No hay nada como pasar la tarde del domingo culturizándose un poco con una buena película que le haga a uno feliz. Eso hice este último dies domini juarense, y la obra maestra elegida fue Santo y Blue Demon contra los monstruos. Toma ya. Uno, que de rapazuelo vivió bajo el tardofranquismo, se hinchó de niño a ver películas de serie zeta en las matinales dominicales del extinto cine Coy (hoy, Almacenes Coy) en la castiza Gran Vía de Murcia D.F. Además de Godzilla, Maciste, Trinidad, Providencia y otros hijos de un dios menor, uno se jartó de tragar películas mexicanas del Santo, el enmascarado de plata. Yo descubrí México a través de las películas del Santo, de los tebeos de Novaro y de los doblajes de Hanna Barbera. No estaban tan mal para descubrir las peculiaridades de un polo excéntrico de occidente (como ha denominado a México Enrique Krauze) antes de los diez años.
Rememorando domingos matinales, bolsas de pipas y gamberradas varias en la oscuridad de aquellos cines populachones como el Rex y el Coy, me he chutado esta peli del Santo, y he gozado enormemente. Yo no soy adicto al cine de la serie zeta, para quienes picoteen en ese rico vergel que nunca dejen de leer El blog ausente. A pesar de todo, el clasicismo está desmoronado en nuestros días, que son tiempos en que reina la estética de el Santo. De ahí la importancia enorme que la serie Z ha cobrado durante la última década. Tenemos democracias de serie Z, gobernantes de serie Z, programaciones televisivas de serie Z, recuerdos de serie Z de una vida de serie Z, comemos demasiadas Mc Zetas y cuando soñamos despiertos soñamos sueños de serie Z reciclados de un código de valores de serie Z.
Y la sensibilidad artística, que no es ajena a nuestras cuitas, se reconoce cada vez más en el cine de serie Z, que la posmodernidad homenajeó en los ochenta y acabó por ser reivindicado durante los 90. Y un día, el 11 de Septiembre de 2001 (odisea del espacio aéreo), mientras los murcianos regresaban de romería y encendían los televisores en pleno trance post-jumillazo, en Nueva York quedó inaugurada la nueva era de la serie Z protagonizada por un vaquero bueno y un malvado diseñado por la misma cultura Z que entronó a Fu-Manchú como icono de la Z setentera.
En tiempos Z, y sin Mazinger Z que nos salve del Doctor Infierno, no está de más revisitar la serie Z de nuestra infancia, esa subcultura cinematográfica desdeñada por los críticos de la antigua era, esa subcultura que andaba a la zaga y ahora surge de las catacumbas culturales como zombies zetosos que zancajean o zascandilean en busca de corazones lozanos para zamparse.
Santo y Blue Demon contra los Monstruos es un cateZismo estético de nuestro tiempo: el macabro doctor Bruno Holder, científico loco que revive cadáveres, es resucitado a su vez por sus temibles criaturas. Ahora su único objetivo es vengarse de sus grandes enemigos, los enmascarados justicieros Blue Demon y el Santo, y para ello contará con la ayuda inestimable de Drácula, la Momia, Franquenstain (sic), el Hombre Lobo y la mujer vampiro. Estética decadente, argumento minimalista, música zetosa e interpretaciones inexistentes (ya se sabe que Santo y Blue Demon se interpretaban a sí mismos), Santo contra los Monstruos es un placer para los sentidos sólo parangonable con el placer de imaginar a George W. Bush revolcarse por la moqueta luchando contra las malditas galletitas saladas que conspiran noche y día para instaurar un nuevo estado terrorista.
Santo y Blue Demon contra los monstruos (1969). Dirección: Gilberto Martínez Solares. Escrita por Rafael García Travesi. Fotografía: Raúl Martínez Solares. Música de Gustavo César Carreón. Con Santo, Blue Demon, Carlos Ancira, Jorge Rado, Adalberto Martínez “Resortes”, Rafael Aldrete, “Santanón”. Color. 82 m.
1 comentario:
Viva la zeta!
Gran película en términos madmex. Quizá la mejor.
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