Pueden leerse en línea un par de cuartillas que el filósofo Fernando Savater dedica a Hergé, padre de Tintín e ídolo de infancia del filósofo. Gracias a su pasión por Tintín, explica Savater, él aprendió francés a tiernas edades. Los tebeos, ya se sabe, son un puente dorado y hermoso entre la ignorancia y el poliglotismo. Yo también aprendí francés para leer en ese idioma mis tebeos favoritos, y ahora, en los ratos que me dejan las oleadas de chamba-hormiga que exige cualquier carguillo administrativo universitario (además de impartir cuatro asignaturas este semestre, ¿les he contado?) aprendo italiano para leer mis queridos tebeos Bonelli. Ni el Dante ni Cesare Pavese me conmueven tanto como Dylan Dog o Martin Mystere. Savater explica en su artículo que acudió a la gran exposición que París dedica a nuestro héroe, y comenta que Tintín, en el fondo, es un personaje que representa todo lo contrario de aquello en lo que ahora Savater cree. Tintín es un rey de la infancia, y la infancia, dijo San Nosequién, es la patria de cada cual. Es posible leer y releer a Tintín cuando se le ha querido en la infancia, época llena de fulgores y maravillas, pero Tintín no convence a nadie si uno lo conoce siendo adulto. Como los Reyes Magos, Tintín es un símbolo sin fecha de caducidad en un alma bendecida por la nostalgia y el embeleso de los años infantiles, pero mal tema de persuasión resulta ser intentar convencer de sus virtudes a adultos que no tuvieron la dicha de creer en Tintín o en los Reyes Magos cuando les tocaba. Lo sé por experiencia: las dos veces que he impartido Narrativa gráfica en la universidad, mis alumnos (niños pretéritos y des-tintinizados) pasan de puntillas en sus comentarios sobre el héroe del tupé, o directamente declaran que les parece una mamarrachada. Ahora se rumorea que Spielberg por fin hará uso de los derechos que tiene adquiridos para rodar un film sobre Tintín. Yo, qué queréis que os diga, hubiera dado la vida con tal de interpretar al Capitán Haddock. Y sinceramente, siento un poco de pena por quienes no pudieron disfrutar a Tintín, y a Milú, y a Haddock y a Tornasol, y a toda la basca que pulula por Moulinsart, cuando eran niños y eran, también, felices. Mas de una cosa estoy seguro: si fueron felices, sin Tintín no lo fueron tanto. La fichita de hoy, por cierto, la escribió el gran estudioso Salvador Vázquez de Parga.
Clicar sobre la imagen para ver a mayor tamaño. Estas fichas fueron publicadas en la tercera de forros de cada fascículo de la Historia de los Cómics (Toutain Editor, 1982) y no han vuelto a ser reeditadas desde entonces. El © de los textos e imágenes pertenece a sus respectivos autores. Estas fichas se publican aquí con intención exclusivamente divulgativa y educativa.
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