Cuando colgué la fichita Toutain dedicada a Enric Sió comentaba que una de sus historietas marcó mi infancia, y la marcó con verdadero terror. La historieta formaba parte de la serie “Mis miedos”, y se titulaba “Lisita”. Esta serie apareció en la revista Drácula, editada por Buru Lan a partir de 1971. Buru Lan, que a la sazón editaba en buen papel a color y tamaño grande a algunos de los clásicos americanos (Flash Gordon, The Phantom, Príncipe Valiente, Rip Kirby), quiso ir más allá al descubrir en España a los mejores autores españoles que en aquel tiempo dominaban el cómic adulto en mercados internacionales. Drácula fue la propuesta, excelente para su tiempo, de una revista autóctona con autores autóctonos: Esteban Maroto, Josep Maria Beá y Enric Sió, sobre todo. Las historias solían ser escritas por Luis Vigil y Luis Gasca. No duró mucho la valentía, quizá porque el precio, formato y color no favorecían aquella propuesta concreta. A partir de unos cuantos números, Drácula pasó a editar el 5 X Infinito de Maroto, y el Delta 99 de Víctor Mora y Carlos Giménez. De cualquier modo, los Rufus, Vampus y Vampirella, que publicaron material de los mismos en blanco y negro sobre papel barato, estaban a la vuelta de la esquina y duraron mucho tiempo. Uno de aquellos autores que triunfaba fuera de la España de dictadura muriente, fue Enric Sió.
No quiero hacer historia. Lo que yo quiero es colgar aquí esta historieta de Sió que durante muchos años me pareció absolutamente espeluznante, hasta el punto de que llegué a desarrollar un verdadero pánico por las estancias elevadas (áticos, desvanes, terrazas…). Hoy, curado de mi miedo gracias (como el buhonero Nepomuceno) al mucho tequila trasegado, puedo volver a mirar esta historieta de Sió y sentirme conmovido todavía. Creo que Sió siempre fue un autor en cierto modo terrorífico. Su dibujo impresionista, ejecutado con pincel y aparentemente con trazo muy veloz, tenía cierto aire de escenario incompleto, de escenografía abandonada y corroída por el tiempo. Además, le gustaba jugar con cierto sentimiento de opresión que conseguía (como en esta historieta, Lisita) al incidir mucho en los fondos negros y en los contornos apenas desarrollados de los personajes, como si no fuesen más que siluetas vacías, cáscaras sin alma, cuando no a presentarlos como si los cuerpos fuesen el negativo de la fotografía, dando la sensación de algo confuso y fantasmal. En esta historia en concreto, unos colores ocres y la ausencia de “calle” entre viñetas redundan en la sensación de sofoco y opresión. Los mensajes ominosos comienzan desde el principio de la historieta (con la vecina chismosa que comenta: “Esta niña, siempre en el desván… Desde luego, nuestros vecinos…”) y se intensifican en la página 2 (donde todos, todos los elementos visuales y textuales predicen una tragedia: el gato negro, la navaja, la retorcida escalera, la siniestra sala de estar de los padres, la canción…). Pues todo esto junto, orientado al clímax, conduce a un relato corto excelente, que explota todas las posibilidades del cómic para crear desasosiego y angustia. Enric Sió, un maestro más celebrado de boquilla en su tiempo que comprendido verdaderamente. Sus logros están hoy incluso en los tebeos más multitudinarios. ¿Para cuándo unos integrales de Enric Sio en Glénat? Con ustedes, Lisita, la historia completa. Clicar sobre las imágenes para ver a buen tamaño.