El 1 de junio de 2004 este blog comenzó
su andadura con esta entrada. Hace de eso diez años. Fue el mismo día en que murió mi abuela
Anita, y fue por eso que lo abrí. Algo debe nacer cuando alguien muere.
Aquel 2004 pasaron varias cosas
importantes: además de la muerte de mi abuela, nació mi sobrino Samuel. Ese
año, en pleno furor de los blogs, nació Tras las turquesas cortinas. Nunca ha
sido un blog que se actualice a diario, ni siquiera en sus mejores momentos.
Nunca he querido que sea para mí una obligación. No lo es, y eso me gusta.
Pronto dejé de ser quien soy para ser adoptar el sobrenombre de El Pobresor
Gafapasta. Así, bajo este seudónimo, intentaba desmarcar mi perfil profesional
de quien yo creo que soy verdaderamente: un individuo a quien le gustan la
ironía y el sarcasmo, un anarquista individualista, un erotómano irreductible,
un pornógrafo, un antisocial que sólo se coloca la máscara de tipo sociable
cuando su carácter ermitaño se lo permite, después de convenientes ráfagas de
oscuridad. Esta es una bitácora personal que sólo existe porque me gusta a mí.
No pretendo ser periodista, ni mantener actualizado a nadie sobre nada, no
suministro novedades ni ando a la moda. Reseño tebeos viejos y películas viejas
que me gustan. Últimamente, cuelgo el programa de cine Cin3mático en que
participo de manera activa. Nuevos tiempos, nuevos giros. Perdonen si a veces
incumplo esta ley y hablo de algo que esté “de moda”. Odio la moda y sus
acólitos. Nunca me he presentado a ningún concurso de blogs ni lo haré. No
merece este blog ningún premio. Nunca he querido insertar publicidad de Google.
No pretendo hacerme rico a costa de Google. No quiero ser rico.
Vaya por delante que estas líneas no son
ni un cumpleaños (no me feliciten, no celebro nunca los cumpleaños de este
blog) ni una despedida. No me despido porque no me iré, y no me iré porque no
estoy aquí. Ando ocupado en otras cosas y este blog es la última cosa en la que
puedo pensar, pero es una de las más bonitas. Por eso es así, veleidoso y un
poco disperso como el Pobresor Gafapasta. Este blog es como yo, y por eso lo
adoro.
Pero sé que hay algunos que me siguen.
Se llaman a sí mismos seguidores y estoy muy agradecidos con ellos. También sé
que éste es, básicamente, un “blog de fondo”. Una página a la que de vez en
cuando llega alguien buscando algo y encuentra en él lo que buscaba: una
reseña, un dato, una imagen… Este blog está muy lejos de los reflectores.
Mentiría si dijera que me gustaría
actualizar más a menudo, porque no es cierto ni es posible. Desde que inició su
andadura hasta hoy, no he parado de escribir para distintas publicaciones.
Cuando lo inicié, apenas publicaba unos cuatro o cinco articulitos al año en
publicaciones locales y hoy tengo que atender a otros objetivos. También “he
salido del armario” como escritor de ficción. Ya no soy sólo un profesor. Cuanto
más escribo, menos actualizo este blog. Me dirán que por qué no cuelgo en este
blog lo que escribo para otros destinos, pero no es posible. La escasez de
comentarios y repercusiones de esteartículo en que invertí tanto tiempo me hizo ver que Internet no es un gran
libro, sino un gran museo de recortes. Los textos largos y cuidados no tienen
mucha cabida en la Red, y yo lo entiendo porque tampoco leo tochos en ninguna
web. Por eso, más vale eludir los artículos que tienen un destino en papel y
que en la Red son ciertamente ofensivos por su logorrea.
Le debo mucho a este blog, por eso lo
quiero tanto. Me ha permitido conocer amigos y seguir otras páginas que me
interesan. Es verdad que hoy muchos blogs han cerrado o han sido abandonados en
favor de Faciesliber o Pipier. Yo también estoy en estas redes sociales
(enredos sociales habría que llamarlas), pero sinceramente, todavía no ha sido
superado el blog en cuanto a su capacidad de acceder a textos dispersos más que
interesantes y enriquecer el propio bagaje cultural leyendo sólo sobre aquello
que uno quiere leer, y no sobre lo que la industria editorial en internet
decide explotar o difundir. Por todo esto, gracias a todos por estar ahí,
gracias a los que vendrán, porque esta atalaya no se hunde. Fort Apache no se
rinde.