Ardua ha sido la semana hasta que se acabó. Y aunque alguien debería haber recibido una llamada mía el lunes para resolver un caso tan policiaco como el caso del becario fantasma, yo mañana me voy a España y el lunes estaré en Madrid tomándome unas cervezas bien frías. O sea, que durante unos días no habrá actividad en esta bitácora, por lo menos hasta el miércoles o jueves de la semana que viene. A beberse el charco de nuevo tocan. Revisen blogos anteriores, si gustan, o mejor todavía, lean otras bitácoras. Necesito un buen descanso después de este semestre, y sobre todo, necesito agarrar fuerzas para el próximo, que será, ya lo estoy viendo venir, un despapaye como la copa de un pino y la grilla de las galaxias. ¡Yo ya quiero que mi mamá me mime! Pues eso, que nos leemos en unos días desde el otro lado de las turquesas cortinas. Si ustedes gustan, móntense al cochecito porque nos vamos, porque ya nos estamos yendo, porque, como dijo Corto Maltés (adivinen dónde), exijo pasar a otra historia en otro lugar. Hasta pronto.
viernes, junio 23, 2006
jueves, junio 22, 2006
EL ETERNAUTA: UNA OBRA IMPRESCINDIBLE
Durante la Semana Santa leí El eternauta, una de las grandes obras maestras de la narrativa gráfica de todos los tiempos (así, comos suena). La había comprado en Alicante, en una librería donde disponían de la edición más reciente: la versión "rascacielos" de Ediciones Récord, Buenos Aires, 1998. Estaba carilla, es cierto (30 euros), pero después de curiosear por los estantes y bostezar enormemente con la oferta habitual, decidí invertir mi consumismo en comprar esta obra de fama internacional escrita por el asesinado H.G. Oesterheld (uno de los más grandes escritores de cómics de la historia) y dibujada por Solano López.
Héctor Germán Oesterheld, guionista de tebeos, fue uno de los más grandes escritores con que el medio haya contado. Hombre culto y exquisito, de un refinamiento literario insólito, su prosa es de una sencillez abrumadora que bordea la poesía más cristalina cuando Oesterheld quiere. Su asesinato y el de sus hijas en 1977, víctimas de la represión en Argentina durante la dictadura de los militares, constituye el Gran Crimen Impune de la Historia de los Cómics. Yo a la hora de escribir sobre Oesterheld me bloqueo y prefiero dejarlo para otro día. No es raro que ese día nunca llegue. Oesterheld merece una reivindicación mundial, no sólo por ser uno de los "desaparecidos" (inmundo eufemismo) de la dictadura Argentina, sino porque con su obra, y en concreto con El eternauta, el cómic se adelantó medio siglo a su tiempo. Cuando comenzó a publicarse El eternauta en las páginas de la revista semanal argentina Hora Zero era 1957, y prácticamente nadie en el mundo escribía y dibujaba tebeos tan complejos psicológicamente, con esa riqueza de detalles y esa sabiduría narrativa que Oesterheld sabía imprimir a sus obras (lean Mort Cinder, recientemente rescatado por Planeta). Y digo casi nadie, y lo digo a propósito por no pontificar, poque debiera decir que nadie absolutamente. La narrativa gráfica moderna, un tebeo para adultos que rivaliza y compite con la mejor novela, nació en 1957, en Buenos Aires, de la mano de Oesterheld y Solano López. Nació con El eternauta.
