A medida que pasan los días y recupero ciertas costumbres cotidianas se hace más grande la brecha entre esta bitácora y yo. Es tiempo de invertir esa viciada mecánica que responde a obligaciones de vida. Como ya les dije, anduve demudado y de mudanza, que no es moco de pavo, ni aunque se trate de Wild Turkey. Instalado por fin en la casa nueva, acomodada cada aguja en su muñeca de vudú, me siento en mi sillón favorito y reflexiono en que ya va siendo hora de volver a inflar blogos cual yo solía. Algo así debió de pasarle también a Ray Milland en Días sin huella, puesto que, aunque ustedes no lo crean, andaba yo sentado en mi sillón con la misma cara que aquí, y háganse cuenta que el estado actual de mi estudio es como en la foto.
Además de la mudanza, otras actividades se me cruzaron en el camino que debí atender como Júpiter manda. En primer lugar, llegó el IV Festival Internacional Chihuahua, que entre sus múltiples acontecimientos volvió a albergar el encuentro internacional Literatura en el Bravo, entre el 4 y 7 de septiembre. En esta ocasión se llevó a cabo un homenaje al veterano poeta mexicano Eduardo Lizalde. Corrió a mi cargo la presentación de un par de mesas: la primera, el 5 de septiembre, conformada por los poetas Juan Manuel Roca (Colombia), Einar Mar Gudmundsson (Islandia), Sinan Antón (Irak) y Gloria Gervitz (México). El escritor mexicano Enrique Servín fue el traductor de los poemas de Gudmunsson y Antón. Resultó un delicioso recital de voces e idiomas. Gudmundsson, representante de la patria de Snorri Sturlusson, nos sorprendió con su poesia resonante y de dicción bravía que evoca sonoros cantos épicos como el de la Saga de Egil Skalagrimssom.
Durante la clausura, volví a hacerme cargo, por segunda vez, de una mesa dedicada a Sinaloa y su literatura. En este caso, moderar una lectura y presentación de escritores como Juan José Rodríguez (autor de la impagable Asesinato en una lavandería china), Élmer Mendoza (ganador del último premio Tusquets con Balas de plata) o Agustina Valenzuela (Toco el violín para olvidar que soy mujer). En Mendoza y Rodríguez la novela negra tiene a autores destacados dentro de México. Fue un placer volver a encontrarme con estos dos escritores (y Rodríguez me sorprendió al conocer la existencia de esta bitácora; va desde aquí un saludo para él) y un gusto presentar por primera vez en Juárez a Agustina Valenzuela. Va por ellos. El encuentro fue, como siempre, un gusto por volver a convivir, conbeber y concomer con escritores y amigos con la literatura como principio y fin.
Y luego llegó mi partida durante una semana al Deefe, para participar con ponencia o comunicacion en el II Congreso Internacional de Estudios Clásicos en México, donde volví a abordar por tercera (y última vez) el tema del Hades griego en la obra Perséfone, de Homero Aridjis. Tuve el inmenso placer, durante el último día del Congreso, de escuchar a don Antonio López Eire, helenista de pro que nos deleitó durante casi una hora con una conferencia magistral sobre las poéticas y su consideración a la luz de la modernidad. Una conferencia rabiosamente divertida, capaz de sembrar la inteligencia por medio de la carcajada y el ánimo distendido, carente de toda esa tiesa solemnidad de la que, por lo general, andamos sobrados quienes vivimos de/para los griegos y latines. Este agradabilísimo sabor de boca no tardaría más que unos pocos días en convertirse en tragedia, pues don Antonio falleció en un accidente de tráfico en Salamanca poco antes de iniciar sus clases en España, con el nuevo curso. Sobre la trayectoria de don Antonio podrán leer aquí una semblanza, y aquí otra más emotiva y personal. Descanse en paz.
Y al día siguiente, tras mi regreso, la mudanza de todos los muebles y enseres queridos. La pequeña vida encajuelada. Como comprenderán, no podía dejar que Doña Maquila se hiciera cargo de todas las obligaciones de una transmigración de tebeos, tomos y tiliches mientras yo blogueo como un miserable. Fue mejor, por la mudanza y demás razones, hacer un alto en el camino y encargárselo al bueno de Red Dust, que para ello están los colegas. de toda la vida. Que me vino tan bien que casi no regreso a esta bitácora. Descubrí que sólo hay una cosa que me guste más que escribir en este blog, y esa cosa es no escribir en él. Ahora queda acomodar libros, comprar algunos muebles, hacerse a las nuevas paredes, y seguir la vida a ritmo de cuerno de chivo. Vida que, además, a partir de cuanto vomitan a cada momento los medios de desinformación, se nos complica cada vez más con la maldita crisis financiera sobre la cual poco comprendo. Mucho agradeceré a vuesas mercedes, si capiscan mejor que yo la situación, se sirvan de ilustrarme en estos berenjenales de sabiduría económica y ecuménica de la que yo, pobre de mí, nada sé pero pronto sufriré las consecuencias. Es posible que en la misma situación estemos casi todos, menos los de siempre.
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