Uno de los más grandes descubrimientos de mis últimos años ha sido la obra de Suehiro Maruo. Comencé comprando, más bien al azar y atraído por sus dibujos, La sonrisa del vampiro (Glénat, 2002) y a partir de entonces no he podido parar hasta conseguir toda su obra publicada en España, y toda por la misma Editorial Glénat. Recuerdo que esperé con ansias la aparición del segundo tomo de La sonrisa… No llegó hasta 2004. Suehiro es uno de los grandes poetas del manga con que hoy cuenta Japón, aunque si alguien no especialista en manga que vive fuera de Japón (como yo) hace esta afirmación puede ser fácilmente rebatible. Sin embargo, lo asevero. La persistencia con que el cómic japonés ha entrado en Occidente nos ha descubierto paulatinamente un buen puñado de grandes maestros desconocidos. Hablar hoy día de Otomo, Taniguchi o Tezuka es fácil, pero, ¿cuántos grandes maestros no permanecen todavía en la sombra de nuestro desconocimiento?
Desconozco la razón por la cual mi capacidad de asombro se ha reducido con los años al leer cómics. En cambio, esa capacidad de asombro se regenera cuando cae en mis manos un manga de los que aciertan con los gustos de mi paladar. Es delicioso sumergirse en la lectura de 250, 500 o 1000 páginas de arte en estado puro, pero también de narrativa en estado puro, algo que tiende a olvidarse hoy en Occidente, donde se producen demasiados cómics más parecidos al libro de arte que a la novela: rebosantes de imágenes extraordinarias, sus relatos y diálogos minimalistas no pueden saciar una enorme sed de historias con una lectura de quince minutos.
El último Maruo publicado en España es La extraña historia de la isla Panorama. Se basa en una novela de Ranpo Edogawa, un nombre que cada vez dice más a muchos. Edogawa Ranpo (primero apellido y luego nombre, como es habitual en Japón) es la transcripción japonesa del nombre Edgar Allan Poe. Su usuario, llamado realmente Hirai Taro (1894-1965) está considerado como uno de los padres de la novela policiaca japonesa, la cual cultivó profusamente durante toda su vida. Admirador de Conan Doyle, Maurice Leblanc y, por supuesto, Allan Poe, muchos de sus argumentos han llegado a nosotros más bien por la vía de sus adaptaciones fílmicas. Y ahora tebeísticas, con la isla Panorama.
Se trataba de un proyecto largamente acariciado por Maruo, a tenor de sus declaraciones a una televisora catalana: Ahora estoy muy volcado en un proyecto que quería desarrollar hace muchos años. Se trata de la adaptación al cómic de una novela japonesa de principios del Siglo XX. Trata de la historia de un hombre muy rico que crea una utopía en una isla. Este trabajo lo tuve que retrasar durante más de diez años, pero lo he podido retomar porque hay mucha gente que pide que lo haga.
El resto de la entrevista puede leerse en esta página.
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Efectivamente, a pesar se la adaptación de una novela de Ranpo, se trata de un proyecto de enorme personalidad donde Maruo ha volcado su mejor hacer como artista del manga. Sin embargo, hay una fisura enorme entre su obra anterior y ésta. La trama novelesca sienta estupendamente bien a Maruo, pero en Isla Panorama no encontramos al artista de historias perversas y atormentadas que hierven en una sexualidad retorcida, frenética y morbosa, sino a un artista maduro, alejado de sus traumas y siniestras pulsiones, para convertirse en un adaptador pulcro y exquisito de obra ajena. Estamos ante un cómic de más de 270 páginas que cuenta la historia de un novelista fracasado que suplanta a un viejo amigo de juventud recién fallecido para heredar su inmensa fortuna y poder cumplir el sueño de crear una isla que sea, al mismo tiempo, jardín de las delicias y también infierno del placer y la felicidad.
La novela de Ranpo parte del planteamiento folletinesco de la suplantación de personalidades, que hoy podríamos juzgar totalmente inverosímil, para una vez superado ese escollo llevar a cabo un trabajo de introspección sobre los peligros de alcanzar los más hondos y anhelados sueños. Ahí es donde Maruo brilla gráficamente y como narrador, aunque sea decantándose enormemente por homenajear muchas de sus grandes influencias pictóricas occidentales y alejarse por una vez del surrealismo y el expresionismo más nihilista, escatológico y torturado que habían sido características habituales de su obra precedente, llena de dolor y horror a manos llenas. Porque La extraña historia de la Isla Panorama es a Maruo, mutatis mutandis, lo que Dune fue a David Lynch. Y es que este cómic no inspira terror ni asco, sentimientos muy viscerales que generalmente suele provocar en mí la obra de Suehiro Maruo a la par que la emoción que produce contemplar una honda belleza plástica. Queda esa misma belleza de sus dibujos, tan delectables como siempre, pero bajo ninguna circunstancia tan perturbadores como en sus anteriores obras. ¿Se ha aburguesado también Suehiro Maruo? ¿Es nuestro destino reblandecernos con los años?