El pasado domingo vi la retransmisión de los Oscar. Desde mayo de 2012 no me ponía delante de la tele. Hacía más de una década que no veía una retransmisión de estos premios. Me gustó el premio al mejor actor para Daniel Day-Lewis por su impagable composición de Lincoln. Es una interpretación que nace de las entrañas, o eso parece: demuestra una técnica actoral prodigiosa. Superior a la de Henry Fonda y Raymond Massey en el mismo papel, lo que ya es decir palabras mayores. Day-Lewis evocó a su madre en la premiación, pero no citó a su padre, el laureado poeta inglés Cecil Day-Lewis quien, además, firmaba novelas policiacas bajo seudónimo: Nicholas Blake. Un gran clásico de este poeta metido a criminolerías es "La bestia debe morir", sobre un escritor que decide vengar la muerte de su hijo, arrollado por un auto que se da a la fuga. Yo la leí cuando la publicó Bruguera en la colección Club del Misterio, a la que yo llamo Las Santas Escrituras. Queda aquí esta hoja seca dedicada al padre de la hoja fresca. La portada fue de Isidre Monés. El dibujito de abajo es del autor que ilustró aquel número siguiendo el estilo de la Biblioteca Oro de Molino: el gran Julio Vivas.
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