Hace unos cuantos domingos, un ojo al gato y otro al garabato, leí dos mangas de terror mientras contemplaba la entrega de los premios Oscar (vaya tongo: el oscar a la mejor película extranjera se la merecía
El laberinto del fauno, aunque sólo fuera porque en cincuenta años de trayectoria, este premio nunca ha recaído en un film mexicano; ¿qué sería de Gringolandia sin sus queridos vecinos del Sur?). Hallábame yo tumbado a la bartola, digo, leyendo dos manguitas mientras me ensimismaba con los encantos recién descubiertos de
Jennifer Hudson (fallecida
Anna Nicole, la Hudson es mi nueva musa). Como les decía, entrenaba mi estrabismo con un ojo en cada cosa mientras leía dos mangas (siento que me repito últimamente, problema que en cualquier pobresor se agudiza con la edad). Uno era
El hombre cadáver, de
Hideshi Hino, mientras que el otro, imposibilitado para ser el mismo en un número de dos, era Falsas apariencias, obra de
Senno Knife.
De Hino había oído hablar y sentía cierta expectación por su lectura. Cineasta y mangaka de género terrorífico nacido en 1946, saltó a la fama tras el rodaje de
Guinea Pig: Flores de sangre, film que llegó a ser confundido con una snuff movie auténtica, por lo cual llegó a ser investigada por el FBI (si alguien tiene interés en verla, puede descargarla de Mulavisión; yo no tengo estómago para ello). Desde pequeño me ha gustado el género del terror, yo era un ferviente comprador de
Vampus, Vampirella, Dossier Negro y
Creepy. Hoy día el género ha dado todo de sí, y el gore no me interesa. Sólo de Japón parece venir un terror brutal y al mismo tiempo sutil que merece la pena explorar. Mi gran favorito, sin lugar a dudas, es el inquietante
Suehiro Maruo, autor que me estremece a cada lectura y a quien afecta de lleno la maldición de esta bitácora: es tanto lo que quiero escribir sobre él, que nunca me doy el tiempo de hacerlo. Volviendo a
El hombre cadáver, del famoso Hino, sólo puedo hacer constar mi decepción por esta obra. Un argumento interesante, pero tratado de manera simple (las desventuras de un cadáver putrefacto cuyo organismo se niega a morir hasta haberse despedido de sus seres queridos) y un dibujo que, en mi humilde y despreciable opinión, sólo merece el calificativo de ramplón y carente de toda chispa.
Viñeta de El demonio de las Navidades, por Senno Knife Más me agradó la obra de
Senno Knife, publicada también por
La Cúpula: cinco relatos protagonizados por adolescentes narrados con buen pulso y dibujados por Knife con bastante encanto (los tiernos e infantiles ojazos de las muchachitas contrastan con la brutalidad de la propuesta macabra). A pesar de ser un buen tebeo, tampoco llega a entusiasmar del todo. Mi favorita, sin duda, es la historia
El pabellón antiguo, buen relato de fantasmas en el estilo tradicional, aunque también
Dama negra y dama roja puede encontrarse entre los aciertos de este título, una historia donde se mezclan númerosos elementos tradicionales del género terrorífico y que podría haber dado mucho más juego desarrollada como historia larga. La versión terrorífica de la Cenicienta con que se cierra este volumen (
El demonio de las navidades) mezcla ingredientes de cuento popular decimonónico con una estética rabiosamente actual, lo que realza el valor de su propuesta. Con sus más y sus menos, y sin llegar en ningún momento a las elevadas cimas macabras y estéticas de un
Suehiro Maruo, el terror japonés tiene un cierto hálito poético que contrasta con la morbidez de sus tramas y personajes. Contraste interesante sin duda, por lo que yo tengo algo muy claro: conviene seguir buceando en el manga nipón en busca de nuevas sorpresas y gratos estremecimientos.