viernes, agosto 03, 2012

MARILYN, COMO CADA AGOSTO

No sé si alguien habrá advertido que, durante los veranos, los periódicos, las revistas son proclives a publicar noticias y artículos sobre Marilyn Monroe.  Con mayor razón ahora, pues se evoca el cincuentenario de su fallecimiento el 5 de agosto de 1962. Quizá será la falta de noticias relevantes, aunque este verano se mantiene tórrido por el afluente de noticias sobre la debacle económica que pende sobre nuestras cabezas. Cada agosto vuelve la desdichada Marilyn desde mil páginas de internet. Por ejemplo, desde aquí. Pobrecilla. ¿Por qué no la dejarán en  paz de una vez?


A pesar de lo que muchos puedan creer, nunca he sido especialmente fan de Norma Jean. Me agrada en muchas de sus películas, como Niágara, Some Like Hot, The Seven Year Itch y, sobre todo, The Misfits. En esta película, que fue su última (y la de Gable y Clift) luce una belleza delicuescente que siempre me ha cautivado. Billy Wilder afirmaba de ella que, en persona, no era una mujer de bandera ni una mujer que te obligara a darte la vuelta a su paso. Más bien pasaba desapercibida. Sin embargo, apostillaba el viejo director de cine, tenía algo que captaba la luz y la atención de la cámara. Algo extraño que sólo tienen algunas personas y que algunos llaman fotogenia.

Me gusta en muchas de sus películas, pero nunca he tenido un altar para ella. Sí lo tengo para Maureen O´Hara, Barbara Stanwyck, Gene Tierney o Grace Kelly. Ésta última (tan homenajeada desde el fenómeno Mad Men) tenía un erotismo incandescente al que daba vuelo en determinadas miradas y movimientos de cabeza. Era capaz de empalmársela a un muerto (las malas lenguas dicen que, en la vida real, también era capaz). De un tiempo a esta parte soy devoto de Gene Tierney. No tengo ni he visto todas sus película, pero en ello estoy. Curiosamente, su película más famosa (Laura) nunca me ha gustado. 


El libro Fragmentos, de Marilyn Monroe, fue un regalo que acepté con alborozo, y lo leí con gusto. Una vez leído, me pregunté cuál era el sentido de publicar un libro así. La publicidad que en los diarios más importantes le hicieron los gacetilleros nos presentaban Fragmentos como el descubrimiento de una Marilyn intelectual, para que se fueran callando la boca aquellos malditos que la injurian continuamente diciendo que era tonta. Incluso publicaron algunos fragmentos de poemas. Una foto, que reproduzco aquí, la mostraba leyendo el Ulysses de James Joyce. El libro contiene una buena cantidad de buenas fotos, e imagino que algunas serán inéditas. Es verdad que tenía una biblioteca inteligentemente nutrida (quizá Marilyn era intelectual comparada con Anna Nicole Smith o Paris Hilton) y que tenía por costumbre anotar sus pensamientos y vivencias en gran cantidad de cuadernos. Es verdad que de tonta no tenía un pelo, aunque se adentró peligrosamente en una edad en que la ingenuidad debería ser considerada delito. La impresión final es si algo de todo esto realmente importa a quien no sea un devoto de Marilyn y de su mito. Nada de cuanto dejó escrito es realmente relevante, y en el volumen se nos presenta cada página, cada línea, primorosamente transcrita, anotada y traducida, hasta el extremo de reproducir hasta el más mínimo de sus garabatos, tachaduras o enmiendas. No escribió demasiado. Quien espere encontrar algún cuaderno garabateado de arriba abajo con multitud de apuntes sobre su profesión, sus filmes o sus vivencias pinchará en hueso.  Sus muchas notas están desparramadas por cuartillas sueltas y cuadernos que nunca completaba. Por otra parte, es lo normal. Las personas que por lo general compran cuadernos para anotar sus pensamientos rara vez los terminan, y eso lo saben los fabricantes de Moleskines y otros similares, productos que se caen a pedazos cuando uno pretende escribir sobre ellos de la primera a la última hoja.

4 comentarios:

Ritushka dijo...

Yo lo único que sé es que en Los caballeros las prefieren rubias me mata de risa. Adoro verla junto a Jane Russell.

El Pobresor Gafapasta dijo...

Me encantan Jane Russell y Marilyn, pero esa película no ha sido nunca de mis favoritas, quién sabe por qué. Un día redactaré una lista de mis diez obras maestras anti-favoritas de la historia del cine. Un saludote, Rita, gusto verte por aquí.

Number six dijo...

7-agosto- 2012.
Desde la perspectiva que confiere el paso del tiempo, me doy cuenta de hasta qué punto me influyó Marilyn, ya desde niño, en la búsqueda de LA MUJER. Me recuerdo muy pequeñito (cuatro años quizá) hablando junto a mi madre con nuestra vecina Amalia y explicando yo sin ningún rubor ni sentido de culpa, lo mucho que me gustaba de Marilyn esa zona en la que el culo y el muslo se encuentran, formando ese pliegue que algun@s llamarían sobrepeso. Recuerdo la risotada salvaje de Amalia y la mirada cómplice hacia mi azorada-divertida madre.
Tengo que reconocer que en la elección de pareja, actuó de manera inconsciente el patrón Marilyn. Conquisté a la rubia más guapa, deseada y sexi de los contornos, que al mismo tiempo, como el personaje que incorporaba Monroe en el cine, no tenía muchas luces. Si hubiera tenido más, no se hubiera quedado conmigo, un tipo rabiosamente atractivo, pero sin oficio ni beneficio, abocado al fracaso vital.
Ahora, divorciado y sólo, cada vez que veo a Marilyn en pantalla, una extraña mezcla de alegría y melancolía infinita se apodera de mí, pero sigo sintiéndome feliz al observar cada uno de sus gestos y expresiones.
Hasta ese punto ha sido y es de importante, Norma Jean en mi vida y en la de millones de hombres en el mundo. Algo que según se mire, podría ser una de las cosas más tristes que se puedan imaginar...

Anónimo dijo...

Un ícono del septimo arte, Marilyn Monroe tiene presencia.

Yo no conozco muy bien sus obras ni le he seguido la huella pero se que es importante en el cine.

La única peli que vi de ella fue en la clase especial que tuve de CINE en UACJ con un gran profesor y amigo mio. "Some like it hot" creo se llama el film, si mi mente no me traiciona.

Un abrazo mi queridisimo Profesor Gafapasta, y a ver si se nos hace vernos pronto.

con amistad,

Edmond Dantes