Estoy teniendo una semana de mucho trabajo. Entre otras cosas, estoy asistiendo a un delicioso curso de edición de textos críticos anotados. De 5 de la tarde a 9 de la noche. Además, ando muy atareado concluyendo la novela póstuma de Carlos Montemayor, Las mujeres del alba, que presentaré el viernes y a la cual ya les invitaré. He de redactar un pequeño texto sobre ella para la presentación. Por si fuera poco (además de las clases en que torturo a mis estudiantes), estoy preparando una semblanza sobre Vittorio Giardino y su Max Fridman para el Especial Espías del número 6 de Tebeosfera. Verán que no tengo tiempo esta semana ni de revisar mis textos ya escritos y actualizar el blog. Quizá una Lucy y Sophie que se dicen good-bye morreándose guay. Pero miren que revisando viejos ejemplares de la revista Cairo me encontré con esta maravillosa historia autoconclusiva de Giardino (sin Max Fridman) que cuando yo era adolescente me dejó absolutamente fascinado. Es autoconclusiva, e implica tanto un misterio como su ¿posible? resolución. Al volver a leerla he vuelto a sentir los resabios y reproches del adolescente que una vez fui. Quizá por historias como ésta soy el naufragio de hombre que soy. Como quiera que sea, lean la historia y díganme qué les parece.
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4 comentarios:
Te comprendo. Yo no la leí de pequeño, pero reconozco que es una historia que deja tocado a cualquiera. Es sugerente, se puede especular con las respuestas respuestas y más aun con cúales sean los interrogantes; es desencantada, aventurera, borgesiana (de Borges) y Giardinista. Y todo en tres páginas. Y sin Max Fridman. ¿Qué más se puede pedir? Gran descubrimiento para mí.
Un saludo.
Efectivamente, una maravilla muy sugerente a pesar de tan breve extensión.
Un saludote.
Preciosa historia, Giardino es buenísimo. Felicidades por el blog
Gracias, Alejandro.
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