No nos leeremos hasta el lunes. Mañana parto a Madrid; y de Madrid, al cielo, pero el viernes. El viernes me bebo el charco (sí, ya sé que voy a criar ranas en el estómago, ¿y qué?) y llegaré a México Deefe alrededor de las once de la noche. Deberé pasar la noche en ese lindo poblachón latinoamericano, ¿qué hacer para no acabar desorejado y desnarigado? Bueno, yo ya tengo reservada habitación bien popoff en el hotel-pastel más pipirisnáis de los que rondan el Agropuerto Internacional: Holiday Inn Salvador Dalí, nada menos, chincha y rabia. Para protegerme de desnarigadores y desorejadores (que como todo el mundo sabe, son colegas de los encajueladores y encobijadores profesionales), un chofer del hotel-pastel Salvador Dalí me esperará al volante de una buena camioneta a cambio de casi nada ( sólo un puñado de dólares) para conducirme a la linda habitación de este hotel que ya conozco. En este hotel monotemático, todas las habitaciones lucen reproducciones de cuadros de Dalí, hay esculturas de Dalí por todas partes y hasta la taza del wáter reproduce un viejo sueño daliniano: dos delfines engarzados en círculo perfecto con las boquitas bien abiertas. El maestro pensaba que los fluidos corporales no deben mezclarse: una cosa es hacer del uno, y otra muy distinta hacer del dos. Cada cosa en su sitio, compadre, que Dalí era mucho Dalí y pensaba en todo.
Lo mejor, sin duda, son los desayunos, que reproducen a la perfección los gustos del genio de Cadaqués: uno puede comerse los huevos fritos directamente sobre la espalda de una bella muchacha desnuda que representa a una millonaria neoyorquina de los años cincuenta. Como todos sabemos, estampar dos huevos fritos sobre la espalda de sus conquistas era la más grande apoteosis erótica de Dalí durante un buen tiempo de su vida.
Lo malo es que el domingo tengo que interpretar a Simeón Julepe en "La rosa de papel", de Valle-Inclán. Lamentablemente, el Retablo compite en el Festival de Teatro de la Ciudad. Oh, espero que no me dé un infarto de emoción mientras Julepe profana el cadáver de su querida Floriana.
Y a partir del lunes, a descansar, pero también a retomar esta bitácora en esa pobre ciudad que existe tan lejos de Dios, y tan cerca de los Estados Unidos... Ah, compadre, el lunes será otra vida.
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