Les colgaba hace poco, aquí mismo, una fichita Toutain dedicada al viejo verde de Georges Pichard, uno de los maestros de la historieta francesa de los años 70. También hace muy poco encontré una obra, creo que poco conocida, dibujada exquisitamente por Pichard con guiones del francés Joseph Lob. Su título: Ulysse, una adaptación muy setentera (con claras influencias de la psicodelia de la época) del gran clásico de Homero. Lo destacable no es, claro, que tengamos un tebeo basado en La Odisea, porque de esos hay muchos, mejores y peores que éste de Lob y Pichard (por ejemplo la Odisea de Pérez Navarro y Martín Saurí, reeditada hace poco por Norma Editorial) pero si algo merece la pena destacar de esta obra de Pichard es su revisión del clásico con énfasis en dos aspectos: en el erotismo implícito que contiene la Odisea a lo largo y ancho del texto homérico, y en el rediseño de los personajes mitológicos, donde los dioses griegos se aproximan a los superhéroes Marvel y DC y se alejan de la iconografía clásica tradicional.
El Olimpo abandona las columnas de mármol habituales en la concepción tradicional, que llega hasta la moderna Wonder Woman, y sustituye el clasicismo academicista por una visión que encaja mejor con la imagen post-apocalíptica que empezó a ponerse en candelero desde Metrópolis (Fritz Lang, 1927), donde la idea de una modernidad opresiva parece estar definida por la lobreguez de los grandes factorías modernas, en las que, ayer como hoy, se sigue explotando a los trabajadores. Y si no, que les cuente Doña Maquila.
Y como no podía ser menos, en el Olimpo hallamos a los dioses: nuestro Zeus, en esta ocasión, será un moderno padre divino más joven de como solemos imaginarlo (hombre mayor, larga barba blanca…; la representación tradicional de Zeus/Júpiter fue asimilada por el Cristianismo para su representación de Dios Padre). En la obra de Pichard y Lob tenemos a un Zeus juvenil más próximo a nuestra visión de Cristo, pero sobre todo, más coherente con la imagen fabulosa y clásica de un Zeus desflorador de virgencitas y sexualmente incontenible.
Adviértase la mirada escrutadora y penetrante, los labios carnosos y sensuales y ese rostro coronado con una cabellera agreste cuyas greñas recuerdan, aunque con bastante contención, los rayos de luz que este dios proyecta en su estado natural (y si no, que se lo digan a la pobre Sémele, madre de Dioniso). En la mano derecha, una botella de Néctar, la bebida de los dioses, incorporada aquí a la tradición cocacolera. Como podemos advertir, sobre el pecho de su traje viene marcada la Z inicial de su nombre, como si fuera el Supermán de este Olimpo tan pop que nos obsequian Pichard y Lob. Los autores se toman ciertas libertades, sobre todo en la presentación de los viejos dioses del Olimpo, como podemos ver en esta viñeta donde descubrimos a algunos de ellos detrás de un Zeus que maneja el cuadro de mandos de la parte superior del Olimpo, transformada ahora en nave espacial, un poco al estilo del planeador de Koji Kabuto que se ensamblaba en el cráneo del robot Mazinger Z (¿Recordáis Mazinger Z? Otro ídolo setentero bien pop que nos llegó del país del sol naciente).
Uno de los aspectos más interesantes de la obra es la presentación de Homero como un integrante más de la expedición de Ulises en su regreso a casa. En esta obra, Pichard y Lob asumen la vieja y romántica teoría de que Homero fue algo así como un corresponsal de guerra de la antigüedad, alguien que fue testigo presencial de la guerra de Troya y que pudo escribir sobre la misma desde un conocimiento de causa de la misma. Homero, que todavía no es ciego al iniciar la acción de la obra, perderá la visión como un castigo de Posidón por haber sugerido a Ulises que ciegue al cíclope Polifemo. Cegado el cíclope, el mismo Homero se adentrará para siempre en un mundo de tinieblas. Hay que destacar que la figura de Polifemo ha sido vinculada con el destino del propio Homero en más de una ocasión. Por ejemplo, en la segunda entrega de Socrate le demi chien, de Sfar y Blaine, el mismo Homero se convertirá en Polifemo, en uno de los muchos juegos con la tradición clásica que Sfar se permite en su magnífica serie sobre el mundo heroico griego protagonizada por Sócrates, un perro filósofo.
Sin lugar a dudas, el mayor mérito de este álbum reside en el delicioso dibujo de Pichard, maestro del erotismo en la bande desinée. No van a faltar ocasiones en que el artista francés se explaye, para nuestro placer, en dibujar los golosos contornos de las protagonistas de la mitología griega, ya trátese de diosas, sirenas o la mismísima Circe, hechicera sensual donde las haya que en esta versión de Pichard y Lob tiene todo el protagonismo que este personaje merece en una recreación deudora del famoso cuadro de Wright Barker que les colgaré otro día para que sigamos disfrutando, un poco más, con la recreación de Pichard de una de las obras más emblemáticas de la literatura universal. De momento, aquí les cuelgo unas imágenes más de esta interesante obra de Lob y Pichard, que, sin llegar a ser una obra maestra, tiene todo el encanto con que pudo dotarla uno de los grandes artistas que tuvo la bande desinée para adultos durante la segunda mitad del siglo XX. A continuación, unas imágenes más de la obra.
Joseph Lob y Georges Pichard, Ulysse. Dargaud Editeur. París, 1974.
2 comentarios:
no puedo creer que no hayas tenido comentarios a esta nota. Es deliciosa! Fantástica presentación, me inclino en una gran reverencia, muy agradecida, para ti y para Lob y Pichard.
Sigo buceando en tu blog, está muy bueno!
Gracias por tus palabras, Lilia. Sigue buceando todo lo que quieras, y cuando quieras.
Un saludote.
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