Recientemente he visto dos películas con Gilbert Roland, el juarense olvidado a quien bautizaron en Juaritos como Luis Antonio Dámaso de Alonso (nada que ver con el insigne polifemólogo y miembro de la Generación del 27). La juauría política juarense antes prefiere dedicar unas callecitas a la lechuga, el jitomate y el perejil que a uno de sus hijos más notorios. Hasta hay una calle Murcia que no me la dedicaron a mí, pero ni una para Gilbert Roland. El monumento a Tin Tan es comprensible, así como una avenida para Juan Gabriel; pero si Juan Gabriel merece una avenida, Gilbert Roland, el juarense olvidado, merece por lo menos otra.
Gilbert Roland nunca fue una primera estrella como el chihuahuense Anthony Quinn (otro que merece una avenida, y no un bodrio de Sebastián), pero fue un formidable actor secundario que lució en multitud de buenas películas del Hollywood de la Edad de Oro. En el viejo Hollywood ser secundario no significaba ser actor de segunda: significaba que te especializabas en papeles de característico que algunos hacían estupendamente bien. Y trabajaban toda la vida y el público los reconocía con gusto en cada película. Como Gilbert Roland, el juarense olvidado.
Las primera de las películas vistas fue El capitán Kidd, de Rowland V. Lee (Captain Kidd, 1945), un filme de piratas de segunda fila, pero de cuando se sabían hacer estupendas películas de aventuras que te agarraban de las pelotas y no te las soltaban hasta el final. Una película de aquella década impresionante que fue la de los 40, cuando se produjeron tantas buenas películas que una ceremonia de los Oscars parecía una batalla en la llanura de Troya. Bueno, pues película de segunda fila de aquellos tiempos, o sea, estupenda. Lo mejor es la interpretación de ese monstruo llamado Charles Laughton, que era un inglés bajo, gordo y feo con una sensibilidad superdotada que le llevó a componer personajes inolvidables y dirigir una bella y terrible película que es la gran película maldita de la historia: La noche del cazador. Laughton interpreta a Kidd, uno de los piratas más sanguinarios de la historia, y lo hace con tanta flema y hasta gracia, que no puede dejar de caernos simpático. Charlier tomó mucho de aquí para su inolvidable cómic Barbarroja. Su antagonista es Adam Mercy (Randolph Scott) que pretende vengar el asesinato de su padre en manos de Kidd, que ahora se pavonea hecho un señor por los palacetes de Londres (también Víctor Mora debió de tomar algo de aquí para El Corsario de Hierro y su eterna confrontación con Lord Benburry (antes el pirata La Mano Azul). Gilbert Roland interpreta con desenvoltura a José Lorenzo, uno de los hombres de confianza de Kidd que hacia la tercera parte del film es arrojado por la borda tras un duelo con Mercy por querer violar a la chica bonita de la película: Lady Anne Dunston (Barbara Blitton). Destaca en Roland, sobre todo, su desenvoltura de bailarín ante las cámaras y su habilidad para los duelos a espada. Redondea el reparto la presencia de pájaro de John Carradine, otro formidable secundario de los de antes. Una película de piratas de buena factura con buena trama y buenos actores. Todo un divertimento en blanco y negro donde, sobre todo, brilla con intensa luz Charles Laughton.
Y la segunda de Roland fue Bandido, dirigida en 1956 por Richard Fleischer y protagonizada por Robert Mitchum. La película es una especie de Parque temático de la Revolución Mexicana, y en ella Roland interpreta al coronel Escobar, que quiere apoderarse de un cargamento de armas acerca del cual le da el soplo Wilson (Robert Mitchum). Wilson es un americano que anda haciendo trapicheos de armas en México y que se vende al mejor postor y se pasea entre los tiroteos y los cadáveres sin perder la compostura ni ensuciarse la chaqueta. En cierto modo, este aire exagerado del film es un antecedente del spaghetti western de los 60 y 70, donde la épica del western comenzó a ser maleada por cierto toque de comedia y de espectáculo circense. Buena parte de ello ya está en Bandido. La interpretación de Roland es más que efectiva, da gusto verle paseando a caballo como coronel revolucionario con su nopal en la frente, aunque se le echa en falta la agilidad felina que lucía en El Capitán Kidd. La película no es muy verosímil, pero tiene unos magníficos diálogos llenos de chispa donde destaca, sobre todo, la socarronería del personaje de Wilson, socarronería y cinismo que Robert Mitchum (protagonista de La noche del cazador, de Laughton) reflejaba a la perfección. Como dato curioso, al tratarse de una película filmada en México cuenta con algunos actores mexicanos en papeles episódicos donde destaca (pero no luce) un cura de pueblo interpretado por el gran Miguel Inclán, el inolvidable Ciego de Los olvidados y de otras películas imprescindibles de la edad de oro del cine mexicano.
El Capitán Kidd (Captain Kidd, 1945). Dirección: Rowland V. Lee. Guión de Norman Reilly Raine. Fotografía de Archie Stout. Música de Werner Janssen. Protagonistas: Charles Laughton, Randolph Scott, Barbara Britton, John Carradine, Gilbert Roland, et al. USA. (***, de 4).
Bandido (1956). Dirección: Richard Fleischer. Guión de Earl Felton. Fotografía de Ernest Laszlo. Música de Max Steiner. Montaje: Robert Golden. Protagonistas: Robert Mitchum, Ursula Thiess, Gilbert Roland, Zachary Scott, et al. USA/México. (***, de 4).