Me compré este verano un cofre de films de Peckinpah y los he gozado enormemente. Se recomienda, sobre todo, disfrutar de Peckinpah los días en que uno puede tomarse unos whiskies, es decir, no en esos en que uno tiene que impartir clase a las siete de la mañana del día siguiente. Mola pimplarse unos cuantos vasos de bourbon mientras se contempla Wild Bunch, Pat Garret & Billy The Kid o La balada de Cable Hogue. Son películas donde los personajes beben con gusto mientras fuman puros alquitranados; personajes que dejan un socavón en el alma que sólo se puede apaciguar trasegando whiskey. La balada de Cable Hogue fue la última que cayó ante mis ojos, una comedia lírica sobre personajes salvajes que tuvo mala acogida de público y crítica en su tiempo. Cable Hogue es una comedia, pero sobre todo es una historia de amor que formalmente debe mucho a los dibujos animados, una balada que entona su melodía a la vida rústica y desapegada, como debe ser la vida en todo western crepuscular. Peckinpah, suicida que ahogó los años de su futuro en el alcohol, también fue un cantor de baladas. Cantó a un mundo casi extinguido y agreste de gentes rudas y secas, pero capaces de cariños desprendidos y sinceros, un mundo de gentes alegres y un poco amorales, aunque se disfracen con un frac mental de principios o de valores. Acostumbrados a convivir con alacranes y serpientes, sus sentimientos los ha recalentado en sol como a salamandras.
Cable Hogue es un hombre de esos que pueblan el western de Peckinpah, pero con mayor humor. Dicen que Peckinpah quiso abrir el lado amable de su corazón y entonar una balada a la clase de vida que a él le hubiera gustado vivir en un tiempo pretérito que sobre todo era un espíritu: el espíritu de la libertad, con una pistola al cinto y un cielo bajo el que guarnecerse. A Cable Hogue, como quizá a Peckinpah, lo mató el futuro, como en definitiva nos acabará matando a todos, pero de otra forma. A nosotros nos matará un futuro de achaques y de nostalgias en la vejez, mientras que a ellos los mató el futuro como supuesta evolución del mundo: el fantasma del progreso, que le dicen. De Cable Hogue, film lleno de jovialidad, me gustó todo, pero sobre todo unas frases que el reverendo pronuncia frente a su tumba: "Él fue un hombre que eligió vivir en el desierto, y seguro que en el infierno no hará bastante calor para él".
El soprendente cartel que encabeza estas líneas es obra del polaco Jerzy Flisak.
El soprendente cartel que encabeza estas líneas es obra del polaco Jerzy Flisak.
La balada de Cable Hogue (1970). Dirección: Sam Peckinpah. (****, de 4). Más información, IMDB.
4 comentarios:
Ese Ricardo:
Antes que nada, pues gracias por darte la vuelta por allá por tu casa. Antes no te salió algún alacrán o una viuda de entre el tilichero telarañoso, como las que salen en el viejo oeste que mencionas aquí. Por cierto, aquí se habla de un mundo crespuscular que a mí me parece más vivo y más salvaje que nunca.
Para muestra, te daré un dato que si acaso lo tengo mal, nadie como tú para enderezar dudas: Me parece que el "ballad" es una cosa más relacionada a la métrica romancera castellana que a las canciones de José José o Nino Bravo. Los gabachos (o gringos, que es la forma despectiva más popular que se emplea para denominarlos, mientras la que yo empleo es la más fronteriza) denominan "ballad" a cierto tipo de canción para las cantar hazañas de lo que para la "civilización" no son mas que fascinerosos y desobligados. Vamos, sería el equivalente al corrido mexicano. Si te fijas, todas las películas que se autonombran "ballad," son aquellas que tratan las vivencias de algún héroe popular (no los de los libros de texto, aunque hay varios corridos "revolucionarios" que ahora se incluyen en los de educación básica y civismo).
Pues bienvenido a tu espacio de nuevo, y al viejo oeste, y a donde quiera que compartamos un espacio.
Salucita!
Cable Hogue es una de las películas más amables de Peckinpah y una gran película, por mucho que no gustase en su día.
No tiene la violencia explícita de la mayoría de sus obras, ni la implícita de mi favorita "Quiero la cabeza de Alfredo García", que tampoco fue muy bien tratada.
Y es que a Peckinpah hay que saber apreciarlo... u odiarlo.
Saludos
Hay ciertos pasados - que no cosas del pasado - a los que no puede uno renunciar, la verdad. Me gusta el texto, me vuelve nostálgico.
Bueno, sin haberla visto, aventuro que fue mal recibida en su momento por ser tan distinta al resto de películas del gran Peckinpah, suena más cercana a la cinematografía de (otro) director genial de esos años, Hal Ashby.
Como sea, trataré de verla para poder comentar con más propiedad, buen dato!
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