viernes, junio 27, 2008

SIMENON: MAIGRET Y LAS BUENAS PERSONAS

Ya hace años que Doña Maquila y yo cruzamos el charco leyendo una novela del comisario Maigret, una cualquiera de las casi 80 que escribió Georges Simenon. Simenon fue un autor tan productivo que escribió cerca de doscientas novelas reconocidas (y aproximadamente un centenar con distintos y olvidados seudónimos, antes de su primer Maigret). Escribía una por semana, y después pasaba el resto del mes entretenido en ejercicios gimnásticos de entrepierna. Fue, en otro orden, algo así como el Lope de Vega de la novela policiaca. Escribió maigrets y non-maigrets. Fama y fortuna le concedió en vida el maravilloso comisario Maigret. Hoy, en reedición permanente la colección de Maigret, se editan en ediciones caras, y como si fuesen nuevas, las novelas sin Maigret. En conclusión: Simenon escribió tanto, y produjo tanta literatura de calidad, que produjo literatura para dos vidas: una, la que bien vivió gracias a Maigret; una segunda, la que viven ahora sus novelas que son descubiertas (o redescubiertas) con el entusiasmo y la estupefacción de quien se aproxima a la mejor nouvelle, ésa de la que Simenon ya fue maestro cuando vivía en la vida de los vivos, y no sólo en su memoria.

Ahora que Doña Maquila no me acompañó en este viaje (se quedó maquilando historias de maquila en su maquiladora), me llevé una de las que la Doña ya había leído: Maigret y las buenas personas, publicada en 1961 con el título de Maigret et les braves gens, que fue traducida al inglés con el título un poco aguafiestas de The Black Sheep. En Maigret y las buenas personas, Simenon nos introduce en la vida de la familia Josselin, cuyo cabeza de familia, el honrado y bondadoso propietario jubilado de una fábrica de cajas de cartón llamado René Josselin, aparece una noche asesinado de dos balazos en el pecho. Si bien todas los indicios parecen acusar al yerno, el joven doctor Paul Fabre, Simenon aprovecha la excusa del crimen para contarnos la vie cotidiénne de una familia pequeñoburguesa a quienes todos consideran buenas personas sin enemigos. La pluma siempre grácil y correcta de Simenon no desvelará en esta ocasión ningún entramado de hipocresías ni de escandalosas pasiones subterráneas; así pues, Simenon no desmentirá para nuestro morbo el título de su novela, pero sí incidirá en el poder que la fatalidad puede tener en el destino humano, y nos obligará a reflexionar sobre cómo la bondad y el miedo a la mácula social que a veces la acompaña pueden convertirse en vehículo de la tragedia.

Estatua de Simenon en Lieja, su patria natal

Sin parecerme, en lo personal, una de las mejores novelas de Maigret, Simenon incide en su fórmula característica que tanto hace mis delicias: un asesinato cometido entre representantes de las clases más características de París, casi siempre alejado de las esferas aristocráticas, deja al descubierto una tragedia humana que Simenon revela al final permitiendo hablar a uno de sus personajes. Las novelas de Maigret son muchas veces tragedias deconstruidas que sólo afloran en el tercer acto de su puesta en escena. No es tan importante un asesinato en sus novelas como la historia, muchas veces hondamente conmovedora, que se encuentra en el origen del mismo; no es tan importante saber quién mató a quién, sino por qué, y ya puestos, no sólo por qué, sino por cuáles causas de vida un hombre, una mujer, se ven empujados a empuñar un arma homicida y segar una vida humana. Desde este punto de vista, las novelas policiacas protagonizadas por Maigret funcionan como novela social disfrazada de estructura de whodunnit. Se trata de esta capacidad para conmovernos lo que hace de Simenon un clásico del siglo XX capaz de proyectarse, como ya lo está haciendo, sobre nuevos tiempos y nuevas formas de vida en este siglo XXI.

viernes, junio 20, 2008

QUÉ BIEN QUE VINE PARA DECIRLES QUE ME VOY

Así me he quedado después de este largo y duro semestre. Pero la sonrisa no es de oquis. Mañana cruzo las turquesas cortinas. A mediados de la semana que viene, más o menos, volveré a pasearme por estos pagos. Mientras tanto, me tomaré unas cervezas a su salud por las callejuelas de Madrid y unos jumillazos espesos por las tabernas de Murcia. Ya les contaré lo que leí en el avión. Hasta dentro de unos días.