¿Y de qué va la gran obra? El tema ha sido explotado hasta el cansancio, y casi siempre con peores resultados: que los extraterrestes invaden la tierra, y un puñado de argentinos les hacen frente en una desolada Buenos Aires que de pronto se convierte en un escenario de pesadilla, algo que los bonaerenses tuvieron que disfrutar enormemente cuando leían la historieta cada semana. Este tema, tan recurrente casi desde que el cine es cine y el tebeo es tebeo, se convierte en manos de Oesterheld y Solano López en una experiencia existencial: el ritmo pausado y detallista de Oesterheld y el dibujo de viñetas pequeñas, apretadas de texto, tan literarias, convierten la lectura de El eternauta en una vivencia personal: es fácil meterse dentro de la obra, convivir con Juan Salvo, Helena, Martita, Favalli… Volverse uno de ellos y durante 350 páginas de gran cómic sentirse teletransportado, gracias al talento infinito de un contador de historias (uno de los más grandes del cómic) y al certero y sombrío pincel de Solano, sentirse teletransportado en el tiempo hasta el lugar en que están sucediendo los hechos, ese Buenos Aires de 1957 encerrado en las páginas de esta obra. Desde este punto de vista, el poder de persuasión de El eternauta es formidable, ya que, como en el caso de las grandes películas o de las grandes novelas, es capaz de sumergirte en el interior de una historia arrebatadora.
Pero El eternauta es más, mucho más que una obra prodigiosa con un manejo del suspense que nada debe envidiar a Hitchcock o a J.M. Charlier, sino que El eternauta puede ser también leída como una alegoría política acerca de cómo técnicos o políticos y fuerzas del orden pueden organizarse para vampirizar o exterminar a un pueblo entero mientras los que mandan, los que verdaderamente mandan, los "ellos", nunca son visibles ni parecen estar presentes durante todo el proceso, pero mueven los hilos de todas nuestras vidas; incluso, de aquellos a quienes votamos en los comicios y a quienes consideramos poderosos. Es una lectura propia que no anula otras ni tiene más valor que el ser mía. Otros han visto El eternauta como una profecía de la Argentina de la dictadura. Antes que nada, es una gran historia por los cuatro costados.
El eternauta es mucho tebeo, demasiado tebeo, es una obra capital como en otras artes lo son Hamlet o el Ciudadano Kane. El eternauta, antes Juan Salvo, es el viajero de la eternidad, un hombre común y corriente condenado a ser héroe, un hombre sedentario condenado a vagar por la eternidad, de limbo en limbo y de dimensión en dimensión, en busca de su felicidad. Oesterheld, con una maestría que sólo he visto en Charlier (Barbarroja, Blueberry…) conduce a sus personajes de peligro en peligro y de azar en azar hasta el imprevisto final, una vuelta de tuerca que, como en los mejores relatos de Borges, te deja anodadado, temeroso y pensativo, mirando el abismo estrellado de la noche y pensando si ese abismo, como aseguraba Nietzsche, no serán el mismo abismo el que nos contempla. Juan Salvo diría que sí.
Es indispensable una edición en condiciones de El eternauta en español. En Italia (fanáticos de esta obra) pronto aparecerá una edición definitiva que resulta imprescindible en nuestro idioma. El arte de los cómics, sin El eternauta, no se puede conocer globalmente. Es una obra imprescindible. La última edición de Récord, que es la que yo tengo, es una edición en formato absurdo e injustificado, un volumen altísimo y extraño de leer para una obra que debería ser editada en su formato original, que es el formato apaisado en que fue publicada (como los cuadernillos del Capitán Trueno o el Jimmy Corrigan de Chris Ware). Y en solemne blanco y negro. Porque El eternauta, el Eter-Nauta, el Marinero de la Eternidad, es una sinfonía expresionista de horror y de suspense con altas gotas de lirismo y mucho de alegoría existencial encubierta. Como es difícil encontrarla fuera de la Argentina, yo recomiendo bajársela de la Mula (buen escaneado) y comenzar a leerla una de estas noches en la pantalla del ordenador, con las luces del cuarto apagadas, cuando la ciudad duerme y los sonidos que llegan de la calle son mínimos. Será todavía mucho más fácil creer que la nevada mortal ha comenzado y que nuestras horas están contadas.
