Los Soprano, vistos por Al Hirschfeld Hará cosa de un par de meses terminé de ver
Los Soprano. Ya llegué al final, ya vi el último episodio y ahora sufro síndrome de abstinencia. Necesito encontrar una nueva serie que me entretenga tanto como lo hizo la familia Soprano durante seis temporadas y, en lo personal, durante casi un año.
Acabada la serie, no puedo dejar de reconocer que David Chase, su creador, consiguió desarrollar una de las primeras grandes novelas del siglo XXI. Hay amigos que me han dicho: Vi el otro día un episodio de esa serie que te gusta tanto, y la verdad, qué quieres que te diga, está muy bien, pero lo tuyo me parece exagerado. Bueno, ellos tienen razón: Los Soprano no es de aquella clase de series en que veías un episodio al azar, te gustaba más o menos y ya está. Juzgar la serie por uno o dos episodios sueltos es como juzgar Crimen y castigo o Guerra y paz por un capítulo leído al azar. Los Soprano, como novelón que es, debe ser visto a conciencia, desde el primer episodio al último, y luego dejar reposar para que la serie crezca dentro de uno con todas sus implicaciones. Ahora mismo sólo aspiro a olvidarla cuanto antes para poder verla de nuevo lo más pronto posible. Cosa difícil, creo que tendré que esperar al menos una década. Advertencia: lo que sigue en cursiva puede contener spoilers.
No me hallo entre quienes se sienten irritados o decepcionados por el final de la serie, o al menos no desde el punto de vista formal y su polémico cierre. Antes al contrario, alabo la inteligencia de Chase: él parece saber que no hay nada mejor para aparentar ser “moderno” que copiar a los clásicos. Los Soprano termina como terminan el Satiricón de Petronio o los Anales de Tácito. Efecto magistral que intensifica todo lo anterior. Olé sus huevos. Viva la tradición, viva la reivindicación de los escribanos medievales. A lo mejor Los Soprano es esto: una gran obra transmitida desde la posteridad por copistas de una Edad Media futura que nos devuelven por la máquina del tiempo una mirada sobre nuestra propia época. Lo que me molestó fue que toda la temporada final, o más en concreto Los Episodios Finales, tuviese ese hálito moral que hasta entonces no había tenido la serie. A lo largo de cinco temporadas hemos convivido con unos personajes que son sociópatas, les hemos visto cometer muchos actos reprobables, algunos de ellos indignos de todo perdón. Hasta entonces la serie no los juzgaba, sólo nuestras propias conciencias. Los episodios finales incurren de puntillas en una moralidad poco grata para mi gusto. No porque juzguen desde el guión a tal o cual personaje, sino porque el desenlace de sus vidas emite en sí mismo un juicio moral sobre las mismas, al presentarnos ese desenlace y no otro. Esto es lo que me toca los cojones, señor Chase. Una cuestión estructural y no de formas. Fin de los espóilers.
Y bueno, pues mientras sufro mi síndrome de abstinecia de sopraína, me entretengo con parches sopranos para vencer la ansiedad de la pérdida suprema. En concreto, he leído dos libros. El primero de ellos es un volumen que recopila cinco guiones seleccionados de las tres primeras temporadas:
The Sopranos. Selected Scripts From Three Seasons. Se trata de los Final Shooting Scripts, es decir: las versiones definitivas (y comprobamos que después de descartar varios borradores o versiones previas) de cinco de los capítulos más recordados de la serie:
Pilot (o sea, el primer episodio o Piloto, aquel donde todo empezó con una bandada de patos);
College (donde el bueno de Tony, mientras acompaña a su hija Meadow a elegir universidad, saca un tiempecito para desaburrirse y asesinar a un ex integrante de la familia que fue soplón para la policía);
The Happy Wanderer (cuando hay deudas de por medio, no hay amistad ni familia que valga);
The Knight in White Satin Armor (donde aprendemos cuáles pueden ser las consecuencias de la violencia doméstica); y, por último, el genial
Pine Barrens, verdadero ejemplo de guión cinematográfico. Paulie y Christopher perdidos en mitad de un bosque nevado intentando cazar a un ruso que, posiblemente, les está dando caza a ellos.
La primera lección es comprobar,
avant la lettre, cómo la elevadísima calidad de esta serie dimanaba sobre todo de dos factores nada aleatorios y pocas veces conseguidos: unos guiones bien construidos, sólidos pero ligeros, y una perfecta elección de actores. Principalmente lo primero, ya que la lectura de estos scripts arrojan un talento para dibujar personajes por medio exclusivamente del ritmo y los diálogos obviando la mayor parte de descripciones. Olvidémonos de los guiones de la vieja escuela de Hollywood, donde el escritor explicaba hasta el más mínimo plano o movimiento de cámara (y yo siempre me pregunté: ¿era esto competencia del escritor?). En estos guiones hay básicamente diálogos y ritmo en estado puro. El volumen trae un clarificador prólogo de David Chase acerca de cuáles eran los métodos de trabajo de escritura de la serie, ejecutados por los guionistas que seguían las directrices de Chase (
he was the Master Puppet) y estaban sujetos a múltiples revisiones y procesos de reescritura.
El otro libro ha sido
The Sopranos. The Complete Book, firmado por
Brett Martin. Se trata del típico libro-objeto para fetichistas. Poca información nueva, muchas evocaciones de importantes momentos de la serie, testimonios de los actores acerca de sus personajes (más bien intrascendentes, para qué nos vamos a engañar), muchas fotos a gran tamaño y reproducción óptima entre las cuales destacan las formidables que hizo
Annie Leibovitz para cada temporada que aquí vienen reproducidas con toda majestuosidad, algunas en páginas desplegables). Sin lugar a dudas lo mejor del libro es un Índice de Personajes y una sinopsis detallada de cada episodio de las seis temporadas. Es un libro oficial de la serie, con todo lo bueno y más bien todo lo malo que eso quiere decir cuando hablamos de páginas web oficiales, libros oficiales y toda esta faramalla concebida (conste que lo digo sin rubor) para sacarle la pasta a los frikis. Editado por Time Inc. (la editorial de la misma HBO), también incluye una entrevista con David Chase, donde éste reflexiona sobre la serie y su repercusión mediática, sobre todo en lo que concierne a los capítulos finales.
Los Soprano ya son historia. Es tiempo, como los patos que inauguraron este culebrón familiar, de volar hacia otros parajes catódicos. Una saga formidable que rebasa las proporciones de la saga mafiosa por excelencia, El Padrino, y supo cómo convertirse en algo más que una serie de televisión y un entretenimiento semanal: toda una reflexión sobre la moral contemporánea.