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viernes, junio 23, 2006
CRUZANDO EL CHARCO
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jueves, junio 22, 2006
EL ETERNAUTA: UNA OBRA IMPRESCINDIBLE
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miércoles, junio 21, 2006
VALERIAN 3: BIENVENIDOS A AFLOLOL
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lunes, junio 19, 2006
VALERIAN: LE PAYS SANS ÉTOILE
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domingo, junio 18, 2006
PLANCHA EL DIABLO
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Este fin de semana he comenzado un nuevo volumen de relatos de Andrea Camilleri (El miedo de Montalbano). Me gusta mucho este socarrón escritor italiano. No solamente es un ágil narrador, sino que es de esos autores que introducen muy bien el humor dentro de sus relatos. Algo poco común en la novela negra, aunque tiene antecedentes tan clásicos como, por ejemplo, el francés Frederic Dard y su serie del comisario Sanantonio. Además, he rematado el tocho de tebeos Bonelli que me llegó recientemente en una caja. En España los edita Aleta, una edición más que correcta aunque con unas espantosas faltas de ortografía que afean el esfuerzo de esta pequeña editorial. He leído, concretamente, dos números de Dylan Dog, ese investigador de las pesadillas del que Umberto Eco dijo: "Hay tres obras que nunca me cansaría de leer: la Biblia, la Divina Comedia y Dylan Dog". Bueno, ya he dicho que los tebeos de Bonelli son los mejores cómics populares del mundo: tomitos de casi 100 páginas con historias bien desarrolladas, con buenos personajes y diálogos interesantes. Cómics que te duran en las manos entre una hora y hora y media, no como los tebeos de Marvel y DC que se leen en cinco minutos. En concreto, he disfrutado mucho con el volumen El espejo del alma, escrito por Paola Barbato y dibujado por Nicola Mari. Formidable tebeo. Yo a Dylan Dog lo estimo tanto que se lo perdono todo, incluso que no fume y sea abstemio (una vez fui a clase disfrazado de Dylan Dog, pero ningún alumno se dio cuenta; volveré a hacer lo mismo el próximo semestre, en Obras maestras de la narrativa gráfica).
Por lo demás, sigue haciendo un calor del demonio. El aire es una gabardina de fuego. Para cuando hace tanto calor como ahora (por encima de los 40 grados centígrados), los mexicanos tienen un dicho que me encanta: "Está planchando el Diablo". Plancha el diablo hubiera sido un maravilloso título para un western. Yo con el calor me llevo muy bien. Me encanta. Cuando era jovencito y tenía un carácter melancólico-depresivo le tenía pánico a la primavera y al verano, adoraba el invierno y el triste frío. Ahora no. Por mí podría hacer 50 grados, que los aguantaría bien, sobre todo cuando es este calor seco de Juárez, un sol furioso que mete alaridos por el cielo y que te mordisquea el cráneo con el mismo afán con que un perro roería un hueso. Pero agarras una buena sombra, y todo cambia. Te duchas, y al contrario de lo que pasa en Murcia, sales fresco y no sudado. En el estudio en que escribo no tengo aire acondicionado, ni la insistencia de Doña Maquila me persuade a colocar a mi lado un ventilador. Prefiero escribir y sudar, sentir cómo las gotas recorren mi espinazo y la camiseta se empapa con el simple acto físico de teclear en el ordenador. Me siento un animal tropical, una bestia furiosa del bosque, un lobo que regresa a la montaña después de esquilmar un rebaño, y eso me fascina. Además, sudar es bueno: ayuda a eliminar toxinas.
Mañana es la última semana de labores en la universidad. He concertado un par de reuniones con las dos primeras generaciones de estudiantes para presentarles la normatividad de las tesis, algo en lo que he trabajado en las últimos semanas. Veremos, además, qué más se tercia. Una cosa está también muy clara, a tenor de lo que dicen los periodiquillos locales: seguirá planchando el Diablo. Que planche a gusto, que a mí no me ha de faltar agua bien helada para combatirlo y cremoso gazpacho con mucho ajo para ahuyentar a los vampiros.
martes, junio 13, 2006
DÍAS SIN GÜELLA
Lo escribo así, a lo burrito chaveñero y caguamero, para que nadie crea que me dispongo a hablar de la gran película de Billy Wilder, The Lost Weekend (1945), que en España se tituló Días sin huella. Glorioso film, del que tengo pendiente una revisitación. Llevo más de una semana sin actualizar esta página, pero es que paso una racha en que no doy abasto (luego te escribo, Félix). Mis deberes desde que en marzo asumí la coordinación de la maestría en Cultura e Investigación Literaria han aumentado hasta el punto de no permitirme siempre dedicarle ese tiempo que todo trabajador dedica a sus cositas (emilios, bloguitos, minifaldas…, cada quien lo suyo). Además, esta semana estoy especialmente saturado porque me pidieron impartir un curso intensivo de latín básico a profesores de preparatoria (en España, instituto) que a su vez imparten a los adolescentes una asignatura llamada Etimologías del español. El curso lo imparto en Bachilleres 7 de 15:00 a 20:00 horas y empecé ayer. Bachilleres 7 es un instituto ubicado en la avenida Hiedra de Ciudad Juárez, una avenida y un barrio que me devuelven, además, algunos de los recuerdos más hermosos de mi vida, cuando yo era un joven europeo, aventurero y amante, que andaba de mojado en México. El curso acaba el jueves, pero llego a casa tarde y apachurrado, con ganas de cenar, tomarme unos tequilas y a la cama, que al día siguiente, por supuesto, hay que seguir dedicando la mañana completa a los oficios de coordinador de una maestría universitaria. Como ven, mis queridos, este no es un blog que se haya quedado muerto, pero es que hasta el jueves o viernes no voy a tener tiempo ni fuerzas para más. A estas horas, el muerto soy yo. Pronto, más sexo, sangre y diversión de parte de su profe gafapasta favorito.
