De nuevo uno de esos casos de cineastas amados y aborrecidos por muchos cinéfilos y mortales: Woody Allen. Quizá sea la última máscara cómica del cine norteamericano, heredero de Groucho Marx y Bob Hope cruzado con Bergman, Fellini y un toque de intelectualidad neoyorkina. Más allá de sus grandes clásicos, como Annie Hall (1977) o Manhattan (1979), Allen es un artista singular que trabaja infatigablemente y tiene película nueva cada nueve meses. Lejos de ser una momia que malvive rodando como puede, éxitos mundiales como Match Point (2005), Medianoche en París (2011) o Blue Jasmine (2013) lo mantienen en la cresta de la ola como uno de los más sagaces, divertidos, reflexivos y brillantes directores contemporáneos del cinematógrafo. Esta noche, en Cinemático, comentamos tres de sus grandes films: Annie Hall, Manhattan y Delitos y faltas. Prosit!
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