miércoles, junio 21, 2006
VALERIAN 3: BIENVENIDOS A AFLOLOL
Quizá se trate este álbum de la primera obra maestra de la serie Valerian, tras unos comienzos que, si bien no son balbuceantes, sí apuntan a una grandeza que todavía no consiguen. La originalidad del estilo de dibujo de Meziéres y unos guiones de Christin que comienzan a convertirse en fábulas morales sobre los problemas del siglo XX y de la historia del hombre en general crean aquí el álbum más divertido (y también reflexivo) de la serie en sus primeros números. En esta ocasión, Valerian y Laureline se topan con una nave espacial donde viajan los aflololianos, un pintoresco pueblo amante de las bromas y del placer, dotados con individuales poderes extrasensoriales, que regresan a su planeta tras un vagabundeo de varios siglos. Sin embargo, el añorado locus amoenus que había sido Aflolol cuando sus habitantes lo abandonaron, ahora ha sido convertido en Technorog, importante centro industrial del Imperio Galáctico. La llegada de los primitivos habitantes, quienes reivindican su derecho a habitar sus tierras, choca con los intereses económicos del Imperio Galáctico. El álbum destaca sobre todo por su recreación de los entrañables aflololianos, pueblo hedonista y despreocupado, y la reflexión implícita que sugiere esta historia sobre las relaciones entre trabajo y placer, así como la velada trasposición que encontramos entre los aflololianos y los indios americanos, exterminados primero y más tarde recluidos en reservas. Excelente, y sobre todo, divertidísimo.
lunes, junio 19, 2006
VALERIAN: LE PAYS SANS ÉTOILE
Finalizado el segundo tomo de Valerian, Le pays sans étoile. Una deliciosa historia acerca de la guerra de los sexos y sobre la profunda ignorancia de nuestro entorno cósmico en la que vivimos inmersos. Con este tercera aventura de Valerian comienza el estilo alegórico de Christin, donde este fundamental autor europeo comienza a incluir en las historietas de este personaje una reflexión sobre problemas contemporáneos disfrazados a través de planetas lejanos y razas extraterrestres. También prosigue la evolución imparable del dibujo de Meziéres, que en comparación con el tomo 1 goza de un abismo de diferencia. A pesar de todo, lo mejor está todavía por llegar. Christin reduce la extensión de sus bocadillos y Meziéres puede lucirse más, pero en ambos casos comprobamos una simbiosis total entre ambos autores para producir un álbum excelente escrito en prosa vibrante y ejecutado con hermosura a través de un trazo gráfico cada vez más majestuoso. Cabe decir que, tanto tiempo después de haber sido publicado por primera vez, el echar la vista atrás uno reconoce multitud de viñetas y de escenarios y vestuarios que han sido "homenajeados" una y otra vez en los cómics, el cine y la televisión. Valerian fue el laboratorio de la space opera del último cuarto del siglo XX, y es un placer leerla como si fuese la primera vez. Le pays sans étoile es, además (al contrario del álbum anterior, menos maduro), una obra divertida y bellamente dibujada por Meziéres en un estilo suelto y fresco que comienza a apuntar hacia lo grandioso.
domingo, junio 18, 2006
PLANCHA EL DIABLO
Fin de semana tranquilito, como uno merece después de la agitada semana. Mi curso a profesores de bachilleres se desarrolló muy bien, un poco pesado por el horario intensivo, pero los maestros acabaron muy entusiasmados y me pidieron uno de griego y otro de literatura clásica para enero. Gracias a todos vosotros por los comentarios de apoyo ante tanta chamba y desentendimiento bloguero.
