No soy devoto del crítico de cine Carlos Boyero. A pesar de todo, ayer me conmovió con un artículo con el que comulgo al cien por cien: Los cines, esos viejos refugios en vías de extinción. Pues sí, yo también fui adolescente que se refugiaba tardes y noches completas en cines de sesión continua (que hoy ya no existen). Cuando entraba a las cinco de la tarde a ver Cantando bajo la lluvia (Kelly/Donen, 1952) o Retorno al pasado (Jacques Tourneur, 1947), me la chutaba varias veces y salía alrededor de medianoche. Qué de recuerdos tengo de funciones de cine en horarios extravagantes en cines con marquesina, acomodadores y telón como en los teatros. Los domingos por la mañana en el cine Coy de Murcia, viendo pelis de Santo el enmascarado de plata, gazpacho-westerns de serie Z y péplums italo-andaluces... Un Viernes Santo viendo Amarcord a las once de la mañana en el extinto Gran Vía... A las dos de la madrugada en el Rex asistiendo a un maratón de cine español que concluyó al amanecer, viendo entre otras Angustia (Bigas Luna, 1987), donde un psicópata asesinaba a los espectadores de un cine que veían una película de psicópatas en un cine llamado... Rex. Juro que el bucle entre realidad y ficción es cierto. En fin... que Boyero tiene razón, que esos cines y esos tiempos ya no volverán. Antes el cine era un lujo barato, ahora es una mierdecilla muy cara donde, además, hay que aguantar a los compañeros de sala.
Comprenderán que hace un par de años, una vez, fui al cine por última vez y ya no volví jamás. Ni volveré. Menos ahora que tengo en casa una hermosa pared sobre la que proyectar mis películas en una sala acondicionada para ello. Con mi proyector. Y en mi cine particular puedo tomarme mis tequilas y acompañar con mis whiskies los whiskies que bebe Dean Martin en la pantalla. Y puedo fumar mientras fuma Bogart, y expulsar el humo mientras lo expulsa Rita Hayworth y jugar con su pelo. Y volver a soñar y ser adolescente de nuevo. Cuánta razón tuvo aquel que dijo que el infierno son los otros. Y el paraíso, ya saben, donde cada quien quiere colgar su sombrero.
7 comentarios:
yo tampoco soy devoto de Boyero y su prepotencia (muchas veces ignorancia, además), pero me muero de la envidia de oir del cine que tienes en tu casa, oh, Ricardo
Si pues la comodidad de la casa es buena, y aquellos cines y aquellos tiempos nunca volveran tienes razon. Quedaron en memorias, pero realmente la pantalla grande siempre tendra un unico valor, nunca sera lo mismo quedarse en casa que ir al cine mi estimado, por lo pronto esto opino a mi edad, quien sabe despues. Un abrazo!
Mi buen Félix:
Efectivamente, tiene que ver con la edad, pero también con otros muchos intereses particulares. Acudir al cine, desgraciadamente, se ha vuelto un negocio que no interesa a la mayor parte de los mortales. El cine como arte, sí, pero el mercadeo del arte es lo que hoy está precisamente en crisis, y no el arte en sí mismo, que goza de mejor salud que nunca.
Un saludote
Amén a este blog. Aunque yo no tengo el recuerdo de lo que era ir al cine en aquellos ayeres, eso no me tocó a mí, y mucho menos en esta ciudad lamentablemente y eso se me hace tan triste.
Ojalá algún día llegue el renacimiento de aquel cine mágico, sueño absurdo tal vez. En fin. ¡Vivan los proyectores de hogar! O en mi caso, los dvds y pantallas (semi) grandes.
Saludos Profe.
Yo amaba ese cine intensamente cuando era barato, cuando equivocarse con una película no te dejaba un regusto amargo y sí el deseo de borrar rápido el mal recuerdo. El cine, infantilizado y lleno de espectáculo vacuo en la actualidad, me temo que salvo honrosas excepciones va quedando en las salas para adolescentes y niños.
Pau:
Cada generación tiene sus vivencias únicas. Es verdad que el cine, cuando era un espectáculo importante que se veía en el cine, ya es un vestigio que sólo recordamos unos cuantos,y los de mi generación lo pillamos en su decadencia.
Hoy día no tiene sentido hablar de la magia del cine. Ya nadie lo ve como mágico,sino como un acto social y rutinario más.
Es el pragmatismo y frivolidad de estos tiempos.
Un saludote
Francisco:
Creo que el mejor cine de ahora casi nunca se estrena en las salas de cine. ¿Qué sangrante paradoja, no?
Publicar un comentario