Conde de Berlanga de Duero por parte de
madre (su padre, el inglés Edward Neville, murió cuando tenía dos años),
licenciado en Filosofía y Letras y Derecho, perteneciente al cuerpo diplomático
español, escritor y cineasta, estamos ante uno de los personajes más singulares
de la historia del cine español, y ante uno de sus primeros cineastas-autores.
Fue amigo de Manuel Altolaguirre, Ortega y Gasset y García Lorca. Fue cónsul de
España en Los Angeles, donde se ganó la amistad de William R. Hearst, Marion
Davies, Dolores del Río, Laurel y Hardy, Mary Pickford, Douglas Fairbanks o
Charles Chaplin. Es precisamente aquella estancia en Estados Unidos la que lo
hará descubrir el cine a este hombre que hasta entonces sólo había cultivado la
vocación de escritor. Ya había publicado cuento, Adán y Eva, novela, Don
Clorato de Potasa, y había incursionado en el teatro con La vía láctea, un
vodevil en medio acto. Sus compañeros de bohemia eran Ramón Gómez de la Serna,
Tono, Mihura, López Rubio, Jardiel… Su carácter apasionado, creativo y
entusiasta lo llevará al cine en Hollywood. Regresa a España, luego vuelve a
Hollywood como turista y es contratada por MGM para filmar las versiones
españolas de algunos filmes de su tiempo, como En cada puerto un amor, El
presidio o La fruta amarga, todas de 1930.
El
presidio (versión de The Big House) era considerada por Neville su mejor
trabajo en Hollywood. Cuando se impusieron las versiones en español durante la
primera etapa del sonoro, Neville tuvo grandes problemas con los actores de
Hispanoamérica y se propuso defender “la pureza del idioma” frente a los
modismos. Fue director escénico y también dialoguista en este film, que se
filmó a instancias suyas, pues en Hollywood creían que el mercado hispano sería
más propenso al disfrute de un film de alta sociedad, y no una dura historia
carcelaria. Toda la película está basada, como si de una traducción se tratara,
en la original de Wallace Beery. Antes de rodar veían cada escena y los
actores, sobre todo Juan de Landa (estupendo Butch, que antes interpretara
Beery) imitaban las actuaciones originales. Para el film contrataron a cientos
de extras de origen mexicano, que actuaron entusiasmados en la escena del motín
carcelario al grito de “¡Comenzó la balacera!”. Sin haber visto la película de
Wallace Beery, El Presidio es un film excelente y un verdadero descubrimiento
con los ojos de hoy.