viernes, marzo 22, 2013

PRIMAVERA: LA VELADA DE LA FIESTA DE VENUS

¡Al fin es primavera! Oficialmente, desde ayer. Perséfone, reina de Hades, reino del mundo de los muertos, acaba de regresar a la tierra y se ha reunido con su madre, la maravillosa y nada neurótica diosa Deméter. Acaba de mandarme un mensaje por Twitter y me dice que, por la tarde, ella y su madre nos acompañarán (convenientemente escondidas bajo forma mortal, como suelen hacer los dioses) a la presentación del número 13 de Paso del Río Grande del Norte. Acompáñennos, no sean gachitos. Salgan de sus microtumbas físicas y morales. ¡Es primavera, carajos! 

Y qué mejor, al inicio de la primavera, que recordar uno de los más hermosos poemas de la literatura romana: el Pervigilium Veneris o Velada de la Fiesta de Venus. Poema anónimo del siglo IV de nuestra era cuya sencillez y belleza fueron para mí motivo de una traducción que ahora les invito a leer. Si bien esta traducción necesita revisión y ajustes, fue publicada hace más de diez años en la revista Entorno de la UACJ. Poco tiempo después, David Camden la subió, con mi permiso, a su página de Forum Romanum, y esta misma traducción la pueden leer aquí, e incluso compararla con su original latino y su traducción al inglés. 

Venus hará florecer todo en estos días, y esto siempre debe ser causa de entusiasmo. Dedico mi traducción a quienes pasan por problemas amorosos, con la esperanza de que los superen cuanto antes y mañana puedan cantar conmigo: "¡Ame mañana quien no amó; quien amó, ame mañana!"

LA VELADA DE LA FIESTA DE VENUS
PERVIGILIUM VENERIS
Traducción del latín de Ricardo Vigueras


¡Ame mañana quien no amó; quien amó, ame mañana!

¡Primavera nueva, primavera cantora ! Nace el mundo en primavera, 
en primavera se acuerdan amores, en primavera se aman las aves,
suelta la arboleda su cabello ante maritales tormentas. 
Mañana la urdidora de amores entre sombras arbóreas
cubrirá en la cabaña a los jóvenes con su brote de mirto. 
Dione mañana dirá las firmes leyes en su sublime trono.

¡Ame mañana quien no amó; quien amó, ame mañana!

Otrora, de sangre celeste el ponto en espumante círculo, 
entre cerúleas hordas, entre caballos bípedos,  
parió a Dione, que agitaba las olas, de maridadas ondas.

 ¡Ame mañana quien no amó; quien amó, ame mañana!

 Ella pinta con floridas yemas la estación de rosa, 
 ella a los botones que brotan por el soplo Favonio 
 induce a tiernos adornos, ella del luciente rocío 
 que abandonó el aura de la noche esparce las húmedas gotas.
 He aquí que vibran como lágrimas que tiemblan por una vieja pena:
 la gota en rápido declive en  pequeño círculo demora su caída. 
 He aquí que las púrpuras florales revelaron su pudor: 
 aquella humedad que los astros destilan cual rocío en calmas noches 
 libró, con la alborada, a las yemas virginales de su húmedo peplo.
 Ella manda que, con la alborada, las húmedas rosas vírgenes se casen,
 nacidas de la sangre de Cipris y de los  besos de Amor, 
 y de las gemas y las llamas y las púrpuras del Sol. 
 Mañana el rubor, que latía velado bajo la veste de fuego,  
 casadas en único voto no habrá pudor de entregar.

 ¡Ame mañana quien no amó; quien amó, ame mañana!

 La diosa a las Ninfas mandó acudir al sacro bosque de mirto.
 El niño, afable, las acompaña; mas no es de creer 
 que Amor esté descansando, si sus flechas trajo.   
 ¡Id, Ninfas, depuso las armas, descansando está Amor!
 ¡Se le ordenó asistir inerme, asistir desnudo se le ordenó, 
 que ni con arco ni con flecha ni aun con fuego lastimara!
 Empero, Ninfas, precaveos, pues Cupido es bello:
 aun desnudo, es el mismo Amor, siempre en armas.