martes, junio 17, 2008

ADIÓS A CYD CHARISSE

Acaba de trascender el fallecimiento de Cyd Charisse, dueña que lo fue de las más hermosas piernas de la historia del musical hollywoodense. En la estela de las mujeres de bandera que se pusieron tan de moda en los años 50, no tan bella como Ava Gardner pero en su misma estela de mujerona de rompe y rasga, Cyd Charisse fue sobre todo un gran bailarina. Ella aparece en mis musicales favoritos: en Singin´ in the Rain, Melodías de Broadway 1955 (bobo título para The Band Wagon, de Vincente Minnelli) y sobre todo en Brigadoon, una de las fantasías de amor más conmovedoras de la historia del cine y uno de los musicales más rotundos y perfectos. Mañana la recordaré, por enésima vez, contemplando The Band Wagon y deleitándome con aquella escena que co-protagonizaba con Fred Astaire inspirada en toda la tradición del cine negro. Hoy el cine musical muere un poco más con la muerte de Cyd Charisse. Con ustedes, Cyd Charisse y Fred Astaire.


jueves, junio 12, 2008

LA NOVELA PASIONAL: CARNE DE TRAGEDIA

arne de tragedia ha sido mi última Novelita Pasional. Se trata de la número nueve, está escrita por el también desconocido Pedro Morante y su subtítulo (Novela de hetairas y rufianes) promete suculentas arrabalerías. Morante nos introduce en el lumpen cañí de pendones y apaches del Madrid de los años 20, lenones y odaliscas que se mueven veloces como ratas entre los claroscuros de una capital descrita con impresionismo. Morante nos cuenta la historia de la Patro, quien, enamorada con locura del chulo Paco Millán, asesina a su rival y emigra a Francia, donde se convierte en golosina de importación y motivo de reyertas. Es una novela que se basa en el gusto por un lenguaje castizo, relamido y juguetón, que incide con humor estridente en lo exagerado de las situaciones. Se trata, hasta ahora, de una de las novelitas con más brío y donaire de la serie. Es en su lenguaje barriobajero y cómico capaz de inspirar verdaderos monstruos lingüísticos ("¡Me cisco en tus rescojoñotrones!", maldice La Francesca en la página 15) donde la comedia se antepone a la tragedia cantada desde el subtítulo. Portada e ilustraciones de I. Durán.

Pedro Morante, Carne de tragedia (La novela pasional, 9). Editorial Renacimiento. Sevilla, 1999 (1ª edición, 1924).

miércoles, junio 11, 2008

RIFIRRAFES EN LA PROVINCIA DEL PRESENTE

En lo personal, las disquisiciones sobre zafones masivos y goytisolos solos me dejan indiferente porque no me enseñan nada. En la bitácora de Magda, Apostillas literarias, pueden leer la polémica entrevista con Carlos Ruiz Zafón y las declaraciones de Juan Goytisolo, trufadas con comentarios para todos los gustos. También cuando yo era joven e impresionable tomaba partido por tirios o troyanos, pero ahora sólo siento sopor ante estos temas. ¿Reemplazará el Kindle al libro? No me importa. Me preocupa más saber cuántos años más podré arañarle a la vida que lo que pueda cambiar el mundo hasta que la Calaca me recuerde que ya chupé todos los Faros que me tocaban. Por supuesto, nada de lo que ocurra un minuto después me importa nada, pues nunca he creido en la eternidad consciente.

Leo todo lo que puedo. No leo cualquier cosa, y esto no se reduce sólo a criterios de calidad académica. Leo ensayo, historia, cómics. Leo a Ovidio y a Góngora, pero también Silver Kane y novela pornográfica. ¿Tengo una empanada mental? Es posible, pero es la empanada que yo cocino, y es la que me gusta comer. No he leído a Dan Brown ni a Zafón. No por nada, sino porque no me han interesado. No digo que los desprecie, digo sólo que después de pasar la vida leyendo tengo el criterio suficientemente formado como para saber lo que me voy a encontrar en un libro antes de leerlo. Y obro en consecuencia, en función de mi paladar.

Tampoco leo por segunda vez a un autor que no me convenció en la primera obra suya que leí. No porque yo sea así de exclusivo, sino porque el tiempo es el que dicta los criterios de exclusividad. Y el tiempo, lo sabemos todos, se agotará un día. Y es tanto, tanto, tanto lo que quedará por leer cuando llegue ese momento que no merece la pena perder el tiempo. Son muchos los clásicos que me queda por saborear. No digo títulos para que no descubran mis graves carencias.

