El pasado 28 de agosto, Google celebró el aniversario 176 de la publicación de El conde de Montecristo con una serie de simpáticos doodles dedicados al gran maestro galo de la novela y del teatro, Alejandro Dumas, quien, con la colaboración de Auguste Maquet como "negro" o "escritor fantasma", produjo obras tan importantes para la memoria colectiva como El conde de Montecristo o la trilogía de los mosqueteros (Los tres mosqueteros, Veinte años después y El vizconde de Braguelone). La polémica relación de Maquet con su patrón acabó en pleito judicial y en la renuncia expresa por parte de Maquet (a cambio de un buen desembolso de dinero) a aparecer en los créditos de las novelas de Dumas en carácter de autoría. Así terminaba una de las relaciones más sonadas de un escritor con su "negro" (graciosamente, Maquet era blanco; negro lo era Dumas, mestizo de madre haitiana y padre francés).
Conste que yo no sabía nada de aniversarios ni celebraciones, pero lo cierto es que en aquellos días yo terminaba mi lectura, por primera vez, de El conde de Montecristo en la edición de Random House que pueden ver sobre estas líneas. Como este año debí quedarme "castigado" en casa sin poder viajar a la Madre Patria, España de mis amores, los pucheros de mamá, mis vermuses, gin-tónix y tebeíllos, pues decidí pasar un poco la depresión y el encierro propiciado por el mefítico Covid-19 leyendo uno de esos novelones que uno no puede leer nunca por razones de tiempo. Seamos sinceros: la vida profesional impide tener la concentración y exclusividad para leer novelones como El conde de Montecristo, Fortunata y Jacinta, Los miserables, el Jing Ping Mei, Guerra y paz, La novela de Genji, Los gozos y las sombras y otras muchas obras maestras que a veces superan las mil páginas. Uno va leyendo libros que elige por aquí y por allá, más breves y accesibles, y por ello va dejando para el final (la jubilación, o el encierro causado por una pandemia), los novelones fundamentales, los que cuando están bien escritos te agarran de las pelotas y no te las sueltan hasta que terminas; los que te obligan a pasar el día deseando volver a tomar ese libro entre las manos; los que hacen que te olvides de todo lo que te rodea en cuanto los abres. Novelas río, llenas de vidas y acontecimientos. El Conde de Montecristo tiene un argumento más o menos conocido, aunque no tanto como El Quijote, novelón máximo que nadie necesita leer porque todo el mundo sabe de qué se trata (por eso tanto político analfabeto lo cita como su libro favorito). Aquí les comparto, en seis simpáticos doodles el argumento completo de El conde de Montecristo.
Pues ya está. 1138 páginas en mi edición que les comparto con alegría en 6 tiritas para que ya no tengan que leerla y sí la puedan comentar en el vino de honor de las presentaciones de libros. Si esto lo complementan con algún ejemplar del cómic Classics Illustrated y alguna versión para el cine o la televisión, mejor que mejor, tendrán ustedes un alcance más profundo de la obra, quizá suficiente en estos tiempos que corren. Se ha dicho siempre, y es verdad, que El conde es la historia de una caída en desgracia y una venganza terrible, la enésima versión del ángel caído. El pobre Edmundo Dantés representa la bondad y la inocencia extremas pervertidas por las más habituales podredumbres humanas: celos, envidia, indiferencia burocrática, codicia... Cuando el pobre joven acaba en el tormentoso castillo de If (abajo tienen un par de fotos del castillo real, en la bahía de Marsella), If... se convierte en el símbolo del It freudiano, y las posibilidades que se le abren a Edmundo tras escapar de sus muros, reconvertido en un superhombre con lo conducirán a ejecutar su venganza contras quienes lo cubrieron de ignominia durante 13 años de encierro. Y lo grande es que Edmundo se vengará, en la mayor parte de los casos, no de manera directa, sino al propiciar la autodestrucción de sus enemigos.
Famoso, rico, culto, sabio, lleno de una crueldad filosófica (o más bien, dotado del determinismo casi animal que rige las vidas humanas donde las leyes del hombre no cuentan y la autoridad de Dios no existe), Edmundo Dantés es el modelo literario del moderno Bruce Wayne, y el conde de un peñasco llamado Montecristo es su uniforme vengador de Batman. Cuántos personajes no se han inspirado desde entonces en esta dualidad de luz y tiniebla que Dumas y Maquet crearon con genio. El conde se introduce entre la aristocracia del París de su tiempo para convivir con esos millonetis mientras fragua cómo distribuir sus premios y sus castigos, y es aquí donde el retrato de Dumas y Maquet de la alta burguesía y aristocracia de su época es corrosivo y demoledor al presentarnos una serie de seres vacuos, miserables, podridos por la codicia y el interés, seres afectados que hablan siempre con circunloquios ridículos llenos de lugares comunes o razonamientos simplistas, hombres amanerados y mujeres ridículas siempre dispuestas al sofoco y al desmayo. Brutal.
Como buena novela río, El conde de Montecristo es una telaraña de personajes cuyas relaciones, odios y amores, representan la desnuda y descarnada realidad mezquina y vil de una clase social parasitaria e inútil condenada a la extinción. Los diálogos, casi siempre espléndidos, desnudan a todos los personajes con esa maestría que tenían los escritores decimonónicos para hacernos ver el mundo con toda nitidez, antes de que existiera el cine que llegó para convertirse en cronista de nuestros tiempos e hizo derivar la novela por meandros joyceanos y faulkneristas. Un magnífico cuadro de personajes y relaciones puede ser visto en la Wiki, pero lo dejo a continuación para que permanezca también bajo estas líneas como futura guía de estudio y análisis para mí mismo.
2 comentarios:
Chido! Dan ganas de leerse tamaño ladrillón.
Me dieron ganas de volverlo a leer. Ya no tengo el libro, debo haberlo prestado. Lo tendré que comprar en Amazon
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