 ¡Ame mañana quien no amó; quien amó, ame mañana!

 Venus te envía vírgenes de pudor semejante.
 Uno sólo es nuestro ruego: vete, virgen Delia, 
 que por muerte de fieras no se cubra tu bosque de sangre.
 Ella misma te quisiera rogar, si pudiera ablandarte, púdica;
 ella misma quisiera que vinieras, si te fuera decoroso, virgen.
 Por tres noches habrías de ver los coros festivos
 entremezclados en grupos ir a través de tus bosques,
 entre coronas de flores, entre chozas de mirto.
 Ni Ceres ni Baco estarán ausentes, ni el dios de los poetas.
 Detenida y velada habrá de ser la noche toda con canciones. 
 ¡Reine en los bosques Dione! ¡Retrocede, Delia!

 ¡ Ame mañana quien no amó; quien amó, ame mañana!

 Ordenó con Hibleas flores el tribunal alzar la diosa; 
 al centro ella misma dirá sus leyes, la asistirán las Gracias. 
 Hibla, esparce flores por doquier, cuantas la estación trajo;
 Hibla, de flores ponte un vestido, cuan amplia es la pradera del Etna.
 Del campo aquí vendrán sus hijas y las hijas de sus fuentes, 
 cuantas los bosques, cuantas los lagos, cuantas los montes habitan.
 Asistir a todas mandó la madre del niño alado, 
 y a las doncellas mandó nunca creer en Amor, aun desnudo.

 ¡ Ame mañana quien no amó; quien amó, ame mañana!

 ***Y que con recién nacidas flores extienda sus verdes sombras***.

 Mañana será cuando contrajo nupcias Éter por vez primera. 
 Por crear la estación, con nubes de primavera todas, el padre
 roció como lluvia fecunda el seno de su nutricia esposa, 
 de donde el fruto gestado en su gran cuerpo nutriría todo.
 Venus misma, corazón y mente, con su permeante aroma
 gobierna dentro, procreadora de escondidas fuerzas, 
 y a través de cielo, tierra y ponto sometidos
 el abierto camino en su andadura seminal 
 impone,  y ordena al mundo conocer las vias del nacer.

 ¡ Ame mañana quien no amó; quien amó, ame mañana!

 Ella misma a sus vástagos troyanos convirtió en latinos; 
 ella misma dio a su hijo la doncella Laurentina por esposa 
 y más tarde a Marte del santuario la casta virgen; 
 ella misma hizo las Romúleas nupcias con Sabinas 
 de donde Ramnes y Quirites, y en pro de la raza 
 de Rómulo, al padre crearía y a su nieto César.

 ¡ Ame mañana quien no amó; quien amó, ame mañana!

 La pasión fecunda los campos, sienten a Venus los campos;
 dícese del mismo Amor, hijo de Dione, que nació en el campo.
 A éste, mientras  paría sus frutos la tierra, acogió en su seno;
 ella misma le nutrió con delicados besos de flores.

 ¡ Ame mañana quien no amó; quien amó, ame mañana!

He aquí bajo las retamas que tienden los toros sus cuerpos, 
todo aquel que a seguro es retenido por conyugal lazo.
A la sombra con sus maridos he aquí las greyes balando,
y a las aves cantoras les ordenó la diosa no callar.
Ya los locuaces de ronca voz, los cisnes, resuenan en los estanques. 
A la sombra de un álamo, la esposa de Tereo les responde,
para que pienses que penas de amor con voz musical se cuentan
y niegues que se lamenta a su hermana del cruel marido. 
Ella canta, yo me callo. ¿Cuándo  vendrá mi primavera?
¿Cuándo  como golondrina desistiré de callar?
Perdí a mi Musa al callar, ni Febo se vuelve a mirarme.
Igual a Amyclas,  por callar, la perdió el silencio.

¡ Ame mañana quien no amó; quien amó, ame mañana!

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