La última vez que vi a Liz fue, precisamente, este pasado domingo. La última película que he visto fue ¿Quién teme a Virgina Woolf?, de Mike Nichols (1966), que co-estelarizó con Richard Burton (en la foto de abajo), ese grandísimo actor galés medio loco con quien se casó dos veces , de quien se divorció dos veces, y con quien tuvo una relación turbulenta y apasionada como pocas. Dos seres del crepúsculo. O sea, de cuando los hombres eran hombres desde muy pronto, y las mujeres eran mujeres. No como ahora en que unos Estados políticamente correctos insisten en tratarnos como si fuéramos niños eternos, o sea, como a retrasados mentales. En Virginia Woolf esta actriz superdotada sigue rompiendo la pantalla y nos proporciona uno de las más enjundiosas actuaciones de la década de los 60, por la que ganó un Oscar (que es lo de menos, pero ahí queda el dato). Me gusta sobre todo en esa etapa, entrando en una gloriosa madurez y con unos kilos de más. Y la primera vez que la vi, no la recuerdo, pero sí recuerdo la primera vez que me impresionó en mi tierna adolescencia: era la Maggie de Una gata sobre el tejado de zinc (Richard Brooks, 1958). La foto que he colocado arriba es de aquella película, donde también desplegaba una sexualidad y un erotismo desbordante. Empezó en el cine a los doce años. Ahora el telón ha caído sobre ella para siempre.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
5 comentarios:
Estoy muy triste. Un poco o un mucho de mi también murió.
La vida sigue, Urd. Un día también nos iremos nosotros, y nadie hablará de nuestros ojos de color violeta.
Saludotes.
Tal vez no hablarán de tus ojos, aunque los tienes muy bonitos y son color canela, pero sí de ti, de tu gran capacidad como maestro y de lo mucho que has dado a los estudiantes universitarios mexicanos.
Creo que a los pobres estudiantes mexicanos les he dado muchas agruras estomacales y dolores de cabeza. Y usted no sabe porque no ha sido mi estudiante. Todos saben que soy temible, despótico y cruel como antes no ha existido nadie. Y así me gusta ser.
Yo, como alumna puedo confirmar la crueldad. Latín fue una pesadilla.
Publicar un comentario