro que ya había sido editada con anterioridad como complemento en algunas series de la línea de publicaciones Vértigo de la editorial DC, Muerte (esto es, la Muerte, la Parca, la Calaca o como quieran ustedes llamarla, pero ahora bajo la forma de una bonita joven de rasgos darkies) explicaba a los lectores cómo no contagiarse de SIDA. La pudibunda detectivesa, aparentemente muy ofendida, incluyó el volumen entre el material que debía ser requisado, recogido por un funcionario y devuelto a la casa editora. Y ya puestos a no transigir ni un ápice, amenazó al gerente de la tienda con el arresto si osaba protestar. La historieta de Gaiman y McKean no tenía nada de ofensivo, quizá sólo (y es que hay personas que nacen con su cerebrito protegido por un condón que les impide aceptar nada que no sea Su Verdad) el lenguaje directo, y no precisamente vulgar, con que esta encantadora Muerte nos hablaba del cuidadito que hay que llevar cuando uno se divierte jugando al juego más divertido, ése donde pueden llegar a encontrarse lo mejor y lo peor de la vida de un solo trago. La historieta, arte delicado al servicio de la información, comenzaba de esta manera. Habla la Muerte: “Hola. En las páginas siguientes encontraréis información (bastante importante) sobre… bueno, mayormente sobre sexo. Es perfectamente factible que el tema no os interese en absoluto. Tan factible como que os ofenda cualquier mención a lo que los seres humanos llevan bajo la ropa, así que ni hablemos de las cosas interesantes que pueden hacer con ellas. Bueno, estas páginas también contienen palabras, ideas e incluso unas cuantas imágenes que algunas personas podrían considerar ofensivas. Si tienes la sospecha de que eres una de esas personas, hay una solución muy sencilla. NO LO LEAS. Tan fácil como eso. Pasa y punto. Total, como mucho, sólo te salvará la vida”. El resto de la historieta seguía en la misma línea, llamando a las cosas por su nombre y con una demostración de cómo se usa un condón mediante… un plátano. ¿Molestaría esto a la cancerbera de la moral mojigata? ¿Ofendería a la representante del orden la contemplación de un plátano? ¿Se sentiría agredida al pensar que donde veía dibujado un plátano debía imaginar, uy qué asco, “eso” que tienen los hombres cum varia fortuna, parafraseando al casto Virgilio? Como quiera que sea, el episodio de la acendrada y casta polizonte trascendió enseguida, y dio pie a un interesante debate acerca de lo que debe, o no debe, ser escondido, mentido, innominado. Sirvió también, como sucedió aquí con el escandalete del Padre Amaro, para que la historieta se hiciese famosa y, en virtud de su excelente forma de transmitir un importante mensaje, acabara formando parte de una campaña pública para la prevención del SIDA.
Hace algunos años, una detective del cuerpo de Policía local entró en un supermercado de Florida y prohibió al propietario la exhibición de ciertos cómics cuyas portadas le habían parecido ofensivas. Se trataba de ‘Lady Death Lingerie Special’ y el número 5 de la serie ‘Gen 13’ donde las chicas protagonistas aparecían, fíjese usted nomás, con los pezones erectos. Ya ricamente prohibiendo, la celosa detective descubrió un tomo recopilatorio titulado ‘Muerte: el alto coste de la vida’, donde se incluía una historia escrita por Neil Gaiman y dibujada por Dave McKean titulada ‘Muerte nos habla de la vida’. En esta historieta de ocho páginas en blanco y negro que ya había sido editada con anterioridad como complemento en algunas series de la línea de publicaciones Vértigo de la editorial DC, Muerte (esto es, la Muerte, la Parca, la Calaca o como quieran ustedes llamarla, pero ahora bajo la forma de una bonita joven de rasgos darkies) explicaba a los lectores cómo no contagiarse de SIDA. La pudibunda detectivesa, aparentemente muy ofendida, incluyó el volumen entre el material que debía ser requisado, recogido por un funcionario y devuelto a la casa editora. Y ya puestos a no transigir ni un ápice, amenazó al gerente de la tienda con el arresto si osaba protestar. La historieta de Gaiman y McKean no tenía nada de ofensivo, quizá sólo (y es que hay personas que nacen con su cerebrito protegido por un condón que les impide aceptar nada que no sea Su Verdad) el lenguaje directo, y no precisamente vulgar, con que esta encantadora Muerte nos hablaba del cuidadito que hay que llevar cuando uno se divierte jugando al juego más divertido, ése donde pueden llegar a encontrarse lo mejor y lo peor de la vida de un solo trago. La historieta, arte delicado al servicio de la información, comenzaba de esta manera. Habla la Muerte: “Hola. En las páginas siguientes encontraréis información (bastante importante) sobre… bueno, mayormente sobre sexo. Es perfectamente factible que el tema no os interese en absoluto. Tan factible como que os ofenda cualquier mención a lo que los seres humanos llevan bajo la ropa, así que ni hablemos de las cosas interesantes que pueden hacer con ellas. Bueno, estas páginas también contienen palabras, ideas e incluso unas cuantas imágenes que algunas personas podrían considerar ofensivas. Si tienes la sospecha de que eres una de esas personas, hay una solución muy sencilla. NO LO LEAS. Tan fácil como eso. Pasa y punto. Total, como mucho, sólo te salvará la vida”. El resto de la historieta seguía en la misma línea, llamando a las cosas por su nombre y con una demostración de cómo se usa un condón mediante… un plátano. ¿Molestaría esto a la cancerbera de la moral mojigata? ¿Ofendería a la representante del orden la contemplación de un plátano? ¿Se sentiría agredida al pensar que donde veía dibujado un plátano debía imaginar, uy qué asco, “eso” que tienen los hombres cum varia fortuna, parafraseando al casto Virgilio? Como quiera que sea, el episodio de la acendrada y casta polizonte trascendió enseguida, y dio pie a un interesante debate acerca de lo que debe, o no debe, ser escondido, mentido, innominado. Sirvió también, como sucedió aquí con el escandalete del Padre Amaro, para que la historieta se hiciese famosa y, en virtud de su excelente forma de transmitir un importante mensaje, acabara formando parte de una campaña pública para la prevención del SIDA.