Afirmaba Raymond Chandler algo con lo que, en líneas generales, estoy de acuerdo: "Si te gusta una novela, no quieras conocer al autor". Estas disquisiciones de vivos muy vivos, zafones y goytisolos, van del oportunismo al cinismo sólo para promover alboroto entre los que todavía siguen los suplementos literarios de los periódicos. Hace mucho, en lo personal, que no leo ninguno con mucho interés, aunque recomiendo a mis alumnos que lo hagan. También yo los seguía con reverencia cuando era joven y buscaba referencias. Se aprenden cosas, en ese tiempo, metiendo la nariz en esos papeles.

Leo a mis contemporáneos, pero de manera poco exhaustiva y desordenada. Con cierto desinterés. No los leo porque me entusiasmen (por más que algunas obras sí lo hagan), sino más bien por saber cuál es la voz de mi tiempo, cuál es el tono de esta época que me tocó vivir. Por estar un poco al día, no demasiado, porque tampoco es bueno ser provinciano del presente, como bien saben quienes enseñan historia de la literatura en aulas repletas de jóvenes que habitan en esa aldea llamada Presente.

Prefiero en todo a los clásicos. Prefiero sumergirme en un tiempo que no fue el mío, aprender a mirar la realidad desaparecida a la luz de las antorchas de otra época, o de sus candiles. Prefiero el olor a cloaca de la Atenas clásica y el tufo a orines del Madrid del Siglo de Oro que la peste a pureza de los bares madrileños donde ya no se puede fumar. En la lectura del clásico existe un viaje a la otredad que siempre resulta provechoso. Las referencias a mi realidad y los guiños a mis muletillas generacionales, a mi tiempo y a sus taras, carecen de la vocación de eternidad que implican el reconciliarse con el clásico que sigue siendo actual y disfrutable. El clásico, además, no está ahí porque sea bien trucha o porque le mame la polla a ningún editor para ganar premios. Está ahí porque ha sobrevivido a una selección natural. No es lo mismo lo clásico que lo viejo. Lo viejo no vale porque se cae a trozos, lo clásico es duradero. Garcilaso de la Vega está más vivo y fresco que la mayor parte de los poetas de hoy día.

El clásico tampoco necesita polémicas estériles ni rifirrafes de escaparate. Si los provocó en su tiempo, hoy no son más que letra muerta. Lo que perdura es otra cosa, y hay que hacer un esfuerzo por salir de la comodidad de lo reconocible y de lo familiar. Nos daremos cuenta de que la literatura es mucho más que el escaparate de esos espejos donde todos nos miramos por la mañana.

martes, junio 10, 2008

UN PASO ADELANTE... DE LA FOSA

—¡Bah! ¡Bestias! Di a los hombres que sigan trabajando.
—Sí, amo.
—¡Trabajo, trabajo, trabajo! ¡Siempre lo mismo! Es un verdadero tirano.

Más información sobre la noticia del día, aquí.
En caso de prosperar, el hecho traerá consecuencias. Sobre todo, como es costumbre, por su efecto colateral e imitativo en los países "en vías de desarrollo", que aprovecharán el modelo de la vieja y sabia Europa para celebrar sus propias, con perdón,"meriendas de negros". Sálvese quien pueda.

P.S: Las ilustraciones pertenecen a Ambrós, el creador gráfico del Capitán Trueno. Gracias al amigo Manel Montes por remitir las cinco páginas en francés de esta historieta de Ambrós publicadas en el número 215 de la edición de Kalar bajo el título de Le Vaodou. Se trata, casi con toda seguridad, de una historieta de las que este dibujante ilustró para su etapa de Editorial Valenciana.