Este fin de semana he comenzado un nuevo volumen de relatos de Andrea Camilleri (El miedo de Montalbano). Me gusta mucho este socarrón escritor italiano. No solamente es un ágil narrador, sino que es de esos autores que introducen muy bien el humor dentro de sus relatos. Algo poco común en la novela negra, aunque tiene antecedentes tan clásicos como, por ejemplo, el francés Frederic Dard y su serie del comisario Sanantonio. Además, he rematado el tocho de tebeos Bonelli que me llegó recientemente en una caja. En España los edita Aleta, una edición más que correcta aunque con unas espantosas faltas de ortografía que afean el esfuerzo de esta pequeña editorial. He leído, concretamente, dos números de Dylan Dog, ese investigador de las pesadillas del que Umberto Eco dijo: "Hay tres obras que nunca me cansaría de leer: la Biblia, la Divina Comedia y Dylan Dog". Bueno, ya he dicho que los tebeos de Bonelli son los mejores cómics populares del mundo: tomitos de casi 100 páginas con historias bien desarrolladas, con buenos personajes y diálogos interesantes. Cómics que te duran en las manos entre una hora y hora y media, no como los tebeos de Marvel y DC que se leen en cinco minutos. En concreto, he disfrutado mucho con el volumen El espejo del alma, escrito por Paola Barbato y dibujado por Nicola Mari. Formidable tebeo. Yo a Dylan Dog lo estimo tanto que se lo perdono todo, incluso que no fume y sea abstemio (una vez fui a clase disfrazado de Dylan Dog, pero ningún alumno se dio cuenta; volveré a hacer lo mismo el próximo semestre, en Obras maestras de la narrativa gráfica).
Por lo demás, sigue haciendo un calor del demonio. El aire es una gabardina de fuego. Para cuando hace tanto calor como ahora (por encima de los 40 grados centígrados), los mexicanos tienen un dicho que me encanta: "Está planchando el Diablo". Plancha el diablo hubiera sido un maravilloso título para un western. Yo con el calor me llevo muy bien. Me encanta. Cuando era jovencito y tenía un carácter melancólico-depresivo le tenía pánico a la primavera y al verano, adoraba el invierno y el triste frío. Ahora no. Por mí podría hacer 50 grados, que los aguantaría bien, sobre todo cuando es este calor seco de Juárez, un sol furioso que mete alaridos por el cielo y que te mordisquea el cráneo con el mismo afán con que un perro roería un hueso. Pero agarras una buena sombra, y todo cambia. Te duchas, y al contrario de lo que pasa en Murcia, sales fresco y no sudado. En el estudio en que escribo no tengo aire acondicionado, ni la insistencia de Doña Maquila me persuade a colocar a mi lado un ventilador. Prefiero escribir y sudar, sentir cómo las gotas recorren mi espinazo y la camiseta se empapa con el simple acto físico de teclear en el ordenador. Me siento un animal tropical, una bestia furiosa del bosque, un lobo que regresa a la montaña después de esquilmar un rebaño, y eso me fascina. Además, sudar es bueno: ayuda a eliminar toxinas.
Mañana es la última semana de labores en la universidad. He concertado un par de reuniones con las dos primeras generaciones de estudiantes para presentarles la normatividad de las tesis, algo en lo que he trabajado en las últimos semanas. Veremos, además, qué más se tercia. Una cosa está también muy clara, a tenor de lo que dicen los periodiquillos locales: seguirá planchando el Diablo. Que planche a gusto, que a mí no me ha de faltar agua bien helada para combatirlo y cremoso gazpacho con mucho ajo para ahuyentar a los vampiros.
