Publicado esta semana en el número 266 de El Reto.
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He aquí un libro para mirar y remirar durante mucho tiempo. Se trata de un libro de arte que recopila 150 carteles del cine clásico mexicano de la Edad de Oro. Una pequeña representación del fondo cinematográfico seleccionada del Archivo Fílmico de Rogelio Agrasánchez Jr., que se constituye como la colección privada más grande del mundo: 840 carteles que representan el 55 por ciento de todos los carteles realizados para películas filmadas durante los veinte años de la edad de oro. La introducción de Charles Ramírez Berg resume muy bien la trayectoria del mejor cine hablado en español durante dos décadas del siglo XX, introducción de la cual procedo a hacer una síntesis.
El periodo clásico conocido como edad de oro comienza en 1936 con Allá en el Rancho Grande, de Fernando de Fuentes, y concluye en 1956 con Tizoc, dirigida por Ismael Rodríguez y protagonizada por María Félix y el actor-fetiche del subconsciente mexicano: Pedro Infante, en la que sería su última actuación antes de fallecer en accidente de avión. Contribuyeron a la existencia de una edad de oro del cine mexicano varios factores. Factores de política exterior: durante la II Guerra Mundial, Estados Unidos favoreció la venta de película virgen a México, ya que este país se había mostrado como un importante aliado de Estados Unidos contra los enemigos del eje Berlín-Roma-Tokyo. Argentina, país neutral durante el conflicto, fue “castigado”, y la venta de película virgen le fue restringida. México se lanzó a una conquista imperial del mercado latinomericano que consiguió ejemplarmente. Durante dos décadas, México D.F. fue el Hollywood latino y generó el star-system más consistente después de Hollywood.
Factores de política interior: al contrario de lo que sucede en el México de hoy, durante los años 40 el gobierno adoptó una política proteccionista de la cinematografía que se manifestó en la creación del Banco Cinematográfico, institución privada con participación del Estado que facilitaba el financiamiento de filmes. También el Estado creó una red de producción y distribución de films.
Factores artísticos: el México de los años 40 fue un vergel de fecundidad creativa, y muchos de los grandes hombres del arte mexicano se incorporaron a la cinematografía: escritores como José Revueltas, fotógrafos como Gabriel Figueroa, compositores como Agustín Lara. Las estrellas del cine mexicano fueron tantas que mencionarlas aquí sería sólo una enumeración ociosa de la que prescindo aquí y ahora. La fecundidad de dos décadas de cine mexicano clásico permitieron incluso que “aves extrañas” como Luis Buñuel pudiesen hacer nido en él desde 1947 (Gran Casino) hasta más allá de la debacle posterior al 56: El ángel exterminador (1962) y Simón del desierto (1965) fueron sus últimas películas mexicanas.
Las causas del declive del cine mexicano clásico también se pueden dividir en internas y externas. Tras la II Guerra Mundial, Estados Unidos redujo el envío de película virgen a México y esto limitó la producción de cine mexicano. La política imperialista de Hollywood se reestableció de forma muy agresiva, y la fluida distribución comenzó a robar cuota de pantalla al cine nacional. Las causas internas se debieron al clientelismo y nepotismo del Banco Nacional Cinematográfico, convertido en un club de negociantes que se favorecían a puerta cerrada y beneficiaban a las empresas más importantes, a quienes ellos representaban y para quienes trabajaron. Los productores independientes no tuvieron acceso a los fondos del Banco, y poco a poco fueron despareciendo en un mar infestado de grandes tiburones que servían a una élite. El Sindicato de Trabajadores de la Industria Cinematográfica (STIC) se convirtió en el órgano dominante dentro de la profesión artística y desde 1945 se volvió un petit comité amafiado en el que no cualquiera tenía las puertas abiertas. El bloqueo a cineastas jóvenes durante veinte años condujo a la industria a una cinematografía anquilosada y repetitiva ejercida por quienes detentaban el poder dentro del sindicato, pero también contribuyó a la falta de aires nuevos y renovadores. Para rematar este ambiente viciado, los productores vieron en el cine una forma de ganar dinero fácil sin reinvertir en la industria, por lo que se detuvo el progreso tecnológico. La devaluación del peso en 1954 elevó los costes de producción, tres de los principales estudios cerraron en el bienio 1957-8. Los premios Ariel fueron descontinuados este último año, premiando Tizoc y clausurando una de las etapas más gloriosas del cine en español del siglo XX. Hasta aquí, un resumen de la introducción de Ramírez Berg.
La contemplación de esta antología de carteles de la Edad de Oro llena de honda satisfacción estética. Dividido en varios capítulos que retoman los grandes temas del cine clásico mexicano (Comedia, Cabareteras, Charros y folclor, Historia y religión, Drama y Misterio y aventura), por sus páginas se despliega la deliciosa paleta de 14 artistas excepcionales: Heriberto Andrade, Arias Bernal, Andrés Audifredd, Cadena M., Ernesto García Cabral, Ernesto Guasp, Leopoldo Mendoza, Josep Renau y su hermano Juanino, Rivero Gil, José Spert, Vargas Briones y su padre Vargas Ocampo. Destaca entre todos, pero sólo para mi gusto personal, el espectacular cartel de Espuelas de Oro (dirigida por Agustín P. Delgado en 1947), un cartel pintado por José G. Cruz, hombre polifónico de la cultura popular mexicana del siglo XX: genio de los cómics, pintor, escritor, creador de fotonovelas de arrabal llenas de composiciones y collages surrealistas, actor y guionista de las películas de Juan Orol, creador y editor de pepines del Santo... El gran G. Cruz no podía faltar en esta antología con una muestra de su arte, tan glorioso como injustamente olvidado hoy día. Tanto, quizá, como el legado cinematográfico de dos décadas de cine mexicano que debería ser rescatado de los arcones, restaurado, editado en dvd con extras, documentales y un trabajo de investigación acerca de estos filmes, y al fin, hábilmente distribuido no sólo en México sino en el resto del mundo. De momento, el sello Alter Films (propiedad de Televisa) está sacando al mercado muchos de estos títulos en dvd, aunque en condiciones más que discutibles: mala digitalización, ninguna restauración del filme original en la mayor parte de los casos y escasa información suplementaria, por no hablar de la inexistencia de documentales y otros extras que complementen el visionado de la película. Unas ediciones no precisamente de calidad, no precisamente baratas y sí muy avaras en cuanto a contenidos y calidad de los mismos.
Rogelio Agrasánchez Jr. y Charles Ramírez Berg, Cine mexicano. Carteles de la época de oro 1936-1956. Chronicle Books. San Francisco, 2001.
5 comentarios:
Un gusto encontrar blogs como este. Por aquí andaremos echando el ojo. Saludos prenavideños. Ya estás en mis links.
Qué onda??? ¿Tienes el síndrome del escritor frustrado? Ese que una vez que consigue lectores decido no volver a escribir. Je. Es cotorreo. Aquí nos vemos.
Saludos y salud. MI mejor deseo porque en 2005 tengas boletos para viajar a Europa, cenas gratis en donde sea, y cajas de vino francés a domicilio.
Hola, Nacho. Escribo menos porque estoy de vacaciones, y con tanta familia y sobrinos y amigos, ya sabes... Te agradezco tus nobles deseos para mí, aunque el vino francés te lo cambio por Rioja. Ríos de Rioja. Nos leemos. Que tu 2005 sea también estupendo. Por cierto, ¿tienes página propia en Blogger?
Un saludote.
Mil gracias por mencionar a Heriberto Andrade Urbina, si era un excelente pintor
Por nada. Hay que reconocer a quienes lo merecen.
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