En esta ocasión, el romanticismo tradicional, donde el sentimiento tormentoso de los amantes coincide con la misma expresión de la naturaleza, finaliza en broma.
viernes, mayo 20, 2011
jueves, mayo 19, 2011
JEFF JONES (1944-2010)
La mala noticia del día fue la muerte de Jeff Jones, uno de los grandes ilustradores del cómic de los años 70. Jones, que también dibujó historieta, fue poco a poco distanciándose del medio hasta desaparecer del mismo y convertirse, por méritos propios, en una de las grandes leyendas ausentes. Dueño de un estilo visionario y sensual, con un gran dominio de las técnicas pictóricas y del cuerpo femenino, Jones cambió de sexo a mediados de los años 90. Después, víctima de una profunda crisis nerviosa, en 2002 ingresó en un psiquiátrico y perdió todas sus pertenencias, muchas de ellas (originales, pinturas, memorabilia, ediciones originales...) malvendidas para poder costearse el tratamientos médico. En esta foto podemos verle/verla en una foto de 2004.
En lo personal debo decir que durante mi adolescencia fui fan incondicional del arte de Jones, y que sentí enorme predilección por sus mujeres, muy inspiradas en el arte de Frazzetta pero con un enorme estilo propio que las hacía distintas, y mucho más personales. Sus exploraciones humorísticas y psicodélicas en el inconsciente erótico me agradaban mucho. Si bien como artista del cómic nunca destacó por sus elevadas virtudes narrativas (era sobre todo un genial y seductor pintor de poderosa influencia prerrafaelita), recuerdo con mucho cariño estas páginas que reproduzco aquí y que en su día fueron publicadas en el Totem Especial USA número 1 (1977). Clicar para ver a buen tamaño. Forman parte, sin duda alguna, de mi educación sentimental. Descanse en paz.
miércoles, mayo 18, 2011
BUCK ROGERS: BRINCO AL SIGLO XXV
Marcha bien la reedición que Hermes Press está llevando a cabo de Buck Rogers en el siglo XXV y que hoy está siendo recuperada en buenas condiciones por esta editorial. Poco a poco, Estados Unidos se pone al día con sus propios clásicos de la historieta. Con los grandes, quiero decir, porque después debería tocarle a los clásicos menores, esos de los que nadie habla y que tampoco están tan mal a juzgar por lo que uno va encontrando por la Red. Por cierto: cliquen sobre las imágenes para ver a buen tamaño (sobre todo las estrechitas como ésta que sigue).
Buck Rogers fue creada por Philip Nowlan a petición de John Flint Dille, quien dirigía un sindicato de cómics en Chicago. Se trataba de adaptar un relato suyo titulado Armagedon 2419 A.D. y que había sido publicado en la legendaria mater matrona de la ciencia-ficción: Amazing Stories. Hubo algunos cambios en la traslación. El protagonista pasó, por ejemplo, del aséptico nombre de Anthony Rogers al más dinámico de “Buck” Rogers (pretendían aprovecharse del tirón que tenían las películas del cowboy Buck Jones). Como responsable de la parte artística, encontraron a Dick Calkins, quien durante los primeros meses firmaba las tiras como Lt. (teniente) Dick Calkins, pues había servido durante la I Guerra Mundial en el United States Air Service. Nunca viajó a ultramar, pero desde entonces no dejó de presumir aquel grado militar.
