He aquí lo que podriamos llamar un Ford menor, pero no menor como podríamos considerar menor The Informer en comparación con The Searchers, sino menor en sí mismo. Se trata de una versión polinésica de The Quiet man. Repite John Wayne, lo que concede al film su calidad de "film fetiche" fordiano, pero extrañamos a Victor McLaglen, y sobre todo, a Maureen O´Hara. Tampoco Ford, irlandés católico norteamericano, parecía sentirse tan inspirado por los pintorescos paisajes hawaianos como por los verdes pastos de Irlanda que constituían para él ensoñación sobre su pasado e identidad. Nos deja, que no es poco, un film amable (o sea, digno de amor) con un par de buenas secuencias de trifulca cantinera. Y sobre todo, una inspirada (y muy fordiana) misa de nochebuena en una iglesia donde sí se traspira esa atmósfera familiar tan característica de los films de Ford. Una misa lluviosa, todo sea dicho.
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2 comentarios:
A veces las obras menores relajan y divierten mucho. A mí me pasa. Me relajo y procuro sólo disfrutar.
Una obra menor de Ford siempre es una obra muy disfrutable.
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