lunes, junio 05, 2006
FICHAS TOUTAIN XXII: JULES FEIFFER
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viernes, junio 02, 2006
FIRMAS EN LA FERIA DEL LIBRO
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jueves, junio 01, 2006
ANIMAL TROPICAL
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Pedro Juan recuerda la herencia de Bukowski, que a su vez era la herencia de Henry Miller despojada de toda intelectualidad de tertulia de casa de putas. Miller, en sus ratos libres, pintaba cuadros con mayor cuidado del que Bukowski invertía en los poemas que escribía, supongo que en ratos libres, trasegando mucho vino y sin reflexionarlos demasiado ni retrabajarlos después (Dangling in the Tournefortia es un buen ejemplo de eso). Pedro Juan asegura que cuando comenzó a publicar en España y le mentaban a Bukowski, él no sabía quién era ese señor. Ya he comentado que Pedro Juan escribe de la Cuba jodida (o sea, Cuba), una Cuba donde todo el mundo piensa en follar y sobrevivir, y si puede sobrevivir follando, mejor. En la Trilogía sucia de la Habana está todo su mundo de Centro Habana: pobreza, inmundicia, olor a sudor y a cochambre, mucho sexo febril y muchas historias de jineteros y de jineteras. La no mención de la política ni del establishment político de Cuba enfatizan la situación política de Cuba porque da la impresión que en el submundo donde habita Pedro Juan no gobierna nadie, que todo él es jungla sin Tarzán ni Hombre Enmascarado. Más o menos como muchos barrios de la ciudad donde vivo, pero con la pasión y la gracia de los cubanos, que es la que también le pone Pedro Juan a sus cuentos y novelas.
En Animal tropical, el personaje Pedro Juan ya es un escritor reconocido en Europa y continúa viviendo en Centro Habana porque es su mundo, y sólo en él pude reconocerse. Como Miller, Pedro Juan es un autor marcado por la crucifixión rosada, pero con un sentido del pudor que le obliga a no exhibirse como lo que en el fondo es: un intelectual. Prefiere enfatizar el aspecto animal. Animal tropical es la historia de su relación con dos mujeres: la mulata Gloria de Centro Habana, carnal, apasionada, ingenua y salvaje, y Agneta, la sueca civilizada y racional con quien convive durante un tiempo en las tierras de Ingmar Bergman hasta que Pedro Juan no tiene más remedio que regresar a ese sexto continente que es Gloria, que es Cuba, que es América Latina. Pedro Juan Gutiérrez, además de ser un gran escritor, es un gran divertimento, una fabulosa lectura llena de pícaros que protagonizan unas historias más elaboradas de lo que a simple vista podría parecer. Muy sexosas, muy sudorosas y con frecuencia muy sucias. Una combinación perfecta para lo que se quiere contar, sobre todo cuando se cuenta así de bien.
En Animal tropical, el personaje Pedro Juan ya es un escritor reconocido en Europa y continúa viviendo en Centro Habana porque es su mundo, y sólo en él pude reconocerse. Como Miller, Pedro Juan es un autor marcado por la crucifixión rosada, pero con un sentido del pudor que le obliga a no exhibirse como lo que en el fondo es: un intelectual. Prefiere enfatizar el aspecto animal. Animal tropical es la historia de su relación con dos mujeres: la mulata Gloria de Centro Habana, carnal, apasionada, ingenua y salvaje, y Agneta, la sueca civilizada y racional con quien convive durante un tiempo en las tierras de Ingmar Bergman hasta que Pedro Juan no tiene más remedio que regresar a ese sexto continente que es Gloria, que es Cuba, que es América Latina. Pedro Juan Gutiérrez, además de ser un gran escritor, es un gran divertimento, una fabulosa lectura llena de pícaros que protagonizan unas historias más elaboradas de lo que a simple vista podría parecer. Muy sexosas, muy sudorosas y con frecuencia muy sucias. Una combinación perfecta para lo que se quiere contar, sobre todo cuando se cuenta así de bien.
Pedro Juan Gutiérrez, Animal tropical. Anagrama. Barcelona, 2002. [Compactos, 278]
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