¡Al fin es primavera! Oficialmente, desde ayer. Perséfone, reina de Hades, reino del mundo de los muertos, acaba de regresar a la tierra y se ha reunido con su madre, la maravillosa y nada neurótica diosa Deméter. Acaba de mandarme un mensaje por Twitter y me dice que, por la tarde, ella y su madre nos acompañarán (convenientemente escondidas bajo forma mortal, como suelen hacer los dioses) a la presentación del número 13 de Paso del Río Grande del Norte. Acompáñennos, no sean gachitos. Salgan de sus microtumbas físicas y morales. ¡Es primavera, carajos!
Y qué mejor, al inicio de la primavera, que recordar uno de los más hermosos poemas de la literatura romana: el Pervigilium Veneris o Velada de la Fiesta de Venus. Poema anónimo del siglo IV de nuestra era cuya sencillez y belleza fueron para mí motivo de una traducción que ahora les invito a leer. Si bien esta traducción necesita revisión y ajustes, fue publicada hace más de diez años en la revista Entorno de la UACJ. Poco tiempo después, David Camden la subió, con mi permiso, a su página de Forum Romanum, y esta misma traducción la pueden leer aquí, e incluso compararla con su original latino y su traducción al inglés.
Venus hará florecer todo en estos días, y esto siempre debe ser causa de entusiasmo. Dedico mi traducción a quienes pasan por problemas amorosos, con la esperanza de que los superen cuanto antes y mañana puedan cantar conmigo: "¡Ame mañana quien no amó; quien amó, ame mañana!"
LA VELADA DE LA FIESTA DE VENUS
PERVIGILIUM VENERIS
Traducción del latín de Ricardo Vigueras
¡Ame
mañana quien no amó; quien amó, ame mañana!
¡Primavera
nueva, primavera cantora ! Nace el mundo en primavera,
en
primavera se acuerdan amores, en primavera se aman las aves,
suelta
la arboleda su cabello ante maritales tormentas.
Mañana
la urdidora de amores entre sombras arbóreas
cubrirá
en la cabaña a los jóvenes con su brote de mirto.
Dione
mañana dirá las firmes leyes en su sublime trono.
¡Ame
mañana quien no amó; quien amó, ame mañana!
Otrora,
de sangre celeste el ponto en espumante círculo,
entre
cerúleas hordas, entre caballos bípedos,
parió
a Dione, que agitaba las olas, de maridadas ondas.
¡Ame mañana quien no amó; quien amó, ame
mañana!
Ella pinta con floridas yemas la estación de
rosa,
ella a los botones que brotan por el soplo
Favonio
induce a tiernos adornos, ella del luciente
rocío
que abandonó el aura de la noche esparce las
húmedas gotas.
He aquí que vibran como lágrimas que tiemblan
por una vieja pena:
la gota en rápido declive en pequeño círculo demora su caída.
He aquí que las púrpuras florales revelaron su
pudor:
aquella humedad que los astros destilan cual rocío
en calmas noches
libró, con la alborada, a las yemas virginales
de su húmedo peplo.
Ella manda que, con la alborada, las húmedas
rosas vírgenes se casen,
nacidas de la sangre de Cipris y de los besos de Amor,
y de las gemas y las llamas y las púrpuras del
Sol.
Mañana el rubor, que latía velado bajo la
veste de fuego,
casadas en único voto no habrá pudor de
entregar.
¡Ame mañana quien no amó; quien amó, ame
mañana!
La diosa a las Ninfas mandó acudir al sacro
bosque de mirto.
El niño, afable, las acompaña; mas no es de
creer
que Amor esté descansando, si sus flechas
trajo.
¡Id, Ninfas, depuso las armas, descansando
está Amor!
¡Se le ordenó asistir inerme, asistir desnudo
se le ordenó,
que ni con arco ni con flecha ni aun con fuego
lastimara!