Este fin de semana he comenzado un nuevo volumen de relatos de Andrea Camilleri (El miedo de Montalbano). Me gusta mucho este socarrón escritor italiano. No solamente es un ágil narrador, sino que es de esos autores que introducen muy bien el humor dentro de sus relatos. Algo poco común en la novela negra, aunque tiene antecedentes tan clásicos como, por ejemplo, el francés Frederic Dard y su serie del comisario Sanantonio. Además, he rematado el tocho de tebeos Bonelli que me llegó recientemente en una caja. En España los edita Aleta, una edición más que correcta aunque con unas espantosas faltas de ortografía que afean el esfuerzo de esta pequeña editorial. He leído, concretamente, dos números de Dylan Dog, ese investigador de las pesadillas del que Umberto Eco dijo: "Hay tres obras que nunca me cansaría de leer: la Biblia, la Divina Comedia y Dylan Dog". Bueno, ya he dicho que los tebeos de Bonelli son los mejores cómics populares del mundo: tomitos de casi 100 páginas con historias bien desarrolladas, con buenos personajes y diálogos interesantes. Cómics que te duran en las manos entre una hora y hora y media, no como los tebeos de Marvel y DC que se leen en cinco minutos. En concreto, he disfrutado mucho con el volumen El espejo del alma, escrito por Paola Barbato y dibujado por Nicola Mari. Formidable tebeo. Yo a Dylan Dog lo estimo tanto que se lo perdono todo, incluso que no fume y sea abstemio (una vez fui a clase disfrazado de Dylan Dog, pero ningún alumno se dio cuenta; volveré a hacer lo mismo el próximo semestre, en Obras maestras de la narrativa gráfica).
Por lo demás, sigue haciendo un calor del demonio. El aire es una gabardina de fuego. Para cuando hace tanto calor como ahora (por encima de los 40 grados centígrados), los mexicanos tienen un dicho que me encanta: "Está planchando el Diablo". Plancha el diablo hubiera sido un maravilloso título para un western. Yo con el calor me llevo muy bien. Me encanta. Cuando era jovencito y tenía un carácter melancólico-depresivo le tenía pánico a la primavera y al verano, adoraba el invierno y el triste frío. Ahora no. Por mí podría hacer 50 grados, que los aguantaría bien, sobre todo cuando es este calor seco de Juárez, un sol furioso que mete alaridos por el cielo y que te mordisquea el cráneo con el mismo afán con que un perro roería un hueso. Pero agarras una buena sombra, y todo cambia. Te duchas, y al contrario de lo que pasa en Murcia, sales fresco y no sudado. En el estudio en que escribo no tengo aire acondicionado, ni la insistencia de Doña Maquila me persuade a colocar a mi lado un ventilador. Prefiero escribir y sudar, sentir cómo las gotas recorren mi espinazo y la camiseta se empapa con el simple acto físico de teclear en el ordenador. Me siento un animal tropical, una bestia furiosa del bosque, un lobo que regresa a la montaña después de esquilmar un rebaño, y eso me fascina. Además, sudar es bueno: ayuda a eliminar toxinas.
Mañana es la última semana de labores en la universidad. He concertado un par de reuniones con las dos primeras generaciones de estudiantes para presentarles la normatividad de las tesis, algo en lo que he trabajado en las últimos semanas. Veremos, además, qué más se tercia. Una cosa está también muy clara, a tenor de lo que dicen los periodiquillos locales: seguirá planchando el Diablo. Que planche a gusto, que a mí no me ha de faltar agua bien helada para combatirlo y cremoso gazpacho con mucho ajo para ahuyentar a los vampiros.
martes, junio 13, 2006
DÍAS SIN GÜELLA
Lo escribo así, a lo burrito chaveñero y caguamero, para que nadie crea que me dispongo a hablar de la gran película de Billy Wilder, The Lost Weekend (1945), que en España se tituló Días sin huella. Glorioso film, del que tengo pendiente una revisitación. Llevo más de una semana sin actualizar esta página, pero es que paso una racha en que no doy abasto (luego te escribo, Félix). Mis deberes desde que en marzo asumí la coordinación de la maestría en Cultura e Investigación Literaria han aumentado hasta el punto de no permitirme siempre dedicarle ese tiempo que todo trabajador dedica a sus cositas (emilios, bloguitos, minifaldas…, cada quien lo suyo). Además, esta semana estoy especialmente saturado porque me pidieron impartir un curso intensivo de latín básico a profesores de preparatoria (en España, instituto) que a su vez imparten a los adolescentes una asignatura llamada Etimologías del español. El curso lo imparto en Bachilleres 7 de 15:00 a 20:00 horas y empecé ayer. Bachilleres 7 es un instituto ubicado en la avenida Hiedra de Ciudad Juárez, una avenida y un barrio que me devuelven, además, algunos de los recuerdos más hermosos de mi vida, cuando yo era un joven europeo, aventurero y amante, que andaba de mojado en México. El curso acaba el jueves, pero llego a casa tarde y apachurrado, con ganas de cenar, tomarme unos tequilas y a la cama, que al día siguiente, por supuesto, hay que seguir dedicando la mañana completa a los oficios de coordinador de una maestría universitaria. Como ven, mis queridos, este no es un blog que se haya quedado muerto, pero es que hasta el jueves o viernes no voy a tener tiempo ni fuerzas para más. A estas horas, el muerto soy yo. Pronto, más sexo, sangre y diversión de parte de su profe gafapasta favorito.
