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jueves, junio 17, 2021
UN GATO EN EL CARIBE, DE ROBERTO BARDINI
Un gato en el Caribe, de Roberto Bardini
Ricardo Vigueras
Parece que la palabra aventura se halla del todo desterrada de nuestro lenguaje cotidiano. La vida actual, que ha convertido a hombres y mujeres en esclavos del reloj checador y de otras herramientas de control consideradas juguetes de un supuesto progreso (teléfonos celulares, Uber, Facebook y redes sociales), han convertido el vocablo aventura en una palabra carente de sentido profundo. El hombre y la mujer de hoy estamos tan controlados que la palabra aventura ha sido degradada. Por lo general, cuando escuchamos que fulano o zutana viven una aventura, a nadie se nos ocurre pensar que han sido confundidos con agentes de la CIA por agentes rusos o narcotraficantes. Por lo general, el término aventura ha quedado reducido a eufemismo para designar una relación extramarital, de naturaleza más o menos transitoria, y no una condición de la existencia basada en un ethos vitalista. El hombre, la mujer de nuestros tiempos, es una criatura de diván y psicoanalista, un ser depresivo empastillado por médicos a sueldo de corporaciones farmacéuticas, cualquier cosa menos aquel ideal que expresaba Descartes como ideal de la vida vitalista, radiante, aventurera, como llamaba a los protagonistas conscientes del gran libro del mundo: “Viajar, conocer cortes y ejércitos, tratar con gentes de todo humor y condición, recabar diversidad de experiencias, ponerse a prueba uno mismo en la fortuna”.
Hoy presentamos dos estupendas novelas escritas por uno de los más singulares autores mexicanos: el argentino radicado en México desde 1976, Roberto Bardini, un hombre que ha consagrado su vida al periodismo y que, una vez jubilado, se ha pasado a la novela: con Un gato en el Caribe y Un hombre de ley, Bardini demuestra ser un ciudadano del gran libro del mundo, y a través de sus páginas nos desovilla la madeja de la vida para hilar una experiencia lectora y existencial única. Un hombre de ley es una novela negra divertidísima, llena de acción y aventura (de nuevo, la palabra maldita) que hace honor a quienes consideran la novela policiaca o criminal como la moderna novela de caballerías, una fabulación que cobra su sentido en el reconocimiento del ogro o del dragón, más que en la muerte de los mismos. En Un hombre de ley Bardini inventa una isla próxima a las costas de México y Estados Unidos, Coralito, y la convierte en escenario exótico de crímenes horrendos narrados con un sarcasmo sugestivo, porque debe ser dicho que una de las grandes armas de Roberto Bardini es el sentido del humor, el cual es casi inexistente en la novela mexicana contemporánea, que se caracteriza por la denuncia de la impunidad y la violencia, por la mortificación. En Un hombre de ley reaparece, además, el gran protagonista de Un gato en el Caribe, Bougnicourt O´Hara, conocido desde niño como El Gato, argentino desarraigado de ascendencia irlandesa, expiloto y hombre que siempre ha bordeado la ilegalidad, en quien no resulta no muy complicado ver a un trasunto sentimental magnificado del mismo Roberto Bardini.
Un gato en el Caribe ganó el extraño premio Lipp La Brasserie en 2016, un restaurante parisino trasplantado al Polanco defeño donde las copas de brandy cuestan 3000 pesos. Un gato… transcurre en un país desconocido y exótico, maltratado e ignorado por la literatura: Belice, antiguo enclave de piratas y filibusteros con los que se identifican, en una vertiente romántica, tanto O´Hara como la cuadrilla de personajes que acompañan a O´Hara en esta fascinante historia y que suscriben el lema de aquellos piratas: “Sin Dios, sin rey y sin ley”. Considerada por el jurado y la crítica como una novela de aventuras para adultos, la extraña etiqueta invalida la novela de aventuras como un producto para niños, ya que, como bien sabemos, el niño todavía tiene derecho a soñar con el futuro que la vida le debe, mientras que al adulto, confinado en la mayor parte de los casos a una existencia gris, tiene negada la aventura. Un gato en el Caribe, con sus grandes pasajes de fina poesía, tiene el aliento de las obras de la llamada generación perdida norteamericana. En esta corte de personaje que rodean al Gato, la sacerdotisa Sandy Lee, Calypso y otros como las seis muchachas del Templo del Arte Antiguo, vemos el trasunto de los personajes desarraigados de películas como Casablanca o Sólo los ángeles tienen alas, el espíritu de los autores norteamericanos que vagaban por el mundo y recalaban en París, Perú o Pernambuco; en definitiva, de aquellos seres que hacen una lectura verdadera del gran libro del mundo en el sentido en que lo afirmaba Descartes. En esta novela hay pasión, hay acción, hay un buen repaso a la desconocida historia de Belice, hay buenos que no son tan buenos y malos sin discusión, hay narcotráfico, pues nos habla de cuando las drogas cruzaban a Estados Unidos desde Belice para regresar en forma de armas para la Contra nicaragüense, un secreto bien guardado hasta hoy que se cobró la vida de muchos. Un gato en el Caribe es sobre todo un viaje maravilloso al lado desconocido de la existencia, ese más peligroso, que nos subleva y seduce. En las páginas de esta novela hallamos todas las referencias de amor literario de Bardini, empezando por Salgari, Conrad, Jack London y los cómics, historietas, desde Oesterheld a Hugo Pratt, cuya sombra marina es alargada. El Gato tiene cierto aire de cómic perfectamente sustentado por las ilustraciones de Edu Molina, artista argentino residente en México desde hace muchos años, lo cual ha generado la confusión de considerar a Un gato en el Caribe una novela gráfica, lo cual no es, pero sí una novela ilustrada, en la sorprendente recuperación que las novelas ilustradas están teniendo en los últimos años con independencia del género al que pertenezcan (desde Dublineses, de James Joyce a Moby Dick, de Melville, se presentan en nuevas ediciones con ilustraciones).
Los más han dicho que la lectura de Un gato en el Caribe les devolvió la sensación de maravilla que conocieron en la juventud con el disfrute de grandes clásicos de la literatura que los invitaba a viajar por un mundo indómito. Un gato en el Caribe pertenece a la literatura vitalista, que emparente su literatura con la tradición de Conrad y Jack London y el cine vitalista de Walsh, Hawks o Fuller.
Bardini acaba su maravillosa novela con estas palabras en las que los lectores del gran libro del mundo quisieran reconocerse: “El destino de todos los hombres y mujeres fue dibujado hace miles de años por el mar en los bordes de los continentes y se encuentra disperso en la arena de todas las playas (…). Es imposible leerlo o, mucho menos, modificarlo” (p. 254).
O dicho de otra manera: infancia es destino.