Ya hace años que Doña Maquila y yo cruzamos el charco leyendo una novela del comisario Maigret, una cualquiera de las casi 80 que escribió Georges Simenon. Simenon fue un autor tan productivo que escribió cerca de doscientas novelas reconocidas (y aproximadamente un centenar con distintos y olvidados seudónimos, antes de su primer Maigret). Escribía una por semana, y después pasaba el resto del mes entretenido en ejercicios gimnásticos de entrepierna. Fue, en otro orden, algo así como el Lope de Vega de la novela policiaca. Escribió maigrets y non-maigrets. Fama y fortuna le concedió en vida el maravilloso comisario Maigret. Hoy, en reedición permanente la colección de Maigret, se editan en ediciones caras, y como si fuesen nuevas, las novelas sin Maigret. En conclusión: Simenon escribió tanto, y produjo tanta literatura de calidad, que produjo literatura para dos vidas: una, la que bien vivió gracias a Maigret; una segunda, la que viven ahora sus novelas que son descubiertas (o redescubiertas) con el entusiasmo y la estupefacción de quien se aproxima a la mejor nouvelle, ésa de la que Simenon ya fue maestro cuando vivía en la vida de los vivos, y no sólo en su memoria.
Ahora que Doña Maquila no me acompañó en este viaje (se quedó maquilando historias de maquila en su maquiladora), me llevé una de las que la Doña ya había leído: Maigret y las buenas personas, publicada en 1961 con el título de Maigret et les braves gens, que fue traducida al inglés con el título un poco aguafiestas de The Black Sheep. En Maigret y las buenas personas, Simenon nos introduce en la vida de la familia Josselin, cuyo cabeza de familia, el honrado y bondadoso propietario jubilado de una fábrica de cajas de cartón llamado René Josselin, aparece una noche asesinado de dos balazos en el pecho. Si bien todas los indicios parecen acusar al yerno, el joven doctor Paul Fabre, Simenon aprovecha la excusa del crimen para contarnos la vie cotidiénne de una familia pequeñoburguesa a quienes todos consideran buenas personas sin enemigos. La pluma siempre grácil y correcta de Simenon no desvelará en esta ocasión ningún entramado de hipocresías ni de escandalosas pasiones subterráneas; así pues, Simenon no desmentirá para nuestro morbo el título de su novela, pero sí incidirá en el poder que la fatalidad puede tener en el destino humano, y nos obligará a reflexionar sobre cómo la bondad y el miedo a la mácula social que a veces la acompaña pueden convertirse en vehículo de la tragedia.
Sin parecerme, en lo personal, una de las mejores novelas de Maigret, Simenon incide en su fórmula característica que tanto hace mis delicias: un asesinato cometido entre representantes de las clases más características de París, casi siempre alejado de las esferas aristocráticas, deja al descubierto una tragedia humana que Simenon revela al final permitiendo hablar a uno de sus personajes. Las novelas de Maigret son muchas veces tragedias deconstruidas que sólo afloran en el tercer acto de su puesta en escena. No es tan importante un asesinato en sus novelas como la historia, muchas veces hondamente conmovedora, que se encuentra en el origen del mismo; no es tan importante saber quién mató a quién, sino por qué, y ya puestos, no sólo por qué, sino por cuáles causas de vida un hombre, una mujer, se ven empujados a empuñar un arma homicida y segar una vida humana. Desde este punto de vista, las novelas policiacas protagonizadas por Maigret funcionan como novela social disfrazada de estructura de whodunnit. Se trata de esta capacidad para conmovernos lo que hace de Simenon un clásico del siglo XX capaz de proyectarse, como ya lo está haciendo, sobre nuevos tiempos y nuevas formas de vida en este siglo XXI.
2 comentarios:
Inevitable opinar acerca de este escritor y el género a cuyo ámbito se adscriben sus relatos. Como alguna vez comentamos, éste, de la novela negra/ de enigmas o de deducción me parece sumamente disfrutable, además de interesante. Creo que Simenon, al igual que Agatha Christie, percibió los albores del siglo XX con toda nitidez. Coincido en eso de “no sólo por qué, sino por cuáles causas de vida un hombre, una mujer …”. Ambos escritores describieron su entorno. Construyeron sus respectivos personajes, además de Maigret y Poirot, con atinadas palabras. Explican un contexto similar. Pero sobre todo, dibujan el abanico de virtudes y defectos humanos de una forma casi mágica. De manera lejana pero a la vez cercana a la violencia bélica o política, detallan los eternos conflictos humanos: ira, ambición, celos. Estos sentimientos finalmente son también los catalizadores de las grandes guerras. Pero en estas novelas, el espacio es reducido y las consecuencias no son miles de muertos. Solo uno o dos asesinatos, pero siempre provocados por la vulnerabilidad humana que prohibe una divisón tajante entre buenos y malos.
Efectivamente, Madame. Es la falta de simplismo lo que hace grande a Simenon. Y esa falta de maniqueismo es lo que hace a este autor un perfecto analista de la condicion humana, y un atento enamorado de la misma, con todas sus bondades y maldades.
Un saludote
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