Es una pena que no todos conozcan esta historieta de Gaiman y McKean, así como es una pena que todavía existan poderes que intentan mediante el autoritarismo impedir que la genta decida y piense por sí misma. Gaiman, como hemos visto, puede comprender que algunos piensen que tales o cuales cosas son ofensivas, pero otros no pueden entender que cada quien tiene derecho, previamente advertido, de juzgar por sí mismo.
El tomito de la discordia, como ya hemos dicho, se titula Muerte: el alto coste de la vida y está editado por DC dentro de su línea Vértigo, de la que ya hemos hablado en otras ocasiones. La protagonista es la Muerte: la hermana del Sueño, de Morfeo, el Sandman de los pepines que lanzaron a la fama a su guionista, el escritor Neil Gaiman, y consiguieron laureles dentro de la industria comiquera, y fuera de ella. Muerte es un personaje secundario dentro de los cómics de la serie Sandman, pero estaba recreado con tal encanto que pronto tuvo algunas miniseries propias, como es el caso de ésta que nos ocupa. La historia no es demasiado original, pero está contada con el característico buen hacer de este escritor de culto que es Neil Gaiman, y se basa en la idea de que (p. 3 del tercer episodio) “un día de cada siglo la muerte toma forma mortal para saber qué sienten las vidas que se lleva, para probar el gusto amargo de la mortalidad… Y éste es el precio que debe pagar por ser quien separa a los vivos de lo que ha pasado, de lo que vendrá”. En este caso, Muerte adopta la forma de la guapa adolescente de dieciséis años que ya hemos visto en anteriores historias de Sandman y su misión consiste en hallar a un adolescente obsesionado con la idea del sucidio y convencerle de que la vida, incluso en los momentos más ingratos, es lo más grande que tenemos. Como digo, nada del otro mundo, pero la historia es fluida y está bien ejecutada por el dibujante Chris Bachalo (el entintado es de Mark Buckingham), y el buen hacer de ese estupendo escritor de cómics que es Gaiman, un señor que llena de sus obras de referencias culturales que resultan muy interesantes, y que de paso sirven para alumbrar un poco las tenebregosas cabecitas de algunos adolescentes que no abundan en lecturas. El volumen recopilatorio de esta historia de Muerte se complementa, aumentando notoriamente su interés, por la historieta corta sobre el SIDA y por una impresionante galería de retratos de Muerte formada por un elenco de 31 artistas de lo más granado del mercado anglosajón y que conforman un impresionante portafolio de estupendas ilustraciones. Por supuesto, sin faltar el grandioso e inquietante Dave McKean, ilustrador de postín de quien, además, se reproducen las tres portadas que realizó para esta miniserie cuando fue lanzada mensualmente, a principios de los años noventa, en el mercado norteamericano. Por supuesto, la portada de esta recopilación también pertenece a McKean. Para quienes no conozcan el universo de Neil Gaiman y la importancia de su serie ‘The Sandman’ puede ser una introducción a su obra, y para quienes ya lo conocen representará, sin duda, un agradable paseo entre la vida y la muerte.
Neil Gaiman, Chris Bachalo, Mark Buckingham, Dave McKean, Tori Amos (introduction), ‘Death: the High Cost of Living’. Vertigo/DC Comics. 1994. 103 pp. a todo color. 12.95 $; edición española: ‘Muerte: el alto coste de la vida’. Norma editorial. Barcelona, 2001. 103 pp. a todo color.13.50 euros.
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