miércoles, mayo 26, 2010

EL SEÑOR BURRÓN SE MURIÓ

Una nueva desgracia ensombrece el ánimo de los mexicanos: se murió don Gabriel Vargas, el señor Burrón, el padre de la Familia Burrón que tantas delicias, carcajadas y reflexiones provocó durante décadas. Es verdad que, desde hacía años, don Gabriel permanecía retirado de la serie, pero la mantuvo con gracia y garbo borolesco su sobrino Agustín Vargas (Guty), casi un clon gráfico de su tío, que supo proporcionarle a los tacos toda la salsa de su ingenio, que tampoco era pequeño. La Familia Burrón era toda una institución en México: se publicó ininterrumpidamente desde 1948, y desde 1952 tuvo su propio pepín semanal de 34 páginas a todo color. Quizá fue La Familia Burrón la última institución en derrumbarse en un país como México, donde nadie, absolutamente nadie, cree en las instituciones: en 2009 apareció el último número de la serie, el número 1616.

La Familia Burrón retrataba a la clase humilde mexicana, esa sufrida e ingeniosa superviviente de toda clase de gobiernos nefastos que la han torturado y esquilmado durante décadas. Ante este fatum cosmogónico donde el malo siempre es el Estado, esta decepción de por vida y prenatal con que viven y nacen los mexicanos, los Burrón oponían su bonhomía, su sentido de lo lúdico, su visión de la vida como una comedia de errores, su desparpajo, sus costumbres populares, sabias y sencillas, su sentido del humor vitriólico con que los pobres siempre se burlan de quienes empuñan el látigo. El señor Burrón, peluquero enamorado de su oficio, y su simpar vieja Borola, ya son historia, como lo son el universo de las cándidas y confusas, léperas vecindades que ya no volverán.

La Familia Burrón, brillante y divertidísima historieta costumbrista un poco en la línea de la Familia Ulises del español Benejam (pero con mucha más traca), retrataba la vida de una clase media baja mexicana que hace ya mucho tiempo que entró directamente en la indigencia, las mafias, el negocio informal o los menesteres del narcotráfico. Ya no son aquellos tiempos, don Burrón. Ya quizá nadie se sienta retratado en aquellos personajes entrañables a quienes gráficamente caracterizaba siempre una sonrisa sempieterna, y en sus diálogos un lenguaje popular que Vargas supo estilizar y recrear a su manera como gran artífice de la lengua mexicana que fue.

¡Qué tiempos aquellos, don Burrón! No cabe duda de que aquellos tiempos, que tampoco fueron del todo buenos ni ideales, ya no son los tiempos que corren a ritmo de cuerno de chivo, de sangre y fuego. Sin embargo, don Gabriel ya no tendrá por qué perder su sonrisa.

2 comentarios:

Francisco Serratos dijo...

La noticia a mí sí me entristeció. Recuerdo que siempre esperaba que mi madre llegara del trabajo con un número de La familia Burrón y después chutármelo en la noche antes de dormir.
Los tiempos han cambiado.
Saludos!

El Pobresor Gafapasta dijo...

Ese es un bonito recuerdo. Afortunadamente, aunque los tiempos han cambiado, el talento de Vargas queda incólume.

Saludotes