miércoles, septiembre 22, 2004

ARCHIVO: VITTORIO GIARDINO, SEGUNDA PARTE.

Aquí va la segunda parte del artículo sobre las dos primeras obras del gran autor Vittorio Giardino con Max Fridman como protagonista.

Aventuras de un mellizo de Castañeda (y II)

Advertidos para que no confundan la velocidad con el tocino, les animo a la lectura de los dos primeros álbumes de las aventuras de este personaje. No le hace si no se da prisa, eso es cierto, porque Giardino es uno de esos artistas sofisticados que no trabajan a las carreras ni se vuelcan con un solo personaje. Autor de cómics eróticos de elevadísima calidad como Little Ego, que mediante el homenaje al clásico Little Nemo de Winsor McCay se vuelca en retratar el fascinante mundo del erotismo femenino en tono de comedia, y más recientemente, de Jonas Fink, que marcha por su tercer álbum y es una historia realista sobre la vida de un niño checo en la Praga comunista, Giardino sólo ha producido tres aventuras de Fridman en la friolera de veinte años —que al fin y al cabo, como dice el tango, no es nada—. La tercera de ellas, ¡No pasarán!, desarrollada durante la guerra civil española, permanece todavía inconclusa, y sus devotos esperamos no tener que aguardar muchos años más para leer su segunda y última parte. Dicho sea de paso, esta forma de trabajar es común en el cómic europeo, donde sus artistas son considerados creadores a la altura de los novelistas, y por tanto, cobran sus obras al mismo precio que ellos y el público les exige una calidad que justifique el tiempo de espera hasta la nueva producción de un destacado autor.
En Rapsodia húngara podrán encontrar la recreación de ensueño de una Budapest llena de espías y de individuos peligrosos en busca de un material químico que permitiría ganar una guerra al país que lo poseyese. Se agradecen el dibujo exquisito —puede silabear este adjetivo: la palabra exquisito se creó para artistas como Giardino—, el tempo lento, la sucesión de acontecimientos bien encadenados, y el lujoso detalle de Giardino, que hace de cada viñeta una deslumbrante postal digna de ser enmarcada. Escasea el claroscuro, siendo ésta una de sus características más destacadas, ya que Giardino es uno de los más grandes exponentes italianos de la Línea clara, escuela francobelga de dibujo instaurada por el belga Hergé inspirándose en el mejor Bringin´up Father, de George McManus: pocas sombras, línea depurada y composición elegante, trazo perfecto, detallismo preciosista, pero todo dentro de la línea del dibujo realista.
En La puerta de Oriente, Fridman es de nuevo embarcado a la fuerza en una misión que transcurre en la misteriosa y sugestiva Estambul, recreada por Giardino con una depuración de líneas y detalles que alcanza, como siempre en él, la simple y compleja perfección. En este caso, la historia vuelve a beber de las fuentes del mejor le Carré y nos cuenta la cacería de un fugitivo de la Unión Soviética cuyos conocimientos de aeronáutica y aviación se disputan varios países. La documentación gráfica de escenarios y ambientes, que es una de las fortalezas del salero de Giardino, convierten de nuevo este relato de Fridman en verdadera delicia estética. La historia, reposada como el mismo Fridman, está llena de ese idealismo romántico que impregna el preciosista Giardino en sus obras, el mismo que en los años treinta y cuarenta produjo un cine de aventuras en blanco y negro del que, sin duda, Giardino es un claro deudor estético. Los hombres están perfectamente retratados hasta en los más mínimos gestos y ademanes, y las mujeres son recreadas con mimo y sensualidad de una contundente belleza; las viñetas, encadenadas en una composición de página clásica asemejan, a veces, lujosos vitrales por los que se filtra una mágica luz, luz de otro siglo, de otro espíritu, luz de un ayer que muchos aprendimos a amar en oscuras salas de cine.

Vittorio Giardino, Rapsodia húngara y La puerta de Oriente. Norma Editorial. Barcelona. Edición norteamericana en Catalan Communications (Hungarian Rhapsody), agotada; edición del segundo álbum en inglés por NBM Publishin, New York, bajo el título de Orient Gateway.

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