Esta mirada inteligente, mucho más profunda que la de la mayoría de políticos que hoy gobiernan el mundo, es la mirada de Jiggs, más conocido como la mona Chita. La noticia que más me ha llamado la atención durante la semana del año que se defenestró anoche ha sido la muerte de aquella celebridad que siempre conocimos como "la mona Chita". La dizque mona Chita, cuyo deceso a los 80 años de edad sorprendió al mundo el 28 de diciembre, día de los Santos Inocentes, resultó no ser una tonta inocentada de periodicazo, sino un nuevo ejemplo de la sabiduría de la vida que, con sus leyes no escritas, hizo ascender al Olimpo del cine a la más inocente de sus estrellas. Co-protagonista de mérito de tantas películas de la serie de Tarzán con Johnny Weismuller (para muchos el Tarzán por antonomasia) Chita fue tan importante, o más, que los actores humanos que la rodeaban. Aquel Tarzán pequeño burgués, que habitaba una selva que parecía comprada en Wall Mart, poco tenía que ver con el universo original de Edgar Rice Burroughs, y mucho menos con los cómics de prensa, donde Tarzán no tenía pareja estable y Harold Foster y Burne Hogarth le confrontaban siempre con heroínas sensuales y feroces que en nada se parecían a la dulce Maureen O´Sullivan que interpretaba a Jane, la cónyuge de esta serie de comedias selváticas.
Pocos sabíamos que, en realidad, Chita no era sino un macho llamado Jiggs que heredaba la longeva tradición de los actores griegos del siglo V a. C., aquella curiosa suplantación en que los personajes femeninos eran exclusivamente interpretados por hombres. También sucedió así en el teatro isabelino del siglo XVII, donde Shakespeare desarrolló su obra. Jiggs se parangona así con aquellos actores que interpretaron a Medea, Desdémona o Lady Macbeth en un teatro en que las mujeres tenían vedada la presencia sobre las tablas. Tampoco los negros interpretaban a los negros en las primera películas del cine silente. Actores blancos con la cara pintada de betún se paseaban por las películas de Griffith como si aquel travestismo racial fuera lo más natural del mundo.
El mono Jiggs fue así llamado en honor a su padre putativo, el genial Jiggs de la magnífica serie de prensa Bringing Up Father (véase imagen de arriba). Muchos consideran esta serie como el origen de la famosa Línea Clara de los cómics, cuyo mayor exponente universal, si bien resulta ser el Tintín del belga Hergé, guardaba raíces más profundas en la edad de oro de los cómics de prensa de Estados Unidos. Algunas de las páginas dominicales de los primeros años de rodaje de Bringing Up Father demuestran que aquella sugestiva obsesión por delinear el mundo confuso no sólo resultaba ordenado, limpio y fascinante, sino que merecía ser desarrollado al trasladarse de la comedia urbana al universo multirreferencial del género aventurero.
Bringing Up Father fue creación del genial George McManus, a quien en la foto de arriba vemos caracterizado precisamente como su criatura, Jiggs. Como una mona Chita del universo real en que tan glorioso artista de la Edad de Oro de los Cómics pasa a convertirse, como padre del Jiggs de los cómics, en abuelo de la mona Chita y del Jiggs selvático que durante décadas encarnó para millones de adultos del mundo entero a "la mona por excelencia". No deja de resultar curioso, por más que científicamente sea intrascendente, que Jiggs muera ahora en que la línea clara de Tintín, heredera de McManus y de Jiggs, triunfa en el mundo con el Tintín de Steven Spielberg. Las generaciones se suceden, un mono reemplaza a otro mono, y el mono infinito continúa la cadena en esta nueva versión de la teoría del millón de monos que un día podrían reescribir la obra de Shakespeare. Ser o no ser Chita; ser o no ser Jiggs.
Como en todo equipo de trabajo, también durante el rodaje de las películas de Tarzán hubo sus más y sus menos entre los miembros de aquella entrañable familia de la selva. Conocido es de todos, por dar un ejemplo dentro del musical, el odio que mantenían entre ellos Fred Astaire y Ginger Rogers mientras fingían amarse en la pantalla. No menos célebre resultó ser el odio que Maureen O´Sullivan (con los años, madre de Mia Farrow y suegra de Woody Allen) sentía por Jiggs, a quien llamaba "ese maldito mono hijo de puta". Lo cierto es que, fueran cuales fuesen las diferencias que ambos artistas mantuvieron, Jiggs demostró ser capaz de mantener cordiales relaciones con otras actrices con las que sí podía ser capaz de congeniar. En la foto de arriba le vemos coqueteando, como cualquier varón normal, con Dorothy Lamour durante una pausa del rodaje de Her Jungle Love, film de 1937 dirigido por George Archainbaud.
Jiggs ha muerto, pero al menos queda su obra. Quienes le disfrutamos en incontables sesiones dobles de sábados y domingos por la mañana, quizá no extrañaremos tanto sus monerías como nuestra inocencia, pero no es a Jiggs a quien corresponde tal responsabilidad. La obra de arte es independiente de su creador una vez que ésta fluye libre por el mundo, a merced de vientos que soplen y de ojos que la contemplen, de mentes que la juzguen. Jiggs ha sobrevivido a todos aquellos que le dieron vida y sentido: a su abuelo George MacManus y a su padre Jiggs (la serie Bringing Up Father fue cancelada en 2000 tras 87 años de publicación ininterrumpida), así como a todos sus compañeros de las películas de Tarzán. Murió a los ochenta años considerado el chimpancé más longevo del mundo. Tuvo una vida muy mona, sin duda mejor que la que muchos viviremos, y su trascendencia podrá ser motivo de debate, pero nunca podrá ser puesta en duda porque ya es un hecho. Vita brevis, ars longa.
1 comentario:
Era muy bueno este programa lastima que lo bueno se acaba
persianas
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