No tengo una colección completa de The Sandman. Una tercera parte la conservo en España. Me refiero a los cuadernos que Zinco publicó en su día, entre 1991 y 1993, que todos leímos con alborozo de estar descubriendo un mesías: Neil Gaiman. Los primeros números aparecieron en una serie colectiva, Universo DC, y los demás en su propia cabecera, pero duró 19 ejemplares. Recuerdo que en mi primer viaje al continente americano, en una librería especializada de Nueva York, adquirí el TP Fables y Reflections. Fue uno de los primeros tebeos que leí completamente en inglés, junto con el Maus de Spiegelman. Por estos andurriales lo he contado.
Muchos años más tarde adquirí los dos primeros tomos Absolute publicados en Gringolandia, y de un plumazo me hice con la mitad de la colección que ya tenía casi completa en Zinco. Ya se sabe que los Absolute son una maravilla: tamaño grande, excelente encuadernación, papel de la máxima calidad y muchos extras (pin-ups, guiones originales a máquina, bocetos, entrevistas, facturas de lavandería...) que hacen del viejo tebeo de toda la vida un libro de arte de lujo. Lo cierto es que los Absolute son un coñazo de leer, pesan un huevo y son incómodos de manejar por aquellos que tenemos la costumbre de leer acostados. Pero lo peor no es eso. Para mí, lo peor, es que aunque Sandman hoy sea una serie de culto, no fue concebida para serlo. La mayor parte de los dibujos, sin ser malos, chirrían en un formato más grande y se les notan aquellas limitaciones y defectos que podían pasar de puntillas en el formato comic-book de toda la vida. No fueron dibujados para ser contemplados como quien mira los dibujos a tamaño original de Alex Raymond, Harold Foster, Will Eisner o Milton Caniff. The Sandman es mucho más una serie de guionista que una serie de dibujo. Si leer a Harold Foster reducido es un problema, leer The Sandman en tamaño grande es un problema. Al primero le falta espacio, al segundo le sobra.
Fui comprando algunos en versiones españolas y norteamericanas sin completar ninguna colección. Una de las primeras series que descargué de La Mula de Alejandría, antes de que existiera el iPad, fue The Sandman, pero lo hice con afán coleccionista, no para leerla. Tengo la serie completa, claro, en papel, pero no es una colección: es un "totum revolutum" de ediciones muy diferentes, amputadas y separadas por diez mil kilómetros de distancia. Recientemente, en México se ha editado todo Sandman en volúmenes de lujo, no precisamente en tamaño comic-book sino un poco más grande. Tampoco el tamaño Absolute, que es una coña marinera. El tamaño ideal: sólo un poco más grande, en tapa dura, papel bueno. No he comparado la traducción con la versión original inglesa (ni ganas, ni tiempo), pero no me molestan los modismos del mexicano. No necesito la traducción de Barcelona (bueno, en catalán sí la compraría, porque el catalán es una lengua hermosa que todo en ella suena lindo: hasta las sandeces de Puigdemont).
Empecé a comprar el Sandman mexicano donde lo dejé en la edición Absolute: Vidas breves. Zinco nunca lo editó en España, así que fue mi primera lectura. Imagina que de jovencito eres fan total de una obra, serie de televisión o cómic, que de pronto te es prohibida (Zinco canceló la serie) y por esas cosa de la vida sólo puedes completar la lectura veinte años después. Más o menos esa ha sido mi experiencia, por más que haya tenido mil oportunidades de completar la lectura de la obra durante estos pasados veinte años. En fin, pues no hubo tiempo porque no hubo ganas. Las cosas como son, chimpum chimpón.
Vidas breves fue seriada entre los números 41-49 de The Sandman y toda la parte gráfica corrió a cargo de Jill Thompson, quien realizó un trabajo profesional y efectivo. Abandonado por un amor de quien nada sabemos, Morfeo emprende un viaje con su hermana Delirio en busca de Destrucción, el hermano desaparecido. Así pues, tenemos un relato de viaje con misión donde la diferencia de personalidad entre Morfeo y Delirio se convierte en los rasgos más destacados del periplo, un viaje en que no faltan comparecencias como la de Muerte, la más famosa y carismática hermana de Morfeo y protagonista de sus propias historias fuera del ciclo. Asistiremos, incluso, al silencio definitivo de la cabeza cantora de Orfeo, quien protagonizó uno de los más enternecedores episodios de The Sandman, el Especial 1: La canción de Orfeo.
Mis primeros textos críticos aparecieron en el número 20 de la revista Krazy Cómics, de Editorial Complot, que dirigía Joan Navarro. Quizá algún día los cuelgue por aquí. Coordinaba en aquel tiempo la revista el malogrado Tino Regueira (quien en aquellos tiempos firmaba Reguera), prematuramente fallecido, cuya temprana muerte lamento mucho. En 1994 apareció el volumen Un año de tebeos 1993 que publicó una naciente Glénat España, dirigida también por Joan Navarro. Fue la primera vez que cobré por escribir,y esto se lo agradeceré siempre a Tino Reguera. La primera vez que anduve en Barcelona con Elpidia, a finales de agosto de 1994, quedé a tomar unas cañas con él. Fue la única vez que le vi en mi vida, aunque antes habíamos hablado por teléfono. Llegó cargando una mochila, recién salido del gimnasio, y me pareció un hombre brillante, afable y profundamente enamorado de las historietas. Hablando de nuestra pasión común, le comenté mi entusiasmo por The Sandman, y él sólo comentó con cierto retintín de hermano mayor: "Para mí, Neil Gaiman sólo es un escritor con una biblioteca muy grande". Todavía me sonrío al recordar esas palabras: Tino tenía razón.
Muchos escritores de tebeos son dueños de grandes bibliotecas. Recuerdo un chiste que Stan Lee hizo dibujar a Steve Ditko en una historieta de Spider-Man. Se veía a Ditko gritar a Lee: "¡Este argumento es una mierda, Stan!", y Stan Lee replicaba: "¿Cómo que una mierda? ¡Lo copié del mejor clásico que tenía a mano!". Creo que Neil Gaiman no sólo tenía, y tiene, una gran biblioteca, sino que en The Sandman supo crear una mitología propia a partir de distintas mitologías modernas y antiguas, y le salió muy bien. Algunos dicen que es autor de una sola obra: The Sandman, porque todo lo demás, ni antes ni después, estuvo a la altura. No lo sé porque no he leído mucho más de Gaiman, salvo Sandman. Sólo diré para acabar que, en su día, la lectura de Marvel 1602 no me resultó especialmente atractiva, a pesar del curioso planteamiento: super héroes en el siglo XVII.