jueves, junio 05, 2008

VIVA FRED DICKENSON

Cosa rica sumergirse de vez en cuando en la lectura de Rip Kirby. Da igual que lo dibuje Alex Raymond o que lo haga John Prentice. No estuve nunca demasiado familiarizado con la estapa de Prentice, nunca fui más allá de la lectura de unos cuantos cuadernillos sueltos de la edición de Dólar, en el año de la cachetada. Ahora que Planeta puso en nuestras manos doce tomos con la obra de ambos dibujantes (y sus negros o fantasmas), compruebo que John Prentice era un ángel que suele batir sus alas con notable fortuna. Alex Raymond era el genio natural, Prentice el artista aventajado. Lo cierto es que, sumergido en la etapa Prentice, uno casi ni echa de menos a Raymond, y esto es decir mucho. Sobre todo por los guiones de Fred Dickenson. Dickenson ha sido para mí el verdadero descubrimiento: un escritor inteligente, capaz de diálogos brillantes como pocas veces se han leído, tan atento al desarrollo inteligente y medido de la trama como al retrato perfecto de personajes con una frase, muchas veces con un silencio elusivo y comprometedor. Un narrador templado, dramático sin excesos y chispeante, en estado de gracia. Para muestra, la tira que adjunto. Ella va disfrazada de Cleopatra, y Rip Kirby de Marco Antonio. Dickenson juega con la ironía y las verdaderas intenciones de los personajes. Pocos escritores son capaces de expresar tanto en tan pocas viñetas, bellamente ilustradas aquí por Prentice. La reciente lectura de los tomos 9 y 10 del Rip Kirby de Planeta me ha dejado envuelto en gloria. Es natural que no concedan premios a las obras del pasado que vuelven a aparecer en el mercado. Ganarían demasiados premios, y el premio del clásico, esto ya lo sabemos, es el de pertencer a la "classis": al conjunto de los elegidos para competir en longevidad con el futuro y en juventud y frescura con los más jóvenes. Viva Fred Dickenson.

martes, junio 03, 2008

EL ARCHIVO SECRETO DE JAMES BOND

Hurgando entre las librerías de viejo encontréme este librito dedicado al espía más famoso de todos los tiempos, el agente 007 de nuestras entretelas: Bond, James Bond. Lo compré porque yo también fui en mis tiempos fan de Bond. Por la edad, comencé en la época de Roger Moore, quien, acartonado y todo, entretenía mis fantasías infantiles como debe ser. Por supuesto, cuando cayeron ante mí las pelis clásicas de Sean Connery, vi que comparado con Connery en las de Moore no había color. Hace mucho que no sigo el fenómeno Bond, aunque casi seguro que veré la próxima. Este libro, editado en México por Editorial Novaro en 1966 es una rareza de coleccionista. Fue compilado por Sheldon Lane (título original, For Bond Lovers Only) y constituye un conjunto de entrevistas y artículos sobre el bondismo: un par de entrevistas a Sean Connery, un texto de Len Deighton (creador de otro gran espía de la época, el hombre de Ipcress, interpretado en cine por Michael Caine), artículos sobre el arsenal del espía, las chicas Bond y esa clase de cosas. En la entrevista a Connery, éste comenta la crueldad y el sadismo característicos de su Bond, que al fin y al cabo, no eran para tanto. Connery es indulgente al respecto y nos da su opinión sobre la violencia de género. ¡Atención, chicas! (p. 43):

No encuentro realmente tan negativo el hecho de golpear a una mujer. No recomiendo, sin embargo, golpear a una mujer del mismo modo que se golpea a un hombre, pero una bofetada con la mano abierta, o cubrirle la boca con la mano, puede ser justificable. No calificaría a eso como sadismo.

La verdad es que muchos jueces tampoco lo consideran sadismo. Bueno, Sean, qué quieres qué te diga... No sé si hoy tu agente te dejaría opinar en público de la misma forma.

El volumen es un encanto para coleccionistas, pero fuera de ahí no va más allá del libro de artículos desordenados cuya compilación no tiene mayor interés que aprovechar el tirón comercial para sacarle los cuartos a la gente. Me ha llamado la atención que desde la portada se destaque la personalidad del traductor. Me sorprendió descubrir que ya en 1966 el mexicano Carlos Monsiváis era todo un personaje cuyas opiniones eran tenidas en cuenta.

Por último, lo realmente interesante del libro son dos capítulos. En uno de ellos, Raymond Chandler proporciona su entusiasta opinión sobre Bond y el estilo literario de Fleming. En el segundo, que es el verdaderamente valioso, asistimos a una conversación entre Ian Fleming y George Simenon. Está claro que aquí el que parte el queso es Simenon, quien no presta demasiada atención a su contraparte. Como veo que no anda por ningún lado traducida al español, (en inglés puedes leerla en esta página) el rancio y bondadoso (quizá baboso) profesor Gafapasta la ha escaneado y la presenta aquí mismo, para que ustedes la saboreen y puedan olisquear el grato olor a librico viejo que desprenden sus quebradizas y amarillas páginas. Ah, qué tiempos aquellos los del auténtico Bond, James Bond.