lunes, junio 05, 2006
FICHAS TOUTAIN XXII: JULES FEIFFER
Feiffer escribió lo siguiente, y yo estoy de acuerdo: Jesus died to forgive our sins. Dare we make his martyrdom meaningless by not committing them? Legendario dibujante norteamericano de cartones de prensa, Feiffer fue parte integrante de la tribu de Will Eisner cuando, a finales de los años 40, coordinaba el equipo artístico de The Spirit. El espíritu mordaz de Feiffer no fue ajeno al brillante resultado de la obra de aquellos años. Artista crítico y mordaz, satírico feroz y tierno de la sociedad norteamericana del último medio siglo, Feiffer también escribió el guión de una obra rara y recuperable: el Popeye dirigido por Robert Altman e interpretado por Robin Williams y Shelley Duvall. Una sátira extraña y mal comprendida que era mucho más fiel al espíritu de Segar de lo que han sido luego los epígonos que se apoderaron del personaje y lo desvirtuaron hasta la vergüenza. La ficha de hoy fue escrita por Salvador Vázquez de Parga.
Clicar sobre las imágenes para ver a mayor tamaño. Estas fichas fueron publicadas en la tercera de forros de cada fascículo de la Historia de los Cómics (Toutain Editor, 1982) y no han vuelto a ser reeditadas desde entonces. El © de los textos e imágenes pertenece a sus respectivos autores. Estas fichas se publican aquí con intención exclusivamente divulgativa y educativa.
viernes, junio 02, 2006
FIRMAS EN LA FERIA DEL LIBRO
Quién pudiera estar ahorita en Madrid, siempre desventrada como Bagdad, pero tan lindo rancho al fin y al cabo. Por muchas razones, voto a Bríos. Por ejemplo, por la Feria del Libro. Durante esta fin de semana continuarán las firmas de artistas y escritores. Mañana firmará Ángel de la Calle, autor de la imprescindible Modotti; de 12 a 14 horas, y por la tarde, atención, de 18 a 20 (en la invitación dice de 28 a 20 horas, pero esto sólo podría ser posible en la dimensión de El eternauta). El domingo también firmará Francisco Naranjo, un señor que en su bitácora Flora y Fauna nos habla entre otras cosas del clima para disimular que habla de la vida. De 19 a 20 horas. Ambos en la caseta de Sinsentido. Quién pudiera estar en Madrid hoy o mañana. Y con unos tanques de la Cervecería Alemana para poner a Dios por testigo de que la vida es breve, pero en determinados momentos no nos apena.
jueves, junio 01, 2006
ANIMAL TROPICAL
Hay autores que son como la copa de licor que te ofrecen después de la opípara comida. Lo que llaman en México "desempance": algo que sirve para aligerar la carga de manduca en el estómago. Pedro Juan Gutiérrez es un autor ideal para desempanzar entre otras lecturas más "serias" y recargadas, a veces pretenciosas. A mitad de camino del Ulises de Joyce (por dar sólo un ejemplo, un poco extremo) un libro de Pedro Juan cae como agua helada a media mañana de agosto después de jugar fútbol con los amigos.
