Hay razones para el contento sobre la edición de clásicos en Estados Unidos. Hasta ahora, IDW sigue publicando maravillas en volúmenes extraordinarios y a precio muy razonable. Classic Comic Press es el patito feo de todas estas editoriales. Su Mary Perkins On Stage está bien, pero no reproduce las dominicales en color. Su edición reciente del tomo 1 de Big Ben Bolt es una vergüenza, y sus precios rebasan la pobre calidad de su oferta. Su reciente Cisco Kid, también muy criticado por la pobreza de los materiales de reproducción, no está a la altura del Cisco Kid en edición de Caldas, así que éste será el que compraremos como ya compramos su Príncipe Valiente y su Lance.
Fantagraphics nos agasaja con un
Captain Easy hermoso, pletórico de color; su
Popeye y su
Mickey Mouse (época de Floyd Gottfredson) adolecen de tiras un poco pequeñas para seres de vista cansada. Todavía no me cuento entre ellos, pero algunos se quejan con razón.
El Príncipe Valiente está restaurado y cuidado. Es bello contemplarlo. La edición del volumen, sin embargo, es un poco pedestre, con portadas de cartoné de pobre calidad. Hermes Press da unas de cal y otras de arena. En general, su edición de
Buck Rogers es excelente, y el primer volumen de dominicales una maravilla de las que merece la pena atesorar. Acaban de sacar el primer volumen de
Johnny Hazard, obra maestra de posguerra de
Frank Robbins, y el producto es extraño. ¿Por qué tan pequeño el formato? Es verdad que dos tiras por página producen un libro de formato curioso, más parecido al
Terry y los piratas de Planeta de Agostini que a otras ediciones. Extraño al leerlo, incluso, la edición española de Buru Lan de los setenta.
¿Por qué no recurrieron a tres tiras por página para componer un volumen más próximo a Buck Rogers? Misterio. Al menos la edición es excelente. Buen papel satinado, sobre el cual brillan de manera inmejorable las formidables dailies de Robbins. Es un placer para los sentidos. Buenos materiales de reproducción también, nada que ver con las cochinadas de Classic Comic Press (tras el desastre de Ben Bolt no hay anunciado un volumen dos). Me llama mucho la atención el lenguaje de los diálogos de Robbins: es slang americano. Es, como dirían los franceses, lengua americain. Es gozoso leerlo, pero a veces difícil de pillar sus tan pintorescas expresiones. Es todavía el Johnny Hazard dulce, caniffiano, antes de que el genio Robbins virase hacia trazos más rápidos y angulosos, antes de que aprendiese a ser el “correcaminos” de la american daily strip. Su genio hizo que no demeritase el gozo gráfico de su obra. En fin, a pesar del elevado precio y del tamaño jibarito (una peste de la edición contemporánea) compraremos el tomo 2 de esa delicia gráfica que es Johnny Hazard. Frank Robbins bien vale una misa.