Buck Rogers fue la primera space-opera de la historia. Antes del pulp Amazing Stories y de Buck Rogers, la ciencia-ficción había permanecido en estado larvario, con influencias de H.G. Wells, Julio Verne y otros precursores notables que, desde el Romanticismo y antes, habían esbozado un género que se definiría en las primeras décadas del siglo XX en Estados Unidos. Buck Rogers, aparecida el 7 de enero de 1929 (el mismo día que apareció el primer Tarzán de Foster, que pueden descargar desde aquí) nis cuenta cómo fue que Buck, después de dormir durante 500 años, despierta en un siglo XXV muy cambiado: Estados Unidos ha sido dominada por los Mongoles Rojos y los gringos de pura cepa habitan como salvajes en las selvas. Ni qué decir tiene que Buck, con su acendrado carácter de chicarrón del siglo XX, volverá a poner las cosas como Diosito manda. Como puede verse, la ingenuidad de los planteamientos apuntan precisamente a una space-opera de carácter balbuceante, una proyección hacia el futuro de las neurosis de su tiempo a medio camino entre la comedia, la aventura y la fantasía escapista al estilo de los seriales radiofónicos y cinematográficos de la época.
Hoy día la lectura de Buck Rogers es dura. Los guiones son demasiado ingenuos, pero no siempre son encantadores, y el dibujo del teniente Calkins ha sido criticado a lo largo de las décadas con floridos y desdeñosos adjetivos que yo no repetiré. Desde luego, Calkins no era un maestro de la pluma y del pincel, y quizá la ausencia de pretensiones de su arte se deba a la pretendida fugacidad del experimento que debería haber sido Buck Rogers. Insisto en que fue la primera serie de SF de la historia, pero tuvo un enorme tirón popular en los periódicos donde se publicaba y pronto hubo reacciones al respecto. No tardarían en aparecer otras obras que supondrían una progresión notable en la space-opera del cómic de prensa de aquel entonces, como Flash Gordon o Brick Bradford. La SF comenzó a evolucionar hacia un desarrollo más complejo, más estético.
El gran valor de Buck Rogers consiste en distintos elementos. En primer lugar, en su valor de obra seminal, pues sus influencias se notan en distintos artistas de diversos ámbitos. Desde un enamorado Ray Bradbury (que afirmó “Buck Rogers soy yo”) hasta la influencia que tendría en el mismo pulp y en el mismo cómic. No es difícil advertir influencias de Calkins en artistas como Basil Wolverton o el hoy tan reivindicado (para mí, incomprensiblemente) Fletcher Hanks. Esto convertiría a Calkins en una especie de “paleopadre” del undeground americano, y a su estilo (el llamado charlestón: un realismo que no quiere ser realista) en uno de esos estilos gráficos que con el tiempo tuvo aprovechamientos múltiples y se diversificó garantizando una gloria que nadie podía prever. Digamos que Calkins supo sacar provecho de sus limitaciones.
Pero Calkins también debió rodearse de un equipo formidable, porque la lectura del primer volumen de Hermes Press arroja el resultado de unos comienzos muy precarios desde el punto de vista estético que evolucionan hacia cierto preciosismo muy encantador. Se sabe que las dominicales eran mucho mejores porque en ellas colaboraba el gran Russell Keaton. Buck Rogers es una especie de teatro de marionetas espacial, es space-opera tanto como space-gignol, y en cierto modo se adelanta a aquellas entrañables series de Gerry Anderson como Thunderbirds. Algunas naves espaciales parecen pepinos y otras carrozas del Entierro de la Sardina. Toda la serie goza de una especie de alegría agrícola-festiva que la relaciona de manera galáctica con ciertos rituales primitivos prehistóricos. En cierto modo, Buck Rogers es un perfecto resumen de la prehistoria de la ciencia-ficción y su alegría, su goce, radican mucho más en las fantasías espaciales de George Meliés que en todo lo que vino después. Como primer capítulo de la ciencia-ficción en los cómics, hoy su frescura sigue siendo imperfecta y entrañable como la de los pioneros.