Pedro Juan recuerda la herencia de Bukowski, que a su vez era la herencia de Henry Miller despojada de toda intelectualidad de tertulia de casa de putas. Miller, en sus ratos libres, pintaba cuadros con mayor cuidado del que Bukowski invertía en los poemas que escribía, supongo que en ratos libres, trasegando mucho vino y sin reflexionarlos demasiado ni retrabajarlos después (Dangling in the Tournefortia es un buen ejemplo de eso). Pedro Juan asegura que cuando comenzó a publicar en España y le mentaban a Bukowski, él no sabía quién era ese señor. Ya he comentado que Pedro Juan escribe de la Cuba jodida (o sea, Cuba), una Cuba donde todo el mundo piensa en follar y sobrevivir, y si puede sobrevivir follando, mejor. En la Trilogía sucia de la Habana está todo su mundo de Centro Habana: pobreza, inmundicia, olor a sudor y a cochambre, mucho sexo febril y muchas historias de jineteros y de jineteras. La no mención de la política ni del establishment político de Cuba enfatizan la situación política de Cuba porque da la impresión que en el submundo donde habita Pedro Juan no gobierna nadie, que todo él es jungla sin Tarzán ni Hombre Enmascarado. Más o menos como muchos barrios de la ciudad donde vivo, pero con la pasión y la gracia de los cubanos, que es la que también le pone Pedro Juan a sus cuentos y novelas.
En Animal tropical, el personaje Pedro Juan ya es un escritor reconocido en Europa y continúa viviendo en Centro Habana porque es su mundo, y sólo en él pude reconocerse. Como Miller, Pedro Juan es un autor marcado por la crucifixión rosada, pero con un sentido del pudor que le obliga a no exhibirse como lo que en el fondo es: un intelectual. Prefiere enfatizar el aspecto animal. Animal tropical es la historia de su relación con dos mujeres: la mulata Gloria de Centro Habana, carnal, apasionada, ingenua y salvaje, y Agneta, la sueca civilizada y racional con quien convive durante un tiempo en las tierras de Ingmar Bergman hasta que Pedro Juan no tiene más remedio que regresar a ese sexto continente que es Gloria, que es Cuba, que es América Latina. Pedro Juan Gutiérrez, además de ser un gran escritor, es un gran divertimento, una fabulosa lectura llena de pícaros que protagonizan unas historias más elaboradas de lo que a simple vista podría parecer. Muy sexosas, muy sudorosas y con frecuencia muy sucias. Una combinación perfecta para lo que se quiere contar, sobre todo cuando se cuenta así de bien.
En Animal tropical, el personaje Pedro Juan ya es un escritor reconocido en Europa y continúa viviendo en Centro Habana porque es su mundo, y sólo en él pude reconocerse. Como Miller, Pedro Juan es un autor marcado por la crucifixión rosada, pero con un sentido del pudor que le obliga a no exhibirse como lo que en el fondo es: un intelectual. Prefiere enfatizar el aspecto animal. Animal tropical es la historia de su relación con dos mujeres: la mulata Gloria de Centro Habana, carnal, apasionada, ingenua y salvaje, y Agneta, la sueca civilizada y racional con quien convive durante un tiempo en las tierras de Ingmar Bergman hasta que Pedro Juan no tiene más remedio que regresar a ese sexto continente que es Gloria, que es Cuba, que es América Latina. Pedro Juan Gutiérrez, además de ser un gran escritor, es un gran divertimento, una fabulosa lectura llena de pícaros que protagonizan unas historias más elaboradas de lo que a simple vista podría parecer. Muy sexosas, muy sudorosas y con frecuencia muy sucias. Una combinación perfecta para lo que se quiere contar, sobre todo cuando se cuenta así de bien.
Pedro Juan Gutiérrez, Animal tropical. Anagrama. Barcelona, 2002. [Compactos, 278]
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