Empero, Ninfas, precaveos, pues Cupido es
bello:
aun desnudo, es el mismo Amor, siempre en
armas.
¡Ame mañana quien no amó; quien amó, ame
mañana!
Venus te envía vírgenes de pudor semejante.
Uno sólo es nuestro ruego: vete, virgen
Delia,
que por muerte de fieras no se cubra tu bosque
de sangre.
Ella misma te quisiera rogar, si pudiera
ablandarte, púdica;
ella misma quisiera que vinieras, si te fuera
decoroso, virgen.
Por tres noches habrías de ver los coros
festivos
entremezclados en grupos ir a través de tus
bosques,
entre coronas de flores, entre chozas de
mirto.
Ni Ceres ni Baco estarán ausentes, ni el dios
de los poetas.
Detenida y velada habrá de ser la noche toda
con canciones.
¡Reine en los bosques Dione! ¡Retrocede,
Delia!
¡ Ame mañana quien no amó; quien amó, ame
mañana!
Ordenó con Hibleas flores el tribunal alzar la
diosa;
al centro ella misma dirá sus leyes, la
asistirán las Gracias.
Hibla, esparce flores por doquier, cuantas la
estación trajo;
Hibla, de flores ponte un vestido, cuan amplia
es la pradera del Etna.
Del campo aquí vendrán sus hijas y las hijas
de sus fuentes,
cuantas los bosques, cuantas los lagos,
cuantas los montes habitan.
Asistir a todas mandó la madre del niño
alado,
y a las doncellas mandó nunca creer en Amor,
aun desnudo.
¡ Ame mañana quien no amó; quien amó, ame
mañana!
***Y que con recién nacidas flores extienda sus
verdes sombras***.
Mañana será cuando contrajo nupcias Éter por
vez primera.
Por crear la estación, con nubes de primavera
todas, el padre
roció como lluvia fecunda el seno de su
nutricia esposa,
de donde el fruto gestado en su gran cuerpo
nutriría todo.
Venus misma, corazón y mente, con su permeante
aroma
gobierna dentro, procreadora de escondidas
fuerzas,
y a través de cielo, tierra y ponto sometidos
el abierto camino en su andadura seminal
impone,
y ordena al mundo conocer las vias del nacer.
¡ Ame mañana quien no amó; quien amó, ame
mañana!
Ella misma a sus vástagos troyanos convirtió
en latinos;
ella misma dio a su hijo la doncella
Laurentina por esposa
y más tarde a Marte del santuario la casta
virgen;
ella misma hizo las Romúleas nupcias con
Sabinas
de donde Ramnes y Quirites, y en pro de la
raza
de Rómulo, al padre crearía y a su nieto
César.
¡ Ame mañana quien no amó; quien amó, ame
mañana!
La pasión fecunda los campos, sienten a Venus
los campos;
dícese del mismo Amor, hijo de Dione, que
nació en el campo.
A éste, mientras paría sus frutos la tierra, acogió en su
seno;
ella misma le nutrió con delicados besos de
flores.
¡ Ame mañana quien no amó; quien amó, ame
mañana!
He
aquí bajo las retamas que tienden los toros sus cuerpos,
todo
aquel que a seguro es retenido por conyugal lazo.
A
la sombra con sus maridos he aquí las greyes balando,
y
a las aves cantoras les ordenó la diosa no callar.
Ya
los locuaces de ronca voz, los cisnes, resuenan en los estanques.
A
la sombra de un álamo, la esposa de Tereo les responde,
para
que pienses que penas de amor con voz musical se cuentan
y
niegues que se lamenta a su hermana del cruel marido.
Ella
canta, yo me callo. ¿Cuándo vendrá mi
primavera?
¿Cuándo como golondrina desistiré de callar?
Perdí
a mi Musa al callar, ni Febo se vuelve a mirarme.
Igual
a Amyclas, por callar, la perdió el
silencio.
¡ Ame mañana quien no amó; quien amó, ame
mañana!
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