Los guiones de Nowlan se ajustan a la perfección a los dibujos de Calkins, y los unos realzan a los otros. Calkins y Nowlan fueron algo así como los aventureros Simplicíssimus de la travesía espacial, de la aventura entre las estrellas. No existe esa fisura que advertimos en Flash Gordon entre las majestuosas viñetas de Raymond y los rutinarios, meramente entretenidos y de compromiso, guiones de Don Moore. Si bien en Flash Gordon advertimos una cierta fisura gráfica con el presente de su tiempo, no la hay tanto en Buck Rogers. En esta serie vemos a tipos de los años 30 vestidos de aventureros del siglo XXV, y en ningún momento tenemos la sensación de no estar asistiendo a una especie de inmensa y duradera fiesta de disfraces donde las modas y las costumbres de los años 30 son representadas filtradas por cierto aire de comedia hollywoodense de su tiempo. Brindo por todo ello. El resultado es hoy estridente, pero no por ello menos valioso.
Ha habido muchas versiones cinematográficas de Buck Rogers. En los 80 tuvo bastante éxito cierta serie de televisión basada en aquellas viejas aventuras. También hoy se está rodando una nueva versión cinematográfica en 3-D, la nueva gallina de los huevos de oro. Tengo mis dudas al respecto de un nuevo Buck Rogers, y no creo que funcione. Es verdad que alguien debería llevar Buck Rogers al cine, pero no al estilo ampuloso de Star Wars. Me gustaría que los peinados siguieran siendo retro y que las naves espaciales parecieran pepinos. Que todos llevasen en la cabeza los mismos gorros de baño convertidos en casquete especial. Que todo fuera retro, pasado de moda, estridente. Sólo de esa forma puede conservarse su encanto. Tim Burton podría filmar un Buck Rogers inmejorable, pero qué pena que el viejo Buck no sea lo suficientemente oscuro para el tío Burton.
martes, mayo 17, 2011
PRESENTACIÓN DE VIVA LA VIDA
El jueves Edmond Baudoin (sin Troub´s) presenta su libro Viva la vida y concluye su gira por México. Más datos, en el volante que les adjunto. Cordialmente invitados. La crónica de la gestación y desarrollo de esta obra, clicando aquí.
sábado, mayo 14, 2011
LORCA
Ya no queda ninguna de las almenas del castillo de Lorca, que ustedes pueden ver sobre estas líneas. Su primer inquilino fue Alfonso X el Sabio. Sabemos que el tiempo pasa, que nada queda. Lo han dicho y escrito muchos. Machado, por ejemplo. Serrat lo cantó. A pesar de la obviedad, no nos acostumbramos a ella. Duele ver la destrucción, pero más duele ver el dolor humano que conlleva. Lorca es un pedazo de mi tierra chica. Es la tercera ciudad de la comunidad autónoma de Murcia. Una lindísima ciudad por la que me gusta pasear. En mis tiempos teatristas, llegué a actuar varias veces en su bonito teatro: el Teatro Guerra. Me encanta comer en un restaurante al que necesito regresar de vez en cuando: El Rincón de los Valientes (no, no hay que ser valiente para comer en él; hay que ser valiente para permanecer mucho tiempo alejado de sus hogareños y perfumados pucheros). Lorca es una ciudad pequeña, con ese encanto de pueblo grande que no se le quita ni se le va a quitar. Es una ciudad de murcianismo sereno, soleado y cautivador, indolente y contemplativo como sólo puede serlo un murciano de pura cepa. Como yo mismo. He caminado muchas veces por Lorca y es una ciudad que quiero. Me duele verla ahora derrumbada y alborotada, pero sé que se levantará de sus cimientos para que volvamos a quererla linda y entrañable como ella es. En Lorca vi a Bob Dylan por primera vez. En Lorca ha sido la única vez que me he sentido más cerca de eso que algunos llaman Dios, la gloria y el cielo. Fue en su plaza de toros. Sobre el escenario al aire libre, bajo el magisterio de las estrellas, estaba la orquesta de RTVE. La dirigía Ennio Morricone y los músicos interpretaban legendarios temas del compositor como El bueno, el feo y el malo o Érase una vez en América. Al final, el propio Morricone interpretó al piano el tema principal de Cinema Paradiso. Yo estaba con un whisky en una mano y un cigarrillo en la otra. Nunca me he sentido más dichoso. Ahora me